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GUERRA EN YUGOSLAVIA Los refugiados

La misión española desembarca en Albania

Ramón Lobo

A las 11.25, con tres horas de retraso, el sargento David Ciruela descendió la rampa metálica del buque de desembarco Pizarro al volante de una ambulancia militar. Fue el primero en pisar tierra albanesa, en Durres. Vehículos ligeros de transporte, apisonadoras, grúas, volquetes, hormigoneras, camiones o blindados medios rodados descendieron por la estrecha bocana del barco en una maniobra lenta y compleja. Son un total de 120 piezas, las necesarias para levantar con cierta rapidez un campamento capaz de albergar a 5.000 refugiados kosovares.

Esta misión, presupuestada en 8.000 millones de pesetas, sigue a las emprendidas por Italia, Grecia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y EE UU, y se inicia tras un mes de bombardeos de la OTAN. "Quiero empezar a trabajar ya con la gente", dice la teniente Rosario Calonge, veterinaria encargada del control de los alimentos. "Todos nos sentimos implicados emocionalmente con el fin humanitario de la misión". Ella es una de las 23 mujeres uniformadas que comparten tarea con 377 varones. Algunos poseen experiencia en la crisis de Bosnia-Herzegovina; otros, en el huracán Mitch, que arrasó Centroamérica en noviembre de 1998. Ninguno conoce el tiempo de su estancia en Albania ni teme que esta operación de socorro a los desplazados se torne en otra de combate. "En ese caso sería otro tipo de fuerza la encargada de entrar allí", dice un capitán de ingenieros apoyado en un todoterreno.

El portavoz del contingente español, el comandante Manuel Rodríguez, tampoco tiene dudas: "Nuestro objetivo es levantar un campamento de 500 tiendas y tenerlo operativo antes de 15 días. Después, tras un periodo de transición, entregaremos la dirección del mismo a la ONG que se designe". Varias persiguen el premio.

El Pizarro, que zarpará mañana con rumbo a España, espera poder recoger a 300 refugiados de la zona de Durres o Tirana y trasladarlos a España. El embajador de España en Italia negoció ayer con las autoridades albanesas y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) el procedimiento de selección y su fecha de partida. El Gobierno de Tirana se muestra un tanto renuente a permitir la marcha de los kosovares, pues teme perder con ellos los beneficios que espera con la masiva llegada de la ayuda humanitaria occidental. El capitán de fragata Ricardo Galán, responsable del Pizarro, dijo ayer que su barco puede esperar dos días. "Si no se solucionan los trámites antes, este grupo de personas será trasladado a España en el Aragón". Este segundo buque de desembarco se encuentra desde ayer fondeado frente al puerto de Durres y no tiene prevista su partida antes de dos semanas. En él viajan las 500 tiendas, el hospital de campaña y los elementos necesarios para poner en marcha el campo español.

El lugar elegido (asignado por el ACNUR) se halla en la pequeña localidad de Hamallaj, a unas dos horas de pésima carretera de Durres. Se trata de una tierra arcillosa que se embarra con facilidad y es propiedad de un italiano que lo ha cedido al Gobierno albanés. "Ésa es la obsesión de los ingenieros: impedir que las lluvias lo dejen impracticable cada dos por tres", sostiene el comandante Rodríguez. Los estadounidenses, que levantan otro para 8.000 personas en las cercanías del español, han paliado la pesadilla logística al colocar bloques de cemento sobre los que se montarán las diferentes tiendas. España no descarta una solución similar, como elevar el terreno.

Los marineros del Pizarro y del Aragón han sido testigos, durante su travesía del Adriático, del gran movimiento de barcos y de aviones que despegan de los portaaviones para bombardear posiciones enemigas en Yugoslavia. "Tenemos prohibido utilizar los teléfonos móviles desde nuestra salida de España, pues los aviones de guerra electrónica pueden detectar la señal y dar con nuestra posición exacta", dice un oficial en el puente del Pizarro. Lo que no explica es el porqué de esa orden, pues Belgrado no dispone de un solo avión espía sobre la zona. Eso, para los serbios, es ciencia-ficción. Siglo XXI.

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