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Reportaje:Protesta social en Francia

Así se bloquea un instituto

Los alumnos de bachillerato cierran los centros con vallas y cubos de basura antes de acudir a marchas de protesta

Antonio Jiménez Barca

Todos los días laborables, desde el martes pasado, los estudiantes del Liceo Voltaire, en la avenida de la République, en el este de París, se citan a las siete de la mañana. Falta una hora para que empiecen las clases. Comienza entonces una asamblea improvisada en la calle en la que los estudiantes de bachillerato deciden si se suman a la huelga o no ese día, para protestar por la reforma de las jubilaciones que promueve el presidente Nicolas Sarkozy. Desde el martes pasado, siempre han votado que sí. Cada día. Después, votan sobre si bloquean el instituto para impedir que pase nadie y que haya clases. También han votado que sí siempre.

De inmediato, todos se desperdigan por las calles del barrio, por los alrededores del instituto, para buscar cubos y contenedores vacíos dejados esa noche en las entradas de los portales por el camión de la basura, o vallas de obras en marcha. Cargan con todo, vuelven a los pocos minutos —en todo caso antes de las ocho— y forman con lo recogido una suerte de barrera que bloquea la puerta para todo el día. Entonces, por turnos, los chicos se suben a los cubos y con un megáfono se arengan unos a otros. Un día más —y así será hasta el martes que viene al menos—, el Liceo Voltaire se cierra.

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"Hacemos esto sin que nadie nos manipule, a base de asambleas. Dejamos que entren a clase solo los alumnos de primaria o algunos que tienen clases especiales", explica Myrtille Revê-mont, de 15 años, apoyada en la barandilla que separa la acera de la calle, enfrente del instituto bloqueado. "También cortamos el tráfico a las ocho de la mañana. Un rato solo. Hasta que llega la policía". Belal Saber, colocado a su lado, añade: "Nadie nos ha dado consignas de nada. Pero protestamos porque esta reforma nos perjudica. Nos quita trabajo. O nos lo quitará. Y además, perjudica a nuestros padres. Por eso también protestamos. Por ellos".

Varios miembros del Gobierno han salido ya al paso de este argumento repetido por los jóvenes. El último en hacerlo fue el ministro de Agricultura, Bruno Le Maire, que aseguraba ayer en una entrevista en el diario Le Monde: "El Partido Socialista hace creer que la retirada de los mayores deja paso y trabajo a los jóvenes. Eso es falso. Todos los ejemplos europeos lo demuestran. El trabajo crea trabajo".

A los jóvenes que ayer, junto a los trabajadores franceses, se manifestaron en París (25.000, según un sindicato de estudiantes) las palabras del ministro no les convencen. Precisamente ellos gritaron más que nadie en contra del retraso de la jubilación. Pidieron, con 16 o 17 años, el retiro a los 60. Dos de ellos lo hicieron con una canción que los demás bailaban. Cada pelotón de alumnos desfilaba detrás de una pancarta en la que figuraba, casi exclusivamente, el nombre de su instituto, a modo de bandera de enganche.

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Acudieron los del Liceo Delacroix, los del Gabriel Fauré, los del Ponticelli, o los del Voltaire. Es decir, todos los adolescentes parisienses y de las afueras de la capital que cada mañana, una hora antes de que empiecen las clases, votan y se pierden luego por las calles en busca de cubos de basura para formar con ellos una barricada que bloquee la puerta de su instituto.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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