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Una avalancha de peregrinos causa al menos 345 muertos en La Meca

Más de 2,5 millones de fieles musulmanes han viajado este año a la ciudad santa

La sagrada peregrinación a La Meca (Arabia Saudí), que los musulmanes deben realizar al menos una vez en la vida, volvió a teñirse ayer de sangre y muerte entre los más de 2,5 millones de personas que han acudido este año a celebrarla. Al menos 345 fieles murieron en una nueva avalancha ocurrida en el puente de Yamarat. Abarrotado de peregrinos, este puente, desde el que las multitudes apedrean al diablo -representado en tres grandes pilares-, se convierte anualmente en una trampa en la que pierden la vida centenares de musulmanes.

Según el ministro saudí de Sanidad, Hamid Ben Abdalá al Manei, además de los muertos hay 289 heridos. El ministro indicó que la razón de la estampida fue el intento de algunos peregrinos de recuperar sus equipajes, caídos al suelo. Desoyendo la prohibición, numerosos fieles se acercaban cargados al puente para cumplir con el ritual conocido como la lapidación de las tres columnas de Satán.

Eran las 12.45 en La Meca, justo tras la plegaria del mediodía, y la mayoría de los 2,5 millones de peregrinos que abarrotaban el lugar pretendían cumplir entre el mediodía y el ocaso de Sol -como manda la tradición- con el apedreamiento de las tres yamarat, las tres columnas que representan a Satán, en la localidad de Mena.

A la entrada del puente que las autoridades saudíes habilitaron hace años para doblar la superficie desde la que se pueden apedrear las tres columnas, creando así dos pisos, se produjo una gran aglomeración. Algunos equipajes cayeron al suelo -según los testigos y las autoridades saudíes- y los peregrinos, al detener su marcha para recogerlos, hicieron tropezar a los que venían detrás, y éstos a los siguientes, convirtiendo el puente en una trampa mortal.

"Yo sólo sé que me caían los muertos encima y tenía las piernas agarrotadas, no paraba de gritar y nadie me oía, hasta que vino un soldado y me sacó de aquel montón de cadáveres", relató el peregrino paquistaní Esham Chan Alí, que mostraba su cuerpo lleno de magulladuras. A su lado, camiones frigoríficos cargaban sin cesar cadáveres cubiertos con sábanas blancas, mientras que otros camiones se encargaban de recoger los cientos de equipajes perdidos, entre los que había una silla de ruedas con los ejes torcidos, seguramente destrozada en la avalancha.

A juzgar por las nacionalidades de los heridos que los periodistas pudieron visitar en el hospital más cercano, entre los muertos puede haber paquistaníes, indios, argelinos, egipcios, turcos, sudaneses y palestinos, pero no hay todavía ninguna confirmación oficial al respecto. En el año 2004, otro accidente en el mismo lugar causó la muerte de otros 244 peregrinos, en este caso porque el puente no resistió el peso de la multitud.

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El ritual del apedreamiento

El ritual del apedreamiento de las columnas consiste en que los peregrinos, en momentos muy señalados -y ayer era uno de ellos-, tienen que acercarse y lanzar siete guijarros del tamaño de un garbanzo a cada una de las columnas, en imitación a lo que Abraham hizo cuando el Diablo quiso tentarle tres veces para que no obedeciera a Dios, que le ordenaba matar a su hijo.

El ritual del apedreamiento es un absoluto caos. Miles de peregrinos entran hacia las columnas por el mismo sitio por donde otros salen; todos se chocan entre sí; las personas se agarran con fuerza unas a otras para no perderse entre la muchedumbre, formando grupos compactos que arrollan a quien se ponga por delante.

Las autoridades saudíes repiten sin cesar por la megafonía en los idiomas más frecuentes entre los peregrinos -árabe, turco, farsi y urdu- que no deben acercarse con los equipajes para no molestar al prójimo y que deben abandonar el lugar en cuanto hayan terminado de lapidar al Diablo. Sin embargo, los numerosos peregrinos ilegales, que acampan de forma irregular en la vía pública y ayer molestaron a las ambulancias que debían llegar al lugar, se trasladan de un lado para otro con su equipaje a la espalda por miedo a extraviarlo.

Mientras los equipos de rescate contaban cadáveres, cientos de miles de peregrinos, ajenos a lo sucedido, seguían subiendo el puente con sus bultos al hombro y las piedrecillas en la mano, resueltos a cumplir con el rito. Incluso algunos heridos en el hospital, que habían perdido todo contacto con sus compañeros en el accidente, no habían extraviado, sin embargo, la bolsita de guijarros con la esperanza de apedrear a Satán en cuanto abandonasen el hospital.

Cadáveres de las víctimas de la avalancha humana yacen cubiertos con sábanas en La Meca.
Cadáveres de las víctimas de la avalancha humana yacen cubiertos con sábanas en La Meca.ASSOCIATED PRESS

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