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Los derechos humanos en Cuba
Columna
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'El castrismo es cosa de dos

Es convencimiento bastante universal que la apertura en Cuba no será posible al menos hasta que Castro el Mayor cumpla su último aniversario. Pero, al mismo tiempo, no faltan voces autorizadas que afirman que la liberación de 17 de un cupo de 52, que debería en las próximas semanas o meses extenderse a los 167 presos de conciencia en la isla, marca una vía sin retorno que prueba que Castro el Menor actúa ya sin cortapisas ancestrales. Si es así, ya le está debiendo al país una reforma a fondo.

La liberación, que en realidad es un exilio porque los presos viajan todos a España, sí conduce, sin embargo, a notables constataciones. Al presidente Raúl Castro no hay que agradecerle que ceda en un terreno en el que Cuba no debería haberse adentrado nunca. Pero sí hay que agradecérselo al ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y a la sufrida jerarquía católica cubana, que han demostrado que esa es la vía para tratar con la Gran Antilla y no la política de hostigamiento a la que se había apuntado la UE en 1996. Discutir qué es más conveniente y eficaz para que La Habana se mueva, si adoptar una postura agresiva bajo la cobertura de la defensa de los derechos humanos o buscar alguna complicidad comprensiva de los dirigentes castristas, ya no es serio. La presión de lo externo encastilla lo interno, y a ningún propósito sirve contribuir a que sean aún más duras las condiciones de vida en la isla, aparte de que, por mucha dictadura que sea, Cuba goza de plenos derechos soberanos y no es misión de la UE ni de Estados Unidos ni de nadie promover un cambio en el país; ¿qué es más importante, entrevistarse con unos disidentes cada vez que un dignatario occidental visita la Gran Antilla, o que salgan los presos políticos? ¿En qué mejora la situación de los presos o de los cubanos en general ese brindis al sol?; si hay dudas, que se lo pregunten a los liberados y sus familias. Y el propio disidente Fariñas está diciendo que así es cuando abandona su longeva abstinencia de alimentos sólidos.

Es razonable que la diplomacia española asuma la cartera de 'negocios cubanos
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El problema del castrismo es que no tiene una sucesión en puertas, sino dos. Tanto si manda con plena libertad el presidente como si no, nadie se atreverá a negar que la eventual desaparición del Fundador constituirá un hito, tras el que nada volverá a ser igual. Pero ¿dónde está escrito que deba desaparecer antes el Mayor que el Menor? El castrismo se apoya en dos patas, tanto si una de ellas renquea y la otra esté tan flamante, por lo que es muy probable que las transiciones tengan que ser dos.

La diplomacia española, con el respaldo bienaventurado de la Iglesia, tiene el derecho por historia y conocimiento de convertirse, con permiso de la señora Ahston, en ministro colectivo de asuntos exteriores europeo para la cuestión cubana. Lo bueno sería que la acción internacional de España reposara sobre un consenso del partido en el poder y el principal partido de la oposición, y que un cambio de caras en el Ejecutivo no afectara fundamentalmente a su mantenimiento. Pero desde 1996 no es así en lo que respecta a Cuba, cuando el entonces líder del PP, José María Aznar, decidió que la democracia se defiende acosando a los que no la practican. No parece que eso funcione con La Habana. Y si ahora Moratinos consigue que se levante esa hipoteca europea, que no producía rédito alguno, puede ser un nuevo motivo de extrañamiento entre los dos partidos.

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Castro, la síntesis del Mayor y el Menor, o cualquiera de ellos por separado, no ha correspondido suficientemente a la posición del Gobierno de Madrid. Una demostración de que Raúl Castro es presidente de sí mismo, consistiría en el aligeramiento de las condiciones en que se mueve la oposición pacífica y democrática en la isla; no solo expulsar a los encarcelados por disidencia sino eliminar, por ejemplo, los artículos 72 y 73 del código penal, que establecen la presunción de culpabilidad antes que la de inocencia de los sospechosos. Y puesto que a la inmensa mayoría de los 27 miembros de la UE Cuba les tiene sin cuidado, es más razonable todavía que se le deje a España que asuma la cartera de negocios cubanos.

Nadie está más capacitado en Europa para opinar sobre Cuba que los españoles. Pero para ello convendría que primero se pusieran de acuerdo.

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