Una guerra civil que se iraquiza
Human Rights Watch acusa a las facciones palestinas de cometer "crímenes de guerra"
Campo de refugiados de Yabalia. Norte de la franja de Gaza. Un agente de los cuerpos de seguridad palestinos, vinculado al movimiento Al Fatah, es sorprendido por disparos. Encapuchados del grupo islamista Hamás le hacen bajar del jeep. Tras pegarle, le exigen que se desnude y le acribillan.
Beit Lahia. Encapuchados irrumpen en el domicilio de Jamal Abu el Jedian, importante oficial de las fuerzas de Seguridad Preventiva, fieles al presidente, Mahmud Abbas. Tras pegar a su familia, es sacado por la fuerza y en el centro de su patio, le fusilan: 45 balas directas a la cabeza.
Ciudad de Gaza. Muhamed Swairki, cocinero de la Guardia Presidencial, es secuestrado por miembros del brazo armado de Hamás. Sin mediar palabra, le matan y le arrojan, con los pies y las manos atadas, desde la planta 18ª de un edificio. "Una salvajada se responde con otra", reza la pauta en Gaza, y por eso, compañeros de Swairki deciden secuestrar al imán Muhamed al Rafati, simpatizante de Hamás y hermano de un conocido líder islamista. Le colocan delante de la puerta de su mezquita y le matan. Varias ráfagas de fuego, por si acaso. Después, lanzan su cuerpo al vacío desde una torre de viviendas en un barrio de Gaza.
Apenas cuatro escalofriantes casos que han sucedido desde el domingo y que certifican que Irak ya está en la franja de Gaza. La anarquía reinante, el embargo político y económico -de Israel y de la comunidad internacional- tras la victoria electoral de Hamás (2006), la espectacular militarización de la sociedad y un odio sin precedentes entre dos grupos antagonistas componen un paisaje inimaginable hace apenas dos años.
A los palestinos -que viven estremecidos ante la ola de aberraciones- no les ha sorprendido nada la demoledora nota publicada ayer por la organización de derechos humanos Human Rights Watch, que acusa a los miembros de Al Fatah y Hamás de "ejecución sumaria de detenidos, asesinato de personas no implicadas en las hostilidades y de enfrentarse con armas cerca de los hospitales".
Hospitales, cementerios, escuelas y mezquitas. Todo escenario es válido para atrincherarse, dispararse y sobre todo cumplir la cuota diaria de venganza. "Un palestino nunca derramará la sangre de otro palestino", se solía decir en la era Arafat cuando se insinuaba el fantasma de una guerra civil. Hoy este eslogan parece una macabra broma.
Sarah Leah Whitson, directora de HRW para Oriente Próximo, detalló tras presentar el informe: "El asesinato de civiles no implicados en las hostilidades y la muerte malintencionada de detenidos son crímenes de guerra, simple y llanamente". Los ataques de Hamás y Al Fatah "constituyen crímenes de guerra, brutales violaciones de los principios humanitarios fundamentales".
Todo parece indicar que la franja de Gaza no es sólo el escenario de luchas internas palestinas y externas con Israel, sino también un laboratorio de pruebas donde grupos con una agenda más global empiezan a actuar. Así lo advierten los servicios de inteligencia de dos países vecinos -Jordania y Egipto-, que el pasado martes mantuvieron una reunión del más alto nivel en El Cairo.
Decapitaciones de víctimas
Sobre la mesa, fotografías que los egipcios han realizado en los últimos días en Gaza y donde se aprecian mutilaciones y decapitaciones de víctimas de los choques. "Los terroristas no disparan para herir como antes, sino para matar y luego cebarse con los cadáveres", dijeron los oficiales en dicha reunión.
La conclusión es que "hay un tercer elemento" que ha entrado de lleno en la guerra Al Fatah-Hamás. Se trata del grupo terrorista Al Qaeda, dispuesto a romper en pedazos el acuerdo para un Gobierno de unidad hilvanado en La Meca en marzo. "Al Qaeda considera demasiado moderado al líder de Hamás y primer ministro palestino, Ismail Haniya, y hace todo lo posible para acabar con él y consolidar el ala más radical del grupo integrista", concluyen.

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