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Columna
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Al calorcito del euro

Andrés Ortega

¿Qué hubiera pasado en las últimas semanas de no haber existido el euro? Con la crisis política italiana, la lira se hubiera ido al garete, y tras el agujero descubierto en la Société Générale, el franco francés se hubiera tambaleado. No digamos la peseta cuando el Gobierno decidió retirar las tropas españolas de Irak, pues en parte se puede decir que el euro permitió suavizar esa retirada al hacernos menos vulnerables. Y ante las últimas turbulencias en los mercados, pocos no se hubieran dejado tentar por unas devaluaciones competitivas de sus monedas. Sí, estos días podemos ver lo que vale el euro como elemento protector, aunque no sirva para esquivar los vaivenes bursátiles.

A la moneda única aún le falta perfil político. Su introducción ha hecho subir los precios

"La moneda única nos protege de los shocks exteriores", decía recientemente el comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia. Le faltó añadir: también de algunos interiores. Y si la situación económica empeora, la zona euro "dispone de más margen de maniobra para reaccionar" gracias a la consolidación presupuestaria de la mayoría de los países.

Por eso la cumbre informal el pasado martes en Londres del supuesto directorio europeo -Brown, Merkel, Sarkozy y Prodi (más Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, pero que no es la personificación hegeliana de la idea de Europa)- tenía algo de falso. Para empezar, el país anfitrión, el Reino Unido, no está en la moneda única, e incluso su primer ministro pareció utilizar esa cita para tapar su vergonzante firma (tarde, sin los demás) del Tratado de Lisboa y el intento de que su ratificación pase inadvertida en el Parlamento de Westminster. Prodi se tambalea. Y Sarkozy y Merkel no acaban de entenderse. Así, no se hace un directorio que aunque no se llamase así sería algo útil, y al que se tiene que incorporar España.

Ahora bien, con directorio o sin él, en la UE de los Veintisiete cuenta hasta el más pequeño. El reparto del peso ha cambiado en el Tratado de Lisboa, con los más poblados con más votos, pero no evitará escapar a la tediosa búsqueda de consensos o mayorías entre los Veintisiete. Eso es la UE.

Para reflejar la nueva realidad, en Londres o en otros lugares, tenía que haber estado presente el Eurogrupo, de los países del euro, al menos su presidente, el primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker. Al euro, aún le falta perfil político. La introducción del euro ha hecho subir los precios en todos los países que lo han adoptado. También trajo consigo una notable bajada de los tipos de interés que si suben ahora es por las turbulencias de los mercados, la contracción crediticia y la subida de los préstamos entre bancos. Pero el euro nos ha protegido, no sólo de hacer tonterías nosotros, sino de que nos las hagan. De momento, el Banco Central Europeo (BCE) no baja los tipos de interés. Ante el rebrote de inflación, nadie se lo pide, salvo los franceses, y en esto casi nadie les sigue. Lo que haría que el BCE bajara los tipos sería una crisis económica más grave o que el dólar se derrumbase.

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Estamos cambiando con el euro. Pero falta pensar en europeo. Hoy, como señalaba un analista español, "el superávit comercial alemán también es nuestro". El propio Almunia cree que la UE, y especialmente el Eurogrupo, tiene que hacer valer su propio peso. Pese a estar prevista en los tratados, no hay supervisión europea, no digamos ya global, de las entidades financieras y crediticias. Sigue siendo básicamente nacional, lo que resulta insuficiente.

Europa puede avanzar sin complejos. Desde hace unos años, Estados Unidos era el ejemplo a seguir. En estos momentos, ya no. Varios de los países europeos, en particular los nórdicos (algunos de los cuales aunque no estén en el euro están pegados a él), están a la cabeza de los logros en materia de competitividad y justicia social. Pero no hay que perder de vista que estamos en una economía globalizada. Los 400 euros de más para el consumo del contribuyente, si realmente se consumen, acabarán en una gran parte en manos de los chinos o asiáticos si se gastan en la compra de nuevos televisores, móviles o ropa. Lo mismo puede pasar con Estados Unidos, con el paquete de estímulo fiscal, pero justamente por eso lo espera el resto del mundo, para que los consumidores norteamericanos sigan tirando del resto.

Hemos cambiado de estructuras monetarias. No aún de estructuras mentales. Aunque quizás el mayor problema de Europa, de la idea europea, es que le falta narrativa y aburre. Se puede morir de éxito; también de aburrimiento. www.elboomeran.com

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