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Baile de 'Macarena' ante los policías

Ramón Lobo

Las horas más duras en la noche callejera de Belgrado se hacen llevaderas gracias a las bandejas de comida que pasean algunas amas de casa. Hay café caliente y algo de vino casero de mala calidad. Tres ricachones han montado en la mitad de la calle una humeante barbacoa; otros, aburridos de danzar, juegan al fútbol como ronaldos blancos en una Copacabana de asfalto junto a la plaza de la República.Cada relevo de cordón - policial es recibido con algarabía. A los agentes que se van se les despide con aplausos y adioses. Éstos, tras el turno, dormitan en autobuses hasta que son reemplazados por otros de refresco. Los hay también que matan el tiempo de guardia con una manita de cartas. No es mus, pues el órdago está en la calle. A las siete de la mañana suena la inevitable Macarena (debe ser el despertador para los atolondrados): varias chicas con jerséis prietos se contornean ante la mirada atónita de los antidisturbios, reblandecidos por el deseo carnal.

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Los estudiantes serbios extienden las protestas hasta el amanecer

Tras superar las 72 horas de acampada, los estudiantes se han organizado por facultades. A las nueve de la mañana, un grupo recoge los desperdicios acumulados y los quema en una tubería rota que sirve de chimenea. Huele a basura quemada, como en las calles de Sarajevo cuando resistía vivo el embate ciego del nacionalismo. Ahora, otras calles aguantan otro envite: el del poder absoluto.

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