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Un vencedor y muchos derrotados

Ramón Lobo

El inesperado jaque mate serbio sobre el enclave de Gorazde representa un terrible golpe a la credibilidad de la comunidad internacional, al papel de las Naciones Unidas en Bosnia y a la capacidad de disuasión de la OTAN. Tras verse forzados a retirar sus armas pesadas de Sarajevo, debido al ultimátum de febrero, los serbios han recuperado toda la iniciativa. Después de la batalla de Gorazde nada será igual. Los serbios se encuentran más cerca que nunca de la victoria final. Karadzic ha jugado una meditadísima partida de ajedrez cuando se le creía inmerso en una arriesgada timba de póquer. Ninguno de sus movimientos en la última semana ha sido baladí. Las lecciones de la derrota de Gorazde son muchas y afectan a todos los actores implicados. Las más importantes son:

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La Fuerza de Proteción de las Naciones Unidas (Unprofor) ha redescubierto sus pies de barro. El general Michael Rose ya sabe con certeza que no manda una fuerza militar. Unprofor carece de medios y de hombres suficientes. No está capacitada para realizar misiones de interposición entre los bandos en guerra. La captura por unidades serbias de 14 cascos azules y de medio centenar de observadores militares muestra su fragilidad en caso de ataques aéreos por parte de la OTAN. La única salida que le queda a Unprofor es oficiar en una paz injusta o retirarse.

La Alianza Atlántica ha aprendido que las mejores armas no garantizan la victoria. Los ataques del domingo y lunes fueron llevados a cabo con impensables dosis de amateurismo. No estaban previstas las posibles consecuencias, ni alertados los observadores militares de la ONU sobre el terreno. Con apenas dos tiros errados, la Alianza ha gastado parte del prestigio labrado en años de millonarios presupuestos de defensa.

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Los bosnios musulmanes han comprendido de golpe que su esperanza de obtener la implicación militar internacional ha resultado un fiasco. Occidente no quiere y, lo que es más grave, no puede, acudir en su ayuda. La derrota de Gorazde tiene para el Gobierno de Sarajevo una lectura clara: si no quieren perder más territorio -Srebrenica, Zepa o Bihac- deben firmar la paz.

El Consejo de Seguridad de la ONU se creyó la ilusión de gobernar la paz a golpe de declaración. Sus amenazas, sin un poder militar para respaldarlas, no han asustado a los radicales serbios. Resoluciones, como la que en mayo de 1993 estableció los seis enclaves protegidos, han sido una estafa, un gran engaño a la opinión pública. La derrota de Gorazde es más que una derrota militar bosnia, es la derrota de toda la comunidad internacional.

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