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Reportaje:

'Yes, we can' a la griega

La corrupción, la recesión económica y el descrédito del Gobierno alimentan la necesidad de un cambio

María Antonia Sánchez-Vallejo

En un país en el que el voto es obligatorio llaman la atención las pancartas colgadas a la entrada de un par de facultades de Atenas, invitando a la abstención en las urnas el próximo domingo. Este pequeño gesto de desobediencia es uno de los rostros que reviste el descrédito de los políticos, el descontento popular, el malestar instalado en las calles de Grecia. Las pancartas se exhiben en la facultad de Económicas y en el Politécnico, dos de los principales escenarios de la rebelión juvenil que en diciembre puso en jaque al Gobierno de centro-derecha de Costas Karamanlis.

Pero al descontento de la llamada generación de los 700 euros -la mejor preparada, y peor pagada, del país- se añaden innumerables deméritos en el expediente con que Nueva Democracia, el partido de Costas Karamanlis, se acerca a las urnas. El económico reviste especial importancia: la tasa de paro ronda el 9%, la producción industrial ha retrocedido 9,2 puntos en un año y la actividad en el sector de la construcción, ha caído más de un 25% en idéntico periodo, según datos del Servicio Nacional Estadístico.

Los JJ OO de 2004 modernizaron el país y dejaron una ristra de escándalos

Los Juegos Olímpicos de 2004, que dotaron al país de modernas infraestructuras como el nuevo metro y la ronda de circunvalación urbana de Atenas, dejaron también muchas cuentas pendientes, entre ellas la del llamado caso Siemens, que aún investiga la justicia. Junto con el caso Vatopedi, la venta irregular de terrenos de un monasterio que forzó la dimisión de dos altos cargos y una remodelación del Gobierno, el escándalo Siemens (pagos por parte de la empresa alemana de más de 100 millones de euros en comisiones a funcionarios griegos para obtener contratos en los Juegos Olímpicos) ha empañado aún más la gestión de Karamanlis y del partido que lo respalda.

Es precisamente esa identificación entre Gobierno y partido una de las lacras del sistema político griego, subrayan algunos observadores. Tal vez por eso Yorgos Papandreu, candidato a ocupar la residencia de Megaro Máximo (equivalente al palacio de La Moncloa), anunció anteayer que su Gobierno marcará una clara línea divisoria entre el poder del Estado y los partidos, incluido el suyo, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok). Thalia Dragonas, profesora de Psicología Social de la Universidad de Atenas y parlamentaria socialista, define el desafío de una nueva manera de hacer política con una sola frase: "Yes, we can" (sí, podemos). ¿Como Obama? "Sí, tan sencillo como eso. Se trata de un concepto, de un espíritu y una voluntad nuevos, porque estamos parados desde hace años y las cosas hay que cambiarlas de raíz. Grecia necesita un cambio en la educación, en la inmigración, y no sólo desde el punto de vista político sino también humano, ciudadano; en la sensibilidad de género o hacia los homosexuales, a los que los políticos no se dirigen nunca, como si ésta fuera una sociedad únicamente heterosexual".

¿Papandreu, el Obama griego? Responde Spyros Kouvelis, encarnación del nuevo Pasok y probable titular de Medio Ambiente si su jefe de filas es elegido primer ministro: "Sentimos profundamente el yes, we can, estamos convencidos de ello, desde Papandreu hasta cualquiera de nosotros, porque ésta es la oportunidad para un gran cambio, un cambio que Grecia necesita y demanda". "Una revolución verde está en marcha", anuncia Kouvelis. Y no sólo en lo que se refiere al medioambiente, parece, porque el verde es el color del Pasok.

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Un hombre, junto a un cartel de Karamanlis en Atenas.
Un hombre, junto a un cartel de Karamanlis en Atenas.REUTERS

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