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Reportaje:

El coste de reconstruir Chechenia

Ramzán Kadírov, acusado de secuestros, torturas y asesinatos y fiel aliado de Rusia, toma posesión como presidente checheno

La primera impresión que se lleva el que conoció la destruida capital chechena es de incredulidad. Simplemente no puede ser: aquella ciudad en ruinas, al menos en su parte central, es cosa del pasado. La reconstrucción de Grozni, que parecía una misión imposible, es hoy una realidad. Y el artífice de ella, que algunos califican de milagro, es Ramzán Kadírov, el hombre fuerte de Chechenia que ayer fue coronado en una pomposa ceremonia que, curiosamente para el observador de fuera, no se celebraba en Grozni, sino en Gudermés. Ramzán eligió su feudo y, más aún, su propia residencia para jurar como presidente y acabar de legalizar una situación que existía desde hace ya tiempo. Prácticamente desde la muerte de su padre -quien encabezó la república después del triunfo militar de los rusos y que murió en un atentado durante la conmemoración de la victoria rusa en la II Guerra Mundial- era quien de hecho tenía el poder en Chechenia.

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Sin embargo, hubo que esperar a que cumpliera 30 años en octubre pasado -la edad mínima estipulada en la Constitución- para que Vladímir Putin lo nombrara presidente de Chechenia.

Los defensores de derechos humanos recibieron horrorizados la noticia: Ramzán Kadírov ha sido acusado en numerosas ocasiones de ser responsable de secuestros, torturas y asesinatos.

Pero el lobo de pronto se vistió con la piel del cordero y arremetió contra una de las estructuras policiales -la ORB-2- que no se le sometía, acusándola de practicar torturas. Su clausura será un paso positivo, aunque Kadírov trate de cargarse al ORB-2 no por estar en contra de sus métodos -que sus mismos hombres practican-, sino porque es una de las pocas estructuras policiales chechenas que se subordinan al poder federal y no a Chechenia.

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Los métodos de Kadírov poco tienen que ver con la legalidad, pero no se puede negar que está consiguiendo los objetivos que se ha propuesto. El cambio en la capital es realmente impresionante: el centro de Grozni está lleno de cafés, y la gente ya no desaparece de las calles de la capital en cuanto oscurece, como hasta hace poco.

El precio que el pueblo checheno debe pagar por este progreso es grande: total sumisión al nuevo déspota, que tiene hoy día un poder absoluto en Chechenia. Kadírov actúa como si la república fuese independiente: permite la poligamia -hasta cuatro esposas, como buen musulmán-; ha dictaminado que las funcionarias deben cubrirse el cabello; ha lanzado una campaña contra la venta de bebidas alcohólicas. Pero, naturalmente, no da a estas reglas forma de ley, porque contradicen a las federales, pero esto no es un obstáculo para imponerlas.

Kadírov llegó incluso a quejarse ante el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, de los métodos del ORB-2 cuando el comisario viajó a Grozni en marzo pasado. "Mis numerosos intentos para frenar las actuaciones ilegales de esa estructura generalmente se interpretan como el deseo de subordinarla a mi persona", se lamentó. Dos semanas más tarde, Kadírov anunció que se había incoado una causa penal por torturas contra el ORB-2.

Una portavoz de la organización de derechos humanos Memorial, aunque sin hacerse ilusiones, opina que "es bueno que el Gobierno checheno" haya comenzado a hablar del problema de las torturas. Sea como fuere, es indiscutible que con los ataques contra el ORB-2, Kadírov desea matar dos pájaros de un tiro: deshacerse de esa estructura que no se le subordina y culparla a ella de todas las cosas repugnantes que la policía ha venido haciendo.

Ayer, en su discurso de toma de posesión, Kadírov consideró necesario distanciarse nuevamente de los abusos cometidos y declaró que uno de sus objetivos principales es el respeto a los derechos humanos y las libertades individuales.

¿Cómo ha logrado el milagro de la reconstrucción de Grozni? Ilegalmente, por supuesto. Convirtiendo la extorsión en un instrumento oficial: toda persona que trabaja está obligada a entregar una cierta cantidad de dinero a la Fundación Ahmad Kadírov, que formalmente encabeza la viuda del ex presidente checheno y madre del actual, pero que todos asocian con Ramzán.

La población protesta contra esta situación, pero no demasiado. En la plaza Ahmad Kadírov, Salaudín, un empleado de una empresa eléctrica, asegura que su sueldo oficial es de 5.000 rublos (unos 146 euros), pero que limpios recibe sólo 2.800. El resto va a la Fundación. Pero Salaudín muestra con un gesto de la mano la plaza construida en una zona céntrica, antes completamente destruida por la guerra y, al frente, la mezquita que se está construyendo y que, según aseguran las autoridades, será la mayor de Europa, y dice: "Ve usted, por lo menos sabemos adónde va la mayor parte del dinero, a mejorar la ciudad".

Es verdad que todavía no han desaparecido todas las ruinas y que en los barrios periféricos las huellas de las dos guerras todavía están a la vista, pero poco a poco también allí llegan los constructores. Por lo demás, como reconocen los que critican esta forma de extorsión oficial, el sistema es "justo" en el sentido de que quien más dinero tiene -especialmente los comerciantes- más debe contribuir a la Fundación Kadírov.

Kadírov jura el cargo en Gudermes.
Kadírov jura el cargo en Gudermes.EFE

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