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Congreso del laborismo británico

La duda es más grande que Brown

El primer ministro, agobiado por su mala imagen, es incapaz de remontar los sondeos - El laborismo debate si dejar que siga o designar otro líder para un cuarto mandato

Hace un año, Gordon Brown fue recibido como un héroe en el congreso de los laboristas en Bournemouth. En sólo tres meses como primer ministro, le había dado la vuelta a los sondeos que auguraban una victoria conservadora en las próximas elecciones, había inyectado moral de victoria al laborismo y desconcertado a los tories hasta el punto de cuestionar la viabilidad de su joven y dinámico líder, David Cameron.

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Ayer, los laboristas arrancaron en Manchester su congreso de otoño más de 20 puntos por debajo de los conservadores, carcomidos por las dudas de si es mejor dejar que Gordon Brown pierda las elecciones de la forma más decente posible o dar un golpe de Estado para que un nuevo líder consiga el milagro de ganar un cuarto mandato o al menos evitar la mayoría absoluta de los tories y forzar un Gobierno de coalición.

Las razones del hundimiento de Brown son variadas. Algunas no son achacables a su personalidad, como el hecho de que los votantes no ven diferencias entre los partidos y que la estrategia del ex primer ministro Tony Blair de enterrar las diferencias ideológicas con los tories, tan beneficiosa para el laborismo en el pasado, es ahora perjudicial porque son ellos los que acumulan el desgaste de casi tres legislaturas en el Gobierno.

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Pero otras sí son responsabilidad directa de Brown, del que se dice que ha convertido Downing Street en un caos. Por encima de todo está su inmenso error de amagar el año pasado con elecciones anticipadas y luego dar marcha atrás, asustado por el repentino auge de los tories. "Eso creó la imagen de que Brown es incapaz de tomar decisiones", sostiene Tony Travers, director del Greater London Group de la London School of Economics (LSE). "Es un primer ministro que estudia muchísimo todos los detalles, pero que es incapaz de tomar una decisión. Todo lo contrario que Tony Blair. Eso hace muy difícil que le puedan asesorar. Por eso se le ve como una figura trágica. Una buena persona, con muchas aptitudes, pero anticuado e incapaz de aceptar consejos".

El primer ministro tiene problemas de comunicación, los votantes no saben si quiere ser como Blair o diferente, no se sabe cuál es su estrategia y muchos discrepan de algunas de sus decisiones, como no asistir a la firma del Tratado de Lisboa, pero firmarlo, regalar a los tories el papel de partido de las libertades para demostrar que es más duro que nadie con el terrorismo y, sobre todo, la supresión del tramo inferior del 10% del IRPF, perjudicando así a miles de potenciales votantes laboristas.

Muchos creen que Brown está políticamente muerto y que el partido está esperando el momento más adecuado para sacárselo de encima. Pero todo indica que, a pesar del ruido de sables que se ha oído en las dos últimas semanas, ese momento tardará algunos meses en llegar, entre otras cosas porque es impensable que el laborismo se descabece justo en estos momentos, en mitad de una crisis financiera mundial, por meros intereses de partido.

Entre laboristas que prefieren guardar el anonimato y analistas menos recatados parece estar forjándose el consenso de que, salvo un claro cambio de tendencia en los sondeos, Brown será descabalgado en los primeros meses del año que viene. En ese caso, el nuevo líder se vería obligado a convocar elecciones anticipadas cuanto antes. "Creo que Gordon Brown caerá en marzo y que habrá elecciones anticipadas en junio, coincidiendo con las europeas", vaticina Patrick Dunleavy, profesor de Ciencias Políticas de la LSE.

Entre los expertos hay consenso en que, si Brown es decapitado, su sustituto deberá convocar elecciones de inmediato. Brown no lo hizo cuando sustituyó a Tony Blair en junio de 2007, pero tenía el aval de que ya en las elecciones de 2005 se daba por hecho que el relevo ocurriría más tarde o más temprano. Pero, aunque el Reino Unido es un sistema de democracia parlamentaria y legalmente no habría problemas para que el Parlamento apoyara a un nuevo primer ministro, sería políticamente inaceptable que hubiera un tercer jefe de Gobierno en la legislatura. Ésa, además de la economía, es la razón por la que es muy difícil que Gordon Brown caiga ahora. Los laboristas necesitarían casi dos meses para elegir a un sucesor y es impensable que el nuevo líder convoque elecciones en pleno invierno o que intente gobernar sin convocarlas.

Además, los laboristas no pueden centrar en un debate sobre el liderazgo en el congreso que empezó ayer. "Lo peor que puede hacer el Partido Laborista en este congreso es lanzar el mensaje de que está obsesionado consigo mismo y con los sondeos", opina Sunder Katwala, secretario general de la Sociedad Fabiana, un think tank del ala izquierda moderada del laborismo. "El congreso de hace dos años estuvo dominado por la marcha de Tony Blair. El año pasado el debate no se centró en la agenda de Brown, sino en si iba a haber elecciones anticipadas o no. Si tienes tres congresos consecutivos hablando del cambio de líder, de calendarios electorales, o centrados en debates sobre el liderazgo, cuando lleguen las elecciones la gente nos va a reprochar que no le hemos dicho qué queremos hacer. Sería un criticismo muy justificado", advierte

"El congreso va a mostrar unidad porque el grueso de lo que no son los parlamentarios, es decir, los militantes, los delegados, quieren unidad. Por eso es muy probable que el liderazgo obtenga el genuino apoyo de las bases, para mostrar que el debate sobre Brown no debería ser en público. Pero el contraste entre el congreso del Partido Laborista y el evento que monten los medios sobre el congreso va a ser enorme. Y lo que la gente ve es el evento de los medios", dice.

La reunión de Manchester se abrió ayer con un buen augurio: J. K. Rowling, la multimillonaria autora de los libros de Harry Potter, ha decidido donar el equivalente a 1,33 millones de euros a los laboristas para premiar sus esfuerzos en la lucha contra la pobreza infantil. Es una buena noticia por dos razones: porque las finanzas laboristas están asfixiadas y porque lo que más puede ayudar al partido a recuperar a los desilusionados votantes de la izquierda en este momento es la imagen de que protege a los más desfavorecidos.

Paradójicamente, la crisis puede acabar convirtiéndose en una tabla de socorro para Gordon Brown si consigue convencer a la nación de que ha hecho todo lo posible para evitar el colapso de la banca y de que sus políticas se centrarán ahora en proteger a los de abajo. Aunque el Nuevo Laborismo ha abrazado con ardor la desregulación de los mercados financieros, la crisis de estos días cuestiona sobre todo el modelo de sociedad defendido por los conservadores. "La crisis económica favorece a Brown por su experiencia. Y es difícil que los tories puedan atacar al Gobierno por esta crisis", aventura Patrick Dunleavy. "Va a haber un debate sobre cómo manejar el capitalismo, pero sin que salgan alternativas", pronostica Tony Travers.

Gordon Brown atiende a los discursos durante la conferencia laborista ayer en Manchester.
Gordon Brown atiende a los discursos durante la conferencia laborista ayer en Manchester.REUTERS

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