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Columna
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Los arrebatos de Sarkozy

En Occidente, y notablemente en la Europa más desarrollada, reina una convicción hoy ya casi genética de que en el antiguo mundo colonizado todas las instancias de poder juegan en ligas inferiores. El último caso en el que un país del Primer Mundo -la Francia, cuna de los derechos humanos- reclama un trato de favor a otro menos adelantado materialmente -el México, ya plenamente democrático- se mezcla con la hiperactividad de un presidente, Nicolas Sarkozy, cuya ansia de estar en todo, marinada en este caso de probable preocupación electoral, ha sido la causa de un fiasco diplomático.

El caso parecía, en principio, relativamente menor. Una ciudadana francesa, hoy de 36 años, fue detenida en 2005 in fraganti, con su compañero sentimental y otras personas que aseguraron estar secuestradas por la pareja. Florence Cassez, tras una serie de apelaciones y juicios de amparo, y de que una larga lista de testigos y víctimas confirmara ante los tribunales su complicidad en el delito, está cumpliendo 60 años de reclusión en México. Hasta aquí, el mundo como es. Pero el presidente francés veía las cosas de forma diferente.

El eurocentrismo resulta ser el enfoque menos indicado del 'caso Cassez' para dirigirse a México

Desde 2009, París viene ejerciendo presiones, reclamaciones, protestas y, en general, petulancias pidiendo la revisión del proceso o el traslado de la acusada a Francia para servir el resto de la condena. No sería la primera vez que algo así sucede, pero raramente con tanta luz y taquígrafos; la diplomacia suele obrar con mayor cautela. Y el último puñetazo sobre la mesa de Sarkozy ha consistido en dedicar las celebraciones culturales de 2011, Año de México en Francia, con más de 360 actividades, a Florence Cassez. ¿Creía el presidente francés que el Gobierno mexicano iba ante esa decisión a permanecer indiferente?

La exposición Las máscaras de jade mayas que debía abrirse el pasado 1 de marzo, tuvo que anularse apenas unos días antes por un aviso telefónico del embajador mexicano en Francia. Y eso significa no solo que México ya no prestaba las obras a exponer, sino que, como está haciendo con otras manifestaciones, retiraba su participación económica. Lo habitual es que el país al que se le ofrece ese magnífico escaparate mundial -la Pinacoteca de París para la citada exposición- pague los gastos de traslado y promoción, para lo que México ya había destinado 22 millones de euros, en lo que iba a ser un despliegue de cultura e historia ante el mundo entero. Pero está dispuesto a perderlos por defender la reputación de su justicia. El presidente mexicano, Felipe Calderón, ha advertido que no se va a "someter" a las exigencias francesas, al tiempo que rogaba un "respeto" a las instituciones de su país.

Sarkozy, que ha anunciado que pedirá la extradición o traslado de la condenada a Francia por tratarse de "un caso humanitario", no se ha privado, sin embargo, de recibir 10 veces a los padres de Cassez, con una falta de tacto que aún empeora la situación. México mantiene, por su parte, que no es posible el traslado de acuerdo con la Convención de Estrasburgo, porque Francia introdujo una reserva a la misma, según la cual a los extraditados se les podría aplicar una pena acorde con la legislación del país, lo que permitiría incluso el indulto, en este caso con grave mofa de la justicia mexicana.

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Pero, aparte de la bulimia presidencial, de las mejores intenciones de Sarkozy, y de sus inquietudes de imagen, subyace una asignatura pendiente entre Europa y América Latina, a la que tampoco es ajena España. Ya en los cronistas de Indias latía un convencimiento de que todo en el continente era una versión depauperada, flora, fauna y equipo humano, de sus equivalentes en Europa o en los continentes ya visitados por europeos.

Ese sentimiento tenía que ver con el estado de naturaleza y el paganismo en el que vivían sus habitantes, lo que también era una justificación para la conquista y evangelización de esas tierras. Pero menos comprensible es aún que en el siglo XVIII naturalistas como el francés Buffon trataran de dar base científica a esa teoría de la innata inferioridad de todo lo que es nativo de América. Y la tumultuosa historia del XIX que siguió a las independencias, cuyos bicentenarios ahora se conmemoran, habrá servido para remachar un clavo que por subconsciente no resulta menos inapropiado.

América Latina es -incluso hasta hoy la Bolivia de Evo Morales- un país de Occidente, en el que hay cosas que se hacen bien y otras que se hacen mal. Como aquí. Pero el eurocentrismo resulta el enfoque menos indicado para dirigirse a la gran nación de lengua castellana que es el México contemporáneo.

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