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Reportaje:

Otra herida de guerra curada

El reencuentro en El Salvador entre un padre y su hijo, desaparecido en 1981, se convierte en el final feliz de una de las miles de tragedias de separación y muerte de la contienda civil

Como "bálsamo para las heridas" de la guerra calificó Margarita Zamora el reencuentro entre el anciano Timoteo Alemán, de 92 años, enfermo del corazón y diabético, con su hijo Ramón, "uno de los niños que estaba registrado como perdido por las circunstancias de la guerra civil" que sufrió El Salvador entre 1980 y 1992.

Zamora es investigadora de la organización humanitaria Pro-Búsqueda, fundada en El Salvador en 1994 por el jesuita español fallecido el año pasado Jon de Cortina. Y fue la que se encargó de poner en contacto, previa indagación y comprobación de datos, a padre e hijo. "Fue gracias a un papelito que guardó Ramón hasta hace poco, en el que estaba escrito su nombre, fecha de nacimiento y lugar de origen, que el tema pudo resolverse bastante rápido", asegura la investigadora.

Ahora, el anciano Timoteo dice que ya se puede morir tranquilo. El pasado martes, en el cantón San José El Carao, de la norteña provincia de Chalatenango, el anciano Timoteo y su hijo Ramón, ahora de 35 años, pudieron abrazarse y hacer realidad un sueño que creían perdido, sobre todo Timoteo, un campesino salvadoreño que, además, sufrió durante la guerra el asesinato de su primogénito.

Ramón nació en 1972 en Nueva Trinidad, un apartado pueblo de Chalatenango, donde la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) tuvo sus primeros asentamientos. En 1981, cuando tenía apenas nueve años, fue testigo del asesinato atroz de su hermano mayor, Luis, de 15 años, a manos de soldados del Ejército. "Es un hecho que no se me borra", cuenta Ramón, quien encontró a su hermano colgado de un árbol y bañado en sangre por los golpes y las torturas recibidas.

"Este trauma provocó en Ramón quizás un estado de timidez, de angustia, miedo... Es un hombre que apenas habla y en un principio se resistía a la idea de buscar a su familia biológica", explica Zamora.

Timoteo tuvo también que atravesar por duras penalidades: huyó a un refugio de Honduras, porque él también estaba en la lista de las personas que el Ejército perseguía y a las que acusaba de colaborar con la guerrilla. El pequeño Ramón quedó al cuidado de una hermana adolescente.

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El niño comenzó entonces a peregrinar de una casa a otra, obligado por el curso de los acontecimientos de un país en guerra, hasta que un soldado se lo llevó a un cuartel con la intención de protegerlo. Más tarde, otro soldado prometió que lo adoptaría, pero finalmente lo dejó abandonado en una terminal de autobuses de San Salvador.

Allí, a bordo de un autobús interprovincial, fue donde le encontró Marina Campos, que se convirtió en su madre adoptiva cuando el niño tenía 11 años. Sólo llevaba la ropa puesta y en un bolsillo, un papelito en el que estaba escrito su nombre y sus datos: Ramón Alemán Menjívar, nacido el 15 de febrero de 1972, en Huizúcar, Nueva Trinidad, Chalatenango.

"Marina Campos fue quien acudió a Pro-Búsqueda y quien presionó para que localizáramos a la familia biológica de Ramón, y eso fue lo que hicimos", explica Margarita Zamora. Añade que éste es un caso especial: "Casi siempre es la familia biológica la que busca a sus hijos, pero ésta es la excepción de la regla. Y qué suerte, porque don Timoteo no se murió sin localizar y poder abrazar a su hijo Ramón, gracias a la bondad de Marina".

Pro-Búsqueda tiene un registro de más de 700 casos de menores desaparecidos y ha resuelto más de 350 hasta la fecha. La guerra terminó en El Salvador en 1992 con un trágico saldo: 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos.

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