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El exceso de hidrógeno en Fukushima amenaza con causar más explosiones

Los técnicos frenan la fuga de agua radiactiva al mar procedente del reactor 2

Tras varios días ensayando diferentes métodos, los técnicos lograron detener ayer la fuga de agua altamente radiactiva al mar procedente del reactor número 2 de la central nuclear de Fukushima, en la costa nororiental de Japón. Pero el logro apenas supuso un respiro en la peor crisis atómica que vive el mundo desde Chernóbil (Ucrania, 1986). Tokyo Electric Power (Tepco), la compañía eléctrica propietaria de la planta, advirtió de que el hidrógeno se está acumulando en los reactores, lo que podría provocar nuevas explosiones, similares a las tres que ocurrieron en el complejo en los primeros días del desastre y que liberaron grandes cantidades de radiactividad a la atmósfera. El complejo atómico resultó seriamente dañado a causa del terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y el tsunami ocurridos el pasado 11 de marzo.

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Los equipos de emergencia que trabajan desde hace casi un mes para controlar la planta se han enfrentado a nuevos desafíos casi a diario, y ahora temen que el hidrógeno producido en el proceso de fisión pueda reaccionar de forma violenta si entra en contacto con grandes cantidades de oxígeno. Para evitarlo, Tepco planea inyectar nitrógeno -un gas inerte, abundante en la naturaleza- en la vasija de contención del reactor, con objeto de desplazar al oxígeno. Pretendía iniciar la operación anoche, comenzando por el reactor número 1, de los seis que tiene la central, ya que es el que registra presiones y temperaturas más altas; para seguir quizás después con los números 2 y 3. "La inyección de nitrógeno está siendo considerada como precaución", afirmó Hidehiko Nishiyama, portavoz de la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial.

La detención de la fuga del agua con altos niveles de radiactividad es un gran paso porque limita la contaminación del océano; pero Yukio Edano, portavoz del Gobierno, advirtió que aún había que comprobar si hay otras filtraciones. Los niveles de radiactividad en el mar, a 330 metros de la central, cayeron ayer a 280 veces el límite legal, frente a más de 4.000 la semana pasada.

Pero el problema principal -evitar el escape de radiación a la atmósfera y enfriar los reactores y estabilizarlos- sigue sin ser resuelto. Este trabajo ha sido frenado por la existencia de gran cantidad de agua contaminada en la central, procedente del regado de los reactores para evitar que se sobrecalienten. Un proceso que tendrá que continuar hasta que puedan ser puestos en marcha de nuevo los sistemas de refrigeración, que quedaron destruidos por el tsunami.

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Ayer continuó la operación de vertido al mar de 11.500 toneladas de agua -el equivalente a entre cuatro y cinco piscinas olímpicas- con baja radiactividad, comenzada el lunes pasado, para liberar espacio en el que almacenar otra mucho más contaminante. El vertido ha provocado la ira de los pescadores de la zona, que han pedido compensaciones por la contaminación del océano. El Gobierno dijo ayer que las habrá. La decisión fue adoptada un día después de imponer por primera vez un límite de radiación al pescado, que será el mismo que se aplica a las verduras, 2.000 becquerel por kilogramo para el yodo radiactivo. La radiación ha sido detectada en algunos peces, lo que ha obligado a las cooperativas de la prefectura de Ibaraki, justo al sur de Fukushima, a suspender las actividades de pesca.

Casi un mes después del terremoto, los reactores de Fukushima están lejos de ser estabilizados y la crisis se alarga, para inquietud de los japoneses, que no ven la luz al final del túnel. Algunos analistas creen que Japón entrará en recesión en los próximos meses, debido al desastre natural -que, según los últimos datos, causó 12.554 muertos y 15.077 desaparecidos- y la crisis nuclear.

Una evacuada, en un gimnasio convertido en centro de acogida en Chofu, al oeste de Tokio.
Una evacuada, en un gimnasio convertido en centro de acogida en Chofu, al oeste de Tokio.YURIKO NAKAO (REUTERS)

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