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La batalla por el escaño de Edward Kennedy mantiene en vilo a Obama

La posible derrota demócrata en el Senado de EE UU amenaza la reforma sanitaria

Sin ningún riesgo de exagerar, la suerte de la reforma sanitaria y, con ella, de la gestión de Barack Obama y del futuro del Partido Demócrata de EE UU depende de lo que ocurra hoy en las elecciones especiales para un escaño del Senado en el Estado de Massachusetts, donde el candidato republicano está ligeramente por delante en las encuestas.

Una derrota esta noche en un Estado mayoritariamente progresista y demócrata sería no sólo la pérdida de un escaño que la familia Kennedy ha ocupado desde 1953, sino, muy probablemente, el final de la ley sobre el nuevo sistema de salud y el signo más ominoso sobre la popularidad de esta Administración justo en la víspera del primer aniversario de la histórica asunción del primer presidente afroamericano.

La victoria del candidato republicano, Scott Brown, que ayer tenía cuatro puntos de ventaja en los sondeos, significaría que los demócratas se quedarían con 59 escaños en el Senado, uno menos de los que necesitan para aprobar la reforma sanitaria. El Senado ya votó a favor de esa ley en la Nochebuena pasada, pero el texto aprobado era diferente al que previamente había adoptado la Cámara de Representantes, por lo que es necesario reconciliar ambas versiones y someter el resultado de nuevo a votación en ambas cámaras. Es un trámite que no debería ser complicado y que estaba previsto culminar en un par de semanas más. Pero ahora, si los demócratas pierden la mayoría de 60 votos que necesitan en el Senado, todo el penoso trabajo hecho durante un año para cambiar el modelo sanitario, al coste de minar gravemente la popularidad del presidente, puede irse al garete.

No es necesario insistir en las enormes repercusiones políticas que una cosa así podría provocar. En caso de ser derrotados en las elecciones que se celebran para llenar el asiento ocupado hasta su muerte, el año pasado, por Edward Kennedy, los demócratas podrían aún intentar votar la ley en el Senado durante el tiempo que se requiere para certificar la votación de Massachusetts, alrededor de un mes. Es decir, podrían hacer que votase el senador que ahora ocupa provisionalmente ese escaño. Pero nadie ignora el escándalo que tal maniobra desencadenaría.

Los demócratas parecen, pues, estar en manos de lo que los votantes de Massachusetts decidan y sólo les cabe rezar para que el electorado entienda la responsabilidad que ha asumido y acuda masivamente a las urnas. Una participación alta sería una buena noticia para el Gobierno, puesto que el número de registrados demócratas triplica el de republicanos en un Estado que no ha elegido un senador de la derecha desde hace 38 años.

Los republicanos saben que su victoria esta noche sería un gran revulsivo sobre el que planificar su reconquista de la mayoría parlamentaria en noviembre. Han planteado, por tanto, estas elecciones como un referéndum sobre la gestión de Barack Obama.

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Los datos indican que tienen razón. La candidata demócrata, Martha Coakley, partió con más de 40 puntos de ventaja y tenía 30 hace apenas un mes. Tan clara era su victoria que descuidó un poco su campaña, lo que permitió al rival construir una sólida opción de victoria fustigando a Obama y, especialmente, su reforma sanitaria. El problema no parece ser Coakley, que había sido elegida fiscal general en 2006 con el 73% de los votos, sino la Casa Blanca.

El propio Obama se ha dado por aludido y el domingo participó en un mitin a favor de la candidata demócrata en el que mencionó la trascendencia de estas elecciones y recordó todo lo que se ha hecho en un año para corregir el desastre de los ocho anteriores.

Esta batalla tiene, además, el valor simbólico de pelear por el escaño que tuvo primero John Kennedy y que desde 1960 ocupó su hermano Edward, precisamente el gran campeón de la reforma sanitaria.

La candidata demócrata al Senado, Martha Coakley, junto a Obama en un acto el domingo en Boston.
La candidata demócrata al Senado, Martha Coakley, junto a Obama en un acto el domingo en Boston.AP

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