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Un futuro al otro lado de la frontera

Unos seis millones de latinoamericanos han decidido migrar a países de la región P Argentina, Costa Rica y Venezuela son los principales destinos

El vallenato rezumba por todas las esquinas de los barrios de Catia y Petare, en Caracas (Venezuela). Nada extraño si no es porque se trata de una música típica del caribe colombiano. Se ha asentado como lo han ido haciendo miles de personas que tuvieron que salir del país vecino. La situación es semejante según se baja en el mapa. Villa 31, el asentamiento urbano más poblado de Buenos Aires (30.000 personas), es el hogar de miles de paraguayos, bolivianos, peruanos... El 50,6% que allí vive nació fuera de Argentina. Ambos casos son el reflejo de la otra inmigración latinoamericana, la que no ha partido hacia Estados Unidos ni tampoco ha podido o querido saltar el charco para buscar una mejor calidad de vida en Europa.

Los inmigrantes latinoamericanos y caribeños representan un 13% del total mundial, un porcentaje superior al de la proporción de América Latina y el Caribe sobre la población de todo el mundo, cerca del 9%, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Estados Unidos y España son los destinos principales de los 26 millones de latinoamericanos que dejan su país. Un poco más de seis millones de personas, sin embargo, han decidido migrar dentro de la región. Argentina, Venezuela y Costa Rica son los tres países en los que tienen más presencia. "En muchos casos, la emigración parece haber contribuido a aliviar el impacto de las tensiones entre las tendencias demográficas y la generación de empleo, de las originadas en conflictos socio-políticos, éticos y religiosos, y de las asociadas con formas agudas de degradación ambiental", explica Roberto Kozak, experto en inmigración de la Secretaría General Iberoamericana (Segib).

Son pobres, pero no los más. Aunque cuentan con menos recursos económicos que los que llegan a España, no necesariamente se tiene que hablar de una migración pobre, si se tienen en cuenta las extremas condiciones en las que viven millones de personas en toda América Latina. "Las personas más pobres no emigran, no tienen esa capacidad, se quedan en sus países", matiza Jorge Martínez, investigador de la Cepal. "Tradicionalmente, los migrantes más calificados tendieron a trasladarse a países lejanos, fuera de la región, mientras que a los países limítrofes fueron personas con menores niveles de escolaridad, con una mayor probabilidad de pertenecer al mundo rural", añade Kozak, que puntualiza: "Esta diferencia ya no es tan nítida"

El mismo idioma, una misma cultura que facilita la inserción. Y, a diferencia de España, unos controles fronterizos mucho más livianos. Son pocos los países latinoamericanos que exigen visados, y los cruces en las fronteras están menos vigilados. Además, como explica Eduardo Domenech, profesor de la Universidad de Córdoba (Argentina), "viajar a España implica un gasto de cuatro mil a cinco mil dólares". Nora Pérez, experta en políticas migratorias de la Universidad de Buenos Aires, añade: "La capacidad de pagar o no el dinero del viaje es un elemento que compone la decisión de migrar, pero no es determinante. Suponerlo significa perder de vista varias cosas: no todos quieren ir a España o salir de América Latina; esa elección responde a ecuaciones personales o del grupo familiar que más allá de generalidades escapa a la compresión total de quienes no son parte".

Argentina, un país de tradición migratoria, es el hogar de 1,5 millones de extranjeros, un 4,2% de su población. Las principales oportunidades que encuentran los inmigrantes en Argentina tienen que ver con la agricultura, la construcción y el trabajo doméstico. La mayoría son bolivianos, chilenos, uruguayo y paraguayos. Precisamente Paraguay es uno de los países del mundo con mayor índice de emigración. Uno de cada cuatro hogares tiene un familiar en el extranjero.

La frontera de Venezuela con Colombia también baila al son del vallenato. De los más de 600.000 colombianos censados en algún país de América Latina, el 90% residen en Venezuela. La bonanza del petróleo, que generó puestos de trabajo a principios de los 90, unido a la brutal violencia vivida durante décadas en Colombia, ha propiciado este fenómeno.

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Las tensiones políticas y sociales que arrecieron en Nicaragua y El Salvador durante los años setenta y ochenta obligaron a miles de personas a huir. Costa Rica fue el destino de muchos de ellos. Hoy es el quinto país que más extranjeros acoge, apenas 296.000 extranjeros, pero que suponen un 7,5% de su población.

Los casi 1.200 kilómetros que separan a México de Centroamérica son un corredor para los inmigrantes que buscan un mejor nivel de vida y, en última instancia, llegar a Estados Unidos.

Un informe del Congreso mexicano de 2007 apunta que en el último decenio unos siete millones de personas han cruzado por la frontera sur de México de forma ilegal, mientras que sólo unos 300.000 centroamericanos han elegido establecerse en el país azteca. En total, un 98% de los trece millones de centroamericanos que han dejado su país han elegido como destino final los EE UU.

El inmigrante que se aventura a cruzar la frontera entre México y Guatemala se enfrenta a asaltos, la corrupción de algunas autoridades policiales -como reconoce el informe del propio congreso mexicano-, accidentes por la pobre calidad de las vías y los abusos de las mafias.

Las condiciones sociopolíticas y económicas de un momento concreto influyen en el proceso migratorio. Pero cuando estas finalizan, el proceso continúa. En Chile, asolado por una dictadura militar durante años, se ha producido un incremento de la inmigración, especialmente peruana. Incluso en El Salvador, país emigrante por obligación, las tornas se han invertido. A fin de cuentas, "el intercambio de población entre los países de la región está enraizado en la historia social y económica de América Latina", recuerda Roberto Kozak.

Un grupo de inmigrantes centroamericanos que viajan en trenes de mercancías, a su llegada a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo (México).
Un grupo de inmigrantes centroamericanos que viajan en trenes de mercancías, a su llegada a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo (México).REUTERS

La crisis reduce la migración a EE UU

Llegan menos y envían menos dinero. La crisis económica ha disminuido el flujo de inmigrantes latinoamericanos hacia Estados Unidos. En 2006, más de un millón cruzaron la frontera de forma ilegal. En 2008, sólo llegaron unos 636.000, poco más de la mitad, según un estudio del Pew Hispanic Center. Las previsiones para 2009 indican que este año no rebasarán el medio millón.

La recesión ha sido más efectiva para detener el ingreso de inmigrantes ilegales que el aumento de la seguridad en la frontera entre México y Estados Unidos. Entre 2006 y 2008, las detenciones en la zona se han reducido un tercio, según cifras de la patrulla fronteriza de EE UU.

El freno económico también ha afectado al envío de remesas, que tendrán una caída estimada de al menos un 6%, de acuerdo con las previsiones del Banco Mundial. Los mexicanos son los más afectados por la crisis: enviarán a su país un 18% menos que el año pasado. Además, un 12,3% de los inmigrantes latinoamericanos están en el paro, una cifra tres puntos superior a la media estadounidense.

El panorama desalentador, sin embargo, no ha convencido a los inmigrantes para que vuelvan a casa. La cifra de ciudadanos que han regresado se ha mantenido estable desde hace tres años. El Gobierno de México, de donde provienen la amplia mayoría de los inmigrantes latinoamericanos que llegan a Estados Unidos -un 66%-, calcula que en 2008, unos 430.000 mexicanos volvieron a su país. La cifra incluso es menor a las registradas en los dos años anteriores. "El incremento en la vigilancia policial ha hecho que sea más peligroso y caro entrar a Estados Unidos. Una vez que las personas entran ya no quieren volver", explica Jeffrey Passel, uno de los responsables del informe.

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