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La guerra de Afganistán

El general McChrystal, en la cuerda floja

Obama cita en la Casa Blanca al jefe de la OTAN en Afganistán - El secretario de Defensa, Robert Gates, condena sus críticas en la prensa a la Administración

Antonio Caño

El general que manda las tropas de la OTAN en Afganistán y sobre cuyas espaldas reposa la estrategia norteamericana en esa guerra, Stanley McChrystal, acude hoy en una posición insostenible a la Casa Blanca para ofrecer disculpas a Barack Obama y a sus principales colaboradores por las declaraciones descalificadoras contra todos ellos que hizo recientemente en una entrevista. Esta crisis inesperada constituye un mazazo para los planes del presidente norteamericano en Afganistán y una difícil prueba para las relaciones entre los poderes político y castrense.

Si McChrystal no fuera el genio militar que parece ser y si su retiro no supusiera un quebranto enorme en la evolución de la guerra en Afganistán, es muy posible que a estas horas ya habría sido destituido. Pero McChrystal se ha revelado como un extraordinario estratega. Supo poner en marcha una ofensiva que evitó lo que se veía como una derrota inminente y devolvió un cierto optimismo a sus tropas. Por eso, sus declaraciones a la revista The Rolling Stone, donde expresa su "decepción" con Obama y ridiculiza al vicepresidente Joe Biden y a otros responsables civiles del conflicto, han tenido tan extraordinario impacto.

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Obama citó inmediatamente a McChrystal a la Casa Blanca, donde hoy se reunirá primero por separado con el presidente y, después, con muchas de las personas a las que critica en sus declaraciones, entre ellos el secretario de Defensa, Robert Gates, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, almirante Mike Mullen, quien se ha confesado "profundamente decepcionado" por las palabras de McChrystal. También acudirá a la reunión la secretaria de Estado, Hillary Clinton, la única que se libra de las críticas del general, que sí incluyen al enviado especial norteamericano a esa región, Richard Holbrooke, y al embajador en Kabul, Karl Eikenberry.

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McChrystal se disculpó ayer con todos ellos y despidió a su jefe de prensa. "Expreso mis más sinceras disculpas", afirma el general en un comunicado, "fue un error que refleja un pobre juicio y que nunca se debería de haber producido". El error, al parecer, está provocado por la decisión del responsable de prensa de colaborar en el perfil de McChrystal que estaba realizando el periodista Michael Hastings.

Pero, en realidad, ese asunto es marginal. El problema de fondo es la tendencia de McChrystal a expresar sus opiniones con plena libertad y saltándose las reglas de comunicación establecidas entre los rangos del Ejército. McChrystal fue ya reprendido por Obama el 1 de octubre, en una conversación sostenida a bordo del Air Force One en Copenhague, donde el presidente participó en la cumbre del clima, por su excesiva insistencia en la demanda de refuerzos para Afganistán.

Obama, finalmente, le dio 30.000 soldados más y McChrystal comenzó a hacer progresos en la guerra, pero nunca perdió su afición por el lenguaje franco sobre la marcha de los acontecimientos. Ahora ha ido demasiado lejos. Gates calificó ayer sus declaraciones como "un error significativo". Los principales senadores republicanos y demócratas han considerado sus palabras "inapropiadas". Influyentes voces en Washington, en la derecha y en la izquierda, reclaman al unísono su destitución.

No es una decisión sencilla para Obama. Cuando fue nombrado, hace un año, se convirtió inmediatamente en el símbolo de la nueva estrategia de Obama en Afganistán. Su salida ahora podría interpretarse como el fracaso de esa estrategia, como el tiro de gracia a un plan que ya de por sí está encontrando considerables obstáculos en las últimas semanas.

Un informe reciente de Naciones Unidas confirmaba que la violencia ha crecido en los últimos cuatro meses y que también ha aumentado la capacidad de los insurgentes de ocupar localidades dispersas en el sur y el sureste de Afganistán. Las fuerzas de la OTAN no consiguen estabilizar por completo la ciudad de Marja para permitir el restablecimiento de la autoridad central, y el propio McChrystal reconoció hace pocos días que la ofensiva sobre Kandahar, que se esperaba para comienzos del verano, tendrá que ser retrasada por algún tiempo.

Las cosas no marchan de acuerdo al calendario previsto para permitir, como prometió Obama, que la retirada empiece dentro de un año. En este escenario, la sustitución de McChrystal, además de un problema táctico, representa un fuerte golpe moral. En última instancia, siempre es posible encontrar a un general bien cualificado para dirigir esa guerra. El actual número dos de McChrystal, el general David Rodríguez, por ejemplo. Pero lo que resulta más difícil es desterrar la imagen de división y desesperanza que la salida de McChrystal provoca. Para hacerle frente, Gates invocó ayer la necesidad de "seguir combatiendo con determinación".

Barack Obama conversa con el general McChrystal en el <i>Air Force One,</i> en octubre de 2009.
Barack Obama conversa con el general McChrystal en el Air Force One, en octubre de 2009.GETTY

"¿Preguntas por Biden? ¿Y quién es ese?"

Casi nadie se salva de la quema. La edición española en Internet de la revista Rolling Stone (rollingstone.es) publica hoy un artículo en el que el jefe de la OTAN en Afganistán, Stanley McChrystal, despelleja a dirigentes políticos y diplomáticos estadounidenses, a ministros franceses, y a ex militares convertidos en asesores del presidente Barack Obama. Ni siquiera el inquilino de la Casa Blanca se libra de las críticas, siempre ácida cuando sale de la boca de este hombre duro de pelar y que prefiere la comida rápida -llevó a su esposa, que le esperaba vestida de punta en blanco, a un local de la cadena de comida rápida Jack in the Box- a los restaurantes con velas. Son asesores y colaboradores de McChrystal quienes han desvelado a la revista las opiniones del general.

Nada más tomar posesión de la presidencia, Obama se reunió con varios generales en la Casa Blanca. "Obama se hallaba incómodo e intimidado", pensó McChrystal, según confesó un buen conocedor de lo que sucedió en la reunión. Cuatro meses después, se encontraron a solas el presidente y su general. "Fue una reunión de 10 minutos para la fotografía... Claramente, Obama no sabía nada sobre McChrystal, quién era él. Aquí está el tipo que va a manejar su jodida guerra, pero [el presidente] no parece muy implicado", afirma otro consejero del militar, quien añade que McChrystal se sintió "muy desilusionado".

Con el vicepresidente, Joseph Biden, se ensaña a gusto el jefe de las tropas de la OTAN en el país asiático. Califica la estrategia propuesta por Biden de "corta de visión" y que conducirá a crear "Caosistán". El tenor de las conversaciones del militar con sus consejeros es de este estilo.

-"¿Estás preguntando sobre el vicepresidente Biden? ¿Quién es ese?", se pregunta socarrón ante un asesor.

-"¿Biden?", se pregunta el consejero. "¿Has dicho bite me [muérdeme]?".

También Richard Holbrooke, enviado de Obama para Pakistán y Afganistán, es observado con recelo, aunque McChrystal admite que es un hombre "brillante". "Holbrooke sigue escuchando rumores de que va a ser despedido. Eso le hace peligroso", comentó el jefe militar, según otro miembro de su equipo. Durante un viaje a París, McChrystal recibió un mensaje en su blackberry. "¡Oh! no, otro mensaje electrónico de Holbrooke. Ni siquiera quiero abrirlo", se mofa.

La lista es larga. Del embajador de Estados Unidos en Kabul, Karl Eikenberry, McChrystal señala que se siente "traicionado" por las críticas del diplomático a la petición de más soldados. "Aquí tenemos a uno que se cubre las espaldas para los libros de historia. Ahora, si fracasamos, podrá decir: 'Ya te lo dije". Para el consejero de Seguridad Nacional, el general James Jones, las palabras del jefe de la OTAN en Afganistán son ofensivas. "Es un payaso que se ha quedado anclado en 1985". Para otros, McChrystal y sus ayudantes emplean términos ofensivos. "Es un jodido gay", dicen, aludiendo a un ministro francés que cenaba en París con el jefe militar estadounidense.

Solo la secretaria de Estado, Hillary Clinton, sale bien parada. Tal vez porque la jefa de la diplomacia estadounidense aseguró durante una reunión en la que se decidía la estrategia a seguir en Afganistán: "Si Stanley quiere eso, hay que darle lo que necesita".

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