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Reportaje:

Los estudiantes ganan el pulso a Bachelet

Tras un mes de protestas, los jóvenes logran que el Gobierno chileno acepte crear un sistema educativo más igualitario

La rebelión de los estudiantes chilenos de secundaria, que en su cenit arrastró a cientos de miles de escolares, universitarios y profesores, terminó este viernes sin dramas y con todas las partes declarando su satisfacción. Para que finalizaran las manifestaciones -un mes de protestas, con colegios y liceos tomados por los pingüinos, como se llaman a sí mismos los escolares por su uniforme- fue determinante que la presidenta, Michelle Bachelet, tomara en sus manos la principal bandera de los jóvenes: la mejora de la calidad de la educación.

El portavoz de los escolares, Juan Carlos Herrera, anunció que se integrarán a la comisión que creó Bachelet para reformar la educación. "Sentimos que hemos ganado, que le hemos doblado la mano al Gobierno", afirmó Herrera, mientras Bachelet pidió a todos los sectores "trabajar unidos".

Cuando los estudiantes regresen a las aulas, a partir de mañana, "ya no serán los mismos de antes", sostiene la socióloga Marta Lagos, directora de la Corporación Latinobarómetro, ni "tampoco el Gobierno", que, como admitió el ministro del Interior, Andrés Zaldívar, estuvo "casi contra la pared" en el conflicto. Una encuesta mostró una caída de 7,5 puntos porcentuales en la aprobación de la gestión de Bachelet, aunque su popularidad sigue alta, en el 54,5%, muy próxima al resultado que obtuvo en segunda vuelta electoral del pasado 15 de enero.

En pocos días, un movimiento que partió en unos cuantos liceos de Santiago con la petición de gratuidad del bono escolar para el transporte público y de la prueba de acceso a la Universidad, abarcó todo el país. Creció de forma explosiva cuando los escolares, además de usar métodos clásicos de protesta, como ocupaciones de aulas y edificios y marchas, echaron mano de otros nuevos como diarios en Internet y mensajes de móviles. Habiendo dado en el clavo con los sistemas de convocatoria, los estudiantes lograron masificar las protestas reivindicando una reforma del modelo educativo dejado por la dictadura del ex presidente Augusto Pinochet en 1990. Este modelo consagra un sistema escolar con grandes diferencias de calidad entre los colegios a los que asisten los sectores de altos ingresos y los municipales de comunas pobres.

El sociólogo Augusto Varas, que realiza un estudio sobre la sociedad civil, atribuye esta movilización a un fenómeno generacional. Los jóvenes que ahora protestan "se formaron políticamente, cuando tenían entre 10 y 15 años, durante el Gobierno de Ricardo Lagos [2000-2006], que inició cambios de fondo al modelo neoliberal, al sostener que el acceso a la salud, educación y vivienda son bienes públicos". Aunque antes los estudiantes se habían movilizado en otros Gobiernos de la Concertación (la coalición de democristianos y socialistas que derrotó a Augusto Pinochet y abrió paso a la democracia en 1990), "por primera vez incorporaron demandas estratégicas, como la modificación de la ley educacional de la dictadura, y que se concreten derechos que surgen a partir de los avances logrados", agrega.

Varas atribuye la audacia de los escolares a que "son la nueva generación, los que no vivieron el golpe militar de Pinochet, no temen que la historia vuelva atrás y sienten que hay una democracia sólida". Si estos jóvenes de 15 a 17 años, de todas las tendencias políticas y organizados desde 2005, se sorprendieron con la acogida a su protesta, mucho más el Gobierno.

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El Ministerio de Educación primero minimizó la magnitud de las protestas, después cerró el diálogo con los escolares porque aparecían grupos violentos en las marchas y lo reabrió cuando la movilización creció. El ministro de Educación, Martín Zilic, un médico democristiano, envió a dialogar a la subsecretaria. Pero entonces los escolares dieron un portazo y exigieron y lograron la presencia de Zilic en las conversaciones.

Las autoridades finalmente debieron negociar. Por primera vez en sus 16 años de Gobierno, la Concertación enfrentó una protesta social que tuvo un apoyo popular del 83%, según los sondeos.

Bachelet, que durante su campaña ofreció un Gobierno capaz de oír a la sociedad, debió estrenar a la fuerza su "estilo ciudadano". Con los estudiantes, la estrategia fue absorber las demandas. La Moneda cedió y alteró su agenda, no en la medida que querían los jóvenes, pero sí lo suficiente para que sus padres, que apoyaron las protestas, quedaran satisfechos. Por la represión brutal a estudiantes y periodistas, la presidenta señaló su "indignación" y la policía apartó de sus cargos a dos jefes. A los ministros los reprendió en público al advertir que no quiere "improvisaciones". También les dijo: "Necesito un Gobierno que se anticipe a los problemas, no que reaccione ante ellos".

La ministra de la Presidencia, la socialista Paulina Veloso, considerada la mujer fuerte del Gabinete, explicó en una entrevista publicada por el diario El Mercurio que incluso la dictadura debió retroceder varias veces frente a demandas estudiantiles. "¿Cuál es la diferencia entre ayer y hoy, más allá de que el hecho se dé en dictadura o en un marco de democracia? Que entonces teníamos que doblarle la mano al Gobierno. En cambio, ahora no nos tienen que doblar la mano porque nuestro programa coincide con el planteamiento esencial de los muchachos", afirmó Veloso.

Estudiantes chilenos se manifiestan frente al palacio de La Moneda el pasado miércoles.
Estudiantes chilenos se manifiestan frente al palacio de La Moneda el pasado miércoles.EFE

El grito de los excluidos

El paquete de medidas que anunció la presidenta Michelle Bachelet para desactivar la revuelta estudiantil incluye un proyecto de reforma constitucional para que el Estado vele por una educación de calidad. Además, formó una comisión de expertos y representantes sociales integrada por 73 miembros, de los que 12 serán elegidos entre escolares y universitarios.

"Se cayó el mito de que los jóvenes no están ahí, y que les da lo mismo la sociedad que tenemos. Hay un malestar relacionado con la exclusión, las cosas no son color rosa como parecen", explica la socióloga Marta Lagos.

Las protestas ocurrieron en un año en que la economía chilena crecerá un 5%, las arcas fiscales tienen superávit y la principal exportación, el cobre, se encuentra a un precio récord. Pero estos indicadores contrastan con la mala distribución del ingreso, entre las más desiguales de toda América Latina. Mientras el mundo aplaude el modelo económico de Chile, los estratos más bajos tienen razones para abuchearlo.

Para Lagos, el cambio de agenda que forzaron los estudiantes refleja una sociedad sana y vital, capaz de sincerar sus problemas. "Quienes han dado esta señal tonificante son los hijos de la democracia", dice.

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