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Columna
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La guerra de las monedas

Diez años después del 11-S, la solidaridad con EE UU era de rigor y muy necesaria. Las turbulencias a las que hoy nos someten los mercados podrían minar esa solidaridad transatlántica. En efecto, todo se desarrolla como si, en la formidable redistribución de cartas que se está produciendo, la lucha de influencia pasara por las monedas. Este es el contexto en el que hay que resituar la actual batalla del euro.

Por supuesto, los economistas dirán: "Los mercados son los mercados". Tienen su propia lógica especulativa e implacable, reflejo a la vez de las realidades económicas y de la búsqueda de beneficios a muy corto plazo. No se trata por tanto de negar las dificultades objetivas: la de Grecia, por supuesto, y la de Italia, más política, que forma parte de los sobresaltos vinculados a la agonía de la era berlusconiana. No más de lo que hay que negar, o subestimar, el papel de las torpezas y las dilaciones de los mismos europeos y la evidente mala voluntad de la canciller alemana. "Nos está destrozando Europa", decía recientemente el viejo canciller Helmut Kohl, que sin embargo fue el padre político de Angela Merkel.

Lo que se está dirimiendo es la posición relativa del dólar, el euro y el yuan en el siglo XXI

Pero, si observamos las cosas desde otro planeta, ¿qué vemos? Un poco como en esa (excelente) serie norteamericana, Band of Brothers (Hermanos de sangre), en la que un instructor, el capitán Sobel, martiriza a los soldados y da rienda suelta a las vejaciones con los pretextos más diversos: un día, el botón de la guerrera; otro, una bayoneta... Las tres principales agencias de calificación, todas anglosajonas, son nuestro capitán Sobel. Y de una forma igual de caricaturesca.

Esas agencias apenas se han inmutado ante la amenaza de la quiebra estadounidense ni, aún menos, ante el mal acuerdo alcanzado por Barack Obama. Tienen la mirada fija en los miembros más débiles de la zona euro. Apenas firmado el acuerdo europeo del 21 de julio, se concentraron en el frente italiano. Y, desde la City de Londres, nos hacen saber que Bélgica estará pronto en la lista. Estamos avisados: los próximos movimientos del Banco Central, como los futuros acuerdos europeos, vendrán inevitablemente seguidos de otras ofensivas. Una tras otra, las fichas del dominó deben caer hasta que no quede ni una en pie. Lo que se persigue es ni más ni menos que la muerte de la zona euro.

En este punto, conviene recordar cómo era la relación EE UU-Japón y dólar-yen en la época de la presidencia de George Bush padre. El yen podía aparecer como la moneda más sólida, mientras que los gigantes japoneses multiplicaban las adquisiciones en EE UU. Estos últimos pusieron en marcha una política basada en un dólar débil y una semiguerra comercial que contribuyeron a debilitar la economía japonesa de forma duradera y a hacer desaparecer el yen de las pantallas de radar. Del mismo modo, lo que está en juego hoy en la relación Europa-EE UU es el hecho de que el euro constituye un tercio de las reservas de cambio mundiales y de que Europa es potencialmente una superpotencia económica frente a la cual EE UU ha puesto en marcha resueltamente una política basada en un dólar débil. Y, si seguimos sin tomar medidas, correremos la misma suerte que Japón. ¿Se trata de una lectura demasiado política? En efecto, la realidad no es unívoca. Es más compleja que nunca. Y no justifica que todo se lea a través de los "beneficios" de la "mano invisible" de los mercados. La política del dólar débil es una política dirigida por las autoridades monetarias norteamericanas. Las agencias de calificación tienen accionistas y estos tienen intereses. Estas agencias funcionan un poco como la prensa anglosajona, de una calidad extraordinaria, pero nunca demasiado alejada de los intereses estratégicos de EE UU o Reino Unido. Históricamente, esos intereses siempre han sido promover en Europa una vasta zona de libre intercambio y, desde luego, no una unión política y monetaria integrada.

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Y si se quiere una lectura política, observemos lo que pasa en China. Pekín ha criticado vivamente las concesiones hechas por Obama al mismo tiempo que promueve su propia agencia de calificación, Dagong, que se ha apresurado a bajar la calificación de EE UU. El presidente de esta agencia china, Guan Jianzhong, ha justificado su diferencia con las agencias de calificación norteamericanas porque estas "siempre usan una doble vara de medir". En cuanto al Gobierno chino, ha insistido en que va a acelerar su política de diversificación en materia de inversiones, lo que significa más inversiones en euros y, sobre todo, en yuanes.

Y este es el punto en el que nos encontramos: lo que se está dirimiendo ante nuestros ojos es la posición relativa del dólar, el euro y el yuan en el siglo XXI. Nuestro problema es que los mecanismos europeos son infinitamente más complejos que los que prevalecen en EE UU y, evidentemente, en China. Una cosa es segura: las decisiones que tomen los dirigentes europeos durante las próximas semanas tendrán una trascendencia histórica.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

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