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Reportaje:Elecciones en Reino Unido

La guerra invisible

El conflicto afgano ha pasado casi inadvertido en la campaña electoral, a pesar de que el Ejército británico mantiene desplegados 9.500 soldados en primera línea

Wootton Bassett, un pequeño pueblo de 12.000 habitantes del suroeste de Inglaterra, entró en la guerra de Afganistán hace tres años. Una oscura tarde de invierno de 2007 el Ejército británico trasladó por la calle mayor los ataúdes de siete soldados caídos en Afganistán. Era la ruta obligada desde la cercana base aérea de Lyneham hasta su destino final en Oxford. Nada más ver el cortejo fúnebre, una veintena de vecinos del pueblo abandonó sus quehaceres, salió a la calle y rindió un espontáneo y solemne homenaje a los muchachos muertos en combate.

Desde entonces la ceremonia se repite con trágica frecuencia y ahora son miles de personas las que se apiñan en las aceras para despedir a sus héroes. "Nunca olvidaré ese primer día", dice Mick Young, barman del Club del Partido Conservador situado en la calle principal. "Era increíble la imagen de la gente. La tristeza de los hombres, las mujeres con las caras borradas por las lágrimas...", Young se detiene emocionado. "Es algo que te parte el corazón", apunta Margaret Friend, de la tienda de marcos de dos portales más abajo.

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Pero la solidaridad con las tropas -aquí la gente mayor sigue hablando de los Tommys- no significa en modo alguno apoyo a la guerra afgana. Más bien al contrario. "No creo que tenga ningún sentido librar esa guerra. Llevamos allí muchos años para nada", asegura Friend. Lo mismo opina su vecino conservador: "Es una guerra imposible de ganar. Es la misma historia de los americanos en Vietnam".

Tampoco es una forma de protesta. Buena parte de los vecinos coincide con el antiguo alcalde, Mike Leighfield, cuando subraya que estas procesiones no tienen nada que ver con la política. "La gente honra a los caídos. No hay más. Ni hay intención política ni buscamos ninguna recompensa. Estamos orgullosos de ellos".

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La verdad es que el pueblo y por extensión toda la comarca está volcado en la ayuda a los soldados. Los periódicos de la zona, el Gazette & Herald, y el Wiltshire Times, con casi 200 años de existencia, apoyan la campaña Help for Heroes para recaudar fondos y construir un centro médico para la recuperación de los heridos.

Reino Unido tiene desplegados 9.500 soldados en Afganistán, siempre en primera línea de combate, al contrario que otros aliados europeos, y ha sufrido 281 bajas desde 2001 hasta principios de este mes, bastantes más que los caídos en Irak (179). Más del 60% de la opinión pública, según las encuestas, rechaza la guerra y, sin embargo, el conflicto no existe en la campaña electoral.

De hecho, durante el segundo debate televisado el pasado jueves entre los tres candidatos, teóricamente dedicado a la política exterior, apenas se mencionó la palabra Afganistán.

Nick Clegg y los liberal-demócratas ya se opusieron frontalmente a la guerra de Irak; el líder de los conservadores, David Cameron, arrastró los pies para dar su apoyo a esa aventura, y el laborista Gordon Brown, tanto como ministro de Finanzas, antes, como de primer ministro ahora, ha hecho todo lo posible por marcar distancias con ambos conflictos más allá de los viajes oportunistas a la zona. El resultado ha sido que tanto generales como soldados se han sentido abandonados por el Gobierno y, en general, por la clase política.

En el debate, tan sólo Clegg apuntó la idea que de que la relación especial con Estados Unidos tenía los días contados. Una opinión bien recibida por el público después del servilismo hacia Washington de los años de Blair.

Sin embargo, visto el problema desde este pequeño rincón de la Inglaterra tradicional, llama la atención la pérdida de confianza en sí mismo de uno de los países más belicistas de Europa y con un pasado cuajado de glorias militares. Lo mismo ocurre con las dudas sobre el papel de Reino Unido en la escena internacional.

"Los candidatos no hablan de la guerra porque es impopular y porque ninguno sabe qué hacer. El próximo Gobierno, sea del color que sea, no hará nada", dice Young. "Tal como está la economía", señala la señora Friend, "el que gane tendrá que ocuparse primero de Gran Bretaña y después de qué hacemos en el extranjero". Vienen malos tiempos para la épica.

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