_
_
_
_
_

Los democristianos se niegan a dar la mayoría parlamentaria a Berlusconi

El primer ministro afronta unas elecciones anticipadas si no logra apoyo

Berlusconi prosigue su desesperada búsqueda de una nueva mayoría que le permita seguir gobernando sin depender de los 34 diputados rebeldes de Gianfranco Fini. Ayer, el primer ministro aseguró que muchos miembros de la UDC (democristianos) votarán a título individual junto al Gobierno en el Parlamento "contra la opinión de su propio líder", Pierferdinando Casini. Este replicó con una denuncia pública y una clara toma de distancia: "Berlusconi nos ha ofrecido de todo y más pero no estamos en las rebajas de fin de temporada", ironizó Casini. "Es hora de que el primer ministro abandone el delirio de autosuficiencia, reconozca que no tiene una mayoría y dimita".

Durante un encuentro con jóvenes del Pueblo de la Libertad trufado de chascarrillos machistas y con la vergonzante propina de un chiste sobre Hitler que fue muy aplaudido, Berlusconi se mostró confiado en el éxito de su campaña de captación de tránsfugas. Su Gobierno, afirmó, tendrá en la Cámara apoyo suficiente para aprobar los cinco puntos programáticos que llevará al Parlamento a final de mes.

"Nos ha ofrecido de todo para pactar", asegura el líder democristiano
"Es hora de que abandone el delirio de autosuficiencia", advierte Casini
Más información
Llegan a París 10 policías rumanos para abordar la inmigración gitana

Pero la partida está mucho más abierta de lo que parece. Desde Venecia, la Liga Norte mostró de nuevo las uñas y advirtió que si los finianos de Futuro y Libertad se niegan a aprobar la fiscalidad federal, "la única solución serán las elecciones anticipadas".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El escenario es inquietante para un Berlusconi atrapado entre tres fuegos: un Fini que le ofrece lealtad con condiciones como respetar el equilibrio entre el norte y el sur del país; una Liga Norte que le chantajea con el voto anticipado y presiona por la autonomía financiera del norte, y la necesidad de seguir gobernando para mandar una señal de estabilidad a los mercados de deuda cuando Italia debe colocar títulos soberanos por valor de unos 160.000 millones de euros entre septiembre y diciembre.

La gran pesadilla es que la Liga Norte, que siempre piensa y actúa siguiendo impulsos más regionales que generales, y más electorales que racionales, podría desconectar en cualquier rabieta el respirador del Gobierno del que forma parte. El ministro del Interior, Roberto Maroni, señaló ayer que si Berlusconi no obtiene 316 votos el 29 de septiembre, "se irá a las urnas".

Hasta ese momento, como demostró ayer la fiesta anual de los dirigentes de la Liga Norte y la pueril charla de Berlusconi con los cachorros de su partido ("somos un pueblo, no un partido, y por eso el PDL existe y existirá siempre", proclamó), todo parece susceptible de empeorar en la actual crisis política italiana.

Los jerarcas de la Liga convirtieron durante unas horas a la sublime Venecia en un cuartel vociferante, racista y antieuropeo. Hubo apelaciones a la limpieza étnica de los gitanos, insultos al Parlamento Europeo por su censura a las expulsiones de masa en Francia, reivindicaciones de las raíces cristianas y de los crucifijos en las escuelas e imprecaciones contra el "proyecto de islamización" anunciado por Gaddafi para Europa.

La función terminó con la tradicional ceremonia de la ampolla: ante la mirada de su hijo y delfín (al que él llama La Trucha), el líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, vertió agua del Po sobre las cabezas de sus ministros y presidentes regionales.

Silvio Berlusconi, con una simpatizante del Pueblo de la Libertad, tras un mitin en Roma.
Silvio Berlusconi, con una simpatizante del Pueblo de la Libertad, tras un mitin en Roma.AP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_