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Reportaje:

El gran golpe del burócrata

Steinmeier emerge desde las sombras como el rival socialdemócrata de Merkel

Cada ascenso político de Frank-Walter Steinmeier se ha gestado en la sombra. El flamante candidato del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) a las elecciones de 2009 era un desconocido absoluto hasta hace tres años. Después de casi tres lustros de labores de despacho a la sombra del ex canciller Gerhard Schröder, Steinmeier asumió, en 2005 y por sorpresa, la cartera de Exteriores en la gran coalición entre los socialdemócratas y la Unión Demócrata Cristiana (CDU) formada bajo el liderazgo de Angela Merkel. Para mayo de 2007 ya se había convertido en un peso pesado del partido, que lo eligió vicepresidente. Unos meses más tarde era vicecanciller federal y el principal socialdemócrata del Gabinete. Y desde el pasado domingo, es candidato electoral del SPD, la culminación de tres años meteóricos que lo equiparan con su jefa en el Gobierno y principal contrincante para 2009, Angela Merkel.

Es puntilloso y pragmático en lo ideológico y en lo político
La derrota de su mentor Schröder en 2005 le llevó a la primera fila política

Como ella, Steinmeier debe el inicio de su carrera a un ex canciller y, como ella, durante años adoptó un perfil bajo. Cuando les llegó la hora del puñetazo en la mesa, los dos demostraron que se les había subestimado. Ambos son puntillosos, sistemáticos y, sobre todo, pragmáticos en lo ideológico y en lo político. Tanto Merkel como Steinmeier tomaron las riendas con un golpe. Pero mientras que Merkel se enfrentó casi sola a su poderoso padrino, Helmut Kohl, y a sus herederos, Steinmeier se ha impuesto al hasta ahora presidente del SPD, Kurt Beck, un hombre acuciado por sus compañeros.

La candidatura de Steinmeier estaba pactada en la cúpula del SPD. Como presidente del partido, Beck quería hacer valer su autoridad y anunciar él mismo el compromiso hace una semana tras la reunión de la dirección del partido en Schwielowsee, cerca de Berlín. Sin embargo, todo el país se enteró de la noticia antes de que el presidente del SPD hubiera abierto la boca: en la víspera, alguien la había filtrado al semanario Der Spiegel. Furioso, Beck apenas permaneció unos minutos en la reunión del partido y se fue por la puerta de atrás. Lo único que anunció ese día fue su dimisión, entre acusaciones de "desinformaciones sistemáticas" e intrigas urdidas contra él.

Respecto a la operación que acabó con el liderazgo de Beck, el ala izquierda del SPD guarda un silencio parecido al estupor. Los círculos cercanos a Steinmeier insisten, por su parte, en que no hubo tal golpe: algunos sugieren que Beck simplemente encontró una excusa para abandonar un cargo que le quedaba grande. Beck el gris, que no levantaba cabeza ni fuera ni dentro del partido, se ha vuelto a Maguncia dando un portazo cuyo eco no ha tardado ni una semana en apagarse.

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Tras derrocar a Beck, cuyo endeble liderazgo de dos años se apoyó en el ala izquierda, Steinmeier contará en la presidencia del partido con su allegado Franz Müntefering, quien volverá al frente del partido en octubre. A sus 68 años, Müntefering tampoco pertenece al ala izquierda, pero su experiencia en la sala de máquinas y su buen trato con la base son cualidades de las que Steinmeier carece.

Frank-Walter Steinmeier, nacido el 5 de enero de 1956 en la ciudad westfaliana de Detmold, pasó media vida profesional junto a Gerhard Schröder. El entonces primer ministro de Baja Sajonia lo acogió como colaborador en 1991. Siete años después, Schröder y el SPD vencieron a Kohl en las generales. Steinmeier se mudó a Berlín con el nuevo canciller para asumir una Secretaría de Estado y coordinar los servicios secretos. Entre 1999 y 2005 fue jefe de la Cancillería.

La derrota de su mentor Schröder en las elecciones de 2005 llevó a Steinmeier a la primera fila política. En aquel momento, su proyección pública la resumió con ironía el semanario Der Spiegel: "Frank-Walter ¿Qué?". Sin embargo, a los medios no se les escapaba que Steinmeier había sido uno de los hombres fuertes de las dos legislaturas de Schröder. La renuencia de Matthias Platzeck, a la sazón primer ministro de Brandeburgo y más tarde efímero presidente del SPD, a aceptar un ministerio permitió a Steinmeier reemplazar en el Gobierno al verde Joschka Fischer, como jefe de la diplomacia. En Alemania, los ministros de Exteriores gozan de gran estima popular, tal vez porque se pasan el día practicando la afición favorita del país entero, que es irse de viaje.

Casi de la noche a la mañana, el burócrata Steinmeier, que nunca había hecho campaña electoral ni ocupado un escaño parlamentario, se convirtió en el socialdemócrata mejor valorado por los alemanes. Steinmeier es el hombre que visita países exóticos, habla de crisis humanitarias con gesto grave y también, menester del cargo, sonríe a menudo. Los sondeos que miden la confianza ciudadana en los políticos lo sitúan por encima de la propia Angela Merkel.

Los asesores de Steinmeier trabajan en procurarle una imagen sólida al candidato sin rostro. De momento, el resultado recuerda vagamente a Schröder. Han aparecido de pronto las fotos de Steinmeier con su equipo de fútbol juvenil. El aspirante a canciller visita ahora fábricas y conversa con niños rubios en su circunscripción electoral de Brandeburgo. Este verano, el prudente diplomático y hombre de Estado se ha entregado en mangas de camisa y con corbata roja a torrenciales discursos durante congresos regionales. Se trata de sacudirle a Steinmeier su reputación de hombre frío hasta la impasibilidad.

Antes, Steinmeier había sido uno de los principales arquitectos del programa de cambios -reforma del mercado de trabajo, drástico recorte de prestaciones sociales del Estado- que se impuso el Gobierno de Schröder en 2003, la llamada Agenda 2010. El ala izquierda del SPD ha hecho lo que ha podido para distanciarse de ese plan durante los últimos dos años. Steinmeier ha anunciado su propósito de dar continuidad a la impopular reforma y devolver así al SPD a posiciones centristas y cercanas al sector empresarial, lo cual le enfrentará a una temible oposición interna.

Hijo de trabajadores manuales, la procedencia de Steinmeier es lo bastante humilde como para permitirle jugar la carta de hombre del pueblo hecho a sí mismo, una de las favoritas de su valedor Schröder. Para los reformistas, Steinmeier podría ser el político que se doctoró en derecho y diseñó el programa de recortes sociales. Será cosa de ver si estos atributos bastan para salvar a un partido centenario. Una debacle frente a la CDU y a La Izquierda de Oskar Lafontaine podrían confinar al SPD en la irrelevancia: al candidato le quedan 12 meses y un par de días para salvar los trastos.

Frank-Walter Steinmeier, el pasado día 11 en Berlín.
Frank-Walter Steinmeier, el pasado día 11 en Berlín.REUTERS

Las nuevas coaliciones

La larga marcha hacia los parlamentos del Oeste del partido La Izquierda, del ex presidente del SPD Oskar Lafontaine, ha sacudido el panorama electoral. Su llegada erosiona las coaliciones tradicionales y obliga a nuevos pactos, en los que cada cual busca socios con criterios impensables hace sólo un decenio.

Desde los ochenta, los partidos ofrecían dos tipos de coalición: verdes con rojo (SPD) o negro (CDU) con amarillo (los liberales del FDP). La irrupción de La Izquierda las dificulta. A veces impide a los socialdemócratas pactar con Los Verdes, como en enero en Hesse. En Hamburgo, la irrupción de La Izquierda facilitó un pacto nunca visto: la CDU y Los Verdes, irreconciliables adversarios, se unieron para darle la alcaldía al democristiano Ole von Beust.

Los liberales buscan participar en algún Gobierno de fuste, con cualquiera menos con La Izquierda. Como es difícil que lleguen a mayorías a solas con el SPD, los amarillos se disponen a pactar con socialdemócratas y verdes ("coalición semáforo") o con democristianos, verdes y liberales ("coalición Jamaica").

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