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Columna
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La encrucijada iraní

"Los iraníes son más sofisticados de lo que solíamos pensar". Este comentario del viceministro de Defensa israelí responde a las revelaciones sobre las conversaciones entre israelíes e iraníes en torno a la cuestión nuclear. Esas conversaciones tuvieron lugar en El Cairo bajo la égida del OIEA. Llegaron en el momento oportuno para reforzar una fase más razonable y negociadora entre Irán y la comunidad internacional. Lo que está en cuestión es el aumento del número de centrifugadoras en Irán y el incremento de las cantidades de uranio poco enriquecido. El tira y afloja sigue siendo el mismo: por una parte Irán, que invoca los objetivos civiles de su programa; por otra, EE UU y Europa, que albergan serias sospechas sobre la existencia de un programa nuclear con fines militares. Irán se ha convertido en un maestro en el arte de alternar el palo y la zanahoria. En los días que precedieron a esta fase de negociaciones, los militares iraníes lanzaron misiles cuya evidente vocación es transportar bombas nucleares y cuyo radio de acción cubre desde Arabia Saudí hasta el sur de Europa.

Erdogan ha calificado a Ahmadineyad de pacifista, lo que confirma la nueva deriva de Turquía

Después se abrieron las conversaciones bajo la égida del OIEA. Éstas avanzaron bien y permitieron poner a punto un compromiso interesante: la mayor parte del uranio poco enriquecido por Irán sería transportado a Rusia para ser enriquecido allí y luego pasaría por Francia, antes de regresar hacia las futuras centrales nucleares iraníes. Este compromiso, que políticamente tiene el mérito de asociar a Rusia a los otros países que presionan a Irán, podría garantizar que el destino de ese uranio enriquecido sea civil. Pero, y aquí reside el quid de la cuestión, ¿se trata de un verdadero avance? ¿O de un nuevo episodio de la marcha de Irán hacia la obtención de armamento nuclear, allanado por maniobras que le permiten ganar tiempo para progresar en su objetivo militar?

En todo caso, una vez más, la cuestión ha quedado planteada: los firmantes del acuerdo alcanzado en Viena siguen esperando una respuesta oficial por parte de Irán. El único elemento del que disponen es una reflexión del presidente del Parlamento, Ali Larijani, que fue uno de los negociadores iraníes para lo nuclear, que explica que los occidentales intentan "imponer cosas" que su país no aceptará. Si otras voces se expresaran en este sentido, nos encontraríamos ante una maniobra que consiste en poner a la opinión pública como testigo de la buena voluntad de Teherán, cuando en realidad esto no tiene razón de ser. En este punto se impone una precisión técnica: el uranio enriquecido, cuando se destina a usos civiles, requiere una tecnología que los iraníes no tienen. Y tampoco intentan comprarla. Sólo aquellos que quieren toman al pie de la letra las proclamas pacíficas de Teherán.

Ésta es, en el plano internacional, la cuestión más grave y podría degenerar en un conflicto abierto. En primera línea está Israel, por supuesto, pues el presidente Ahmadineyad siempre se presentó, tanto en sus declaraciones como en sus programas, como un enemigo mortal de Israel; pero también hay que tener en cuenta a los Estados de la región que se sentirían amenazados por un Irán nuclear, especialmente a los países del Golfo, de mayoría suní, que no quieren un liderazgo chií iraní. En un segundo plano, de algún modo, están EE UU y Europa, que temen que la obtención de armamento nuclear por parte de los iraníes fuera la señal para una proliferación que la comunidad internacional, a través de la ONU, intentó evitar. Aparte de Pakistán e India, dos Estados nucleares en una situación permanente de conflicto larvado, y de Israel, hay varios países a las puertas de la energía atómica para uso militar, por ejemplo Turquía, Egipto o Argelia. Esta cuestión, es decir, la del programa militar diferido, sólo podrá resolverse si la comunidad internacional presiona. Y eso incluye a EE UU y a Europa, pero también a Rusia y a China. Una Rusia que es más ambigua, pues una parte del uranio iraní, cuando no los misiles, procede de Rusia, y eso que ella misma, a través de la situación de diversas repúblicas de Asia central, se vería amenazada por el chiismo iraní.

Por ahora, esperamos el análisis de la misión de investigación del OIEA, autorizada por Irán a visitar la recién descubierta planta nuclear de Qom, que Irán presentó como destinada a enriquecer uranio con fines civiles. Sin embargo, los expertos occidentales coinciden en que la capacidad de la planta parece demasiado reducida para alimentar una central civil. En este contexto, tiene lugar la visita del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que confirma un cambio radical en sus alianzas. El mandatario califica de "rumor" las sospechas sobre el programa nuclear de uso militar de Irán y denuncia a Israel, sospechosa de querer "devastar" el país de los ayatolás. Erdogan presenta a Ahmadineyad como un gran pacifista y confirma así que la nueva deriva de Turquía puede suponer un grave problema para la OTAN.

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Traducción de José Luis Sánchez Silva.

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