El hombre que echó un pulso a Bush en Irak

Mohamed el Baradei recibió en 2005 el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos como director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), en contra de la proliferación nuclear. Sin embargo, su credibilidad en Egipto y en el mundo árabe se funda sobre todo en un episodio que no tiene estrictamente que ver con asuntos nucleares: el desafío que El Baradei lanzó en 2003 a la Administración de George W. Bush cuestionando la validez de sus pruebas acerca de la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak de Sadam Husein. El Baradei lideraba entonces -junto con su predecesor sueco, Hans Blix- las inspecciones en Irak de la ONU. Ese supuesto arsenal era la principal justificación estadounidense para la invasión.
El Baradei, que nació en El Cairo en 1942, asumió la dirección del OIEA en 1997 y la mantuvo durante tres mandatos hasta 2009, insuflando a la agencia de la ONU un espíritu político hasta entonces desconocido, y duramente criticado por Estados Unidos y otros países occidentales. El diplomático egipcio denunció reiteradamente durante su dirección la que él consideraba la doble moral de los países armados con bombas nucleares, siempre muy determinados en impedir que otros las adquieran, pero mucho menos en avanzar hacia el desarme, que es la contrapartida a ellos exigida por el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Las fricciones entre El Baradei y Washington se exacerbaron en la segunda mitad de la década pasada con el estallido de la crisis nuclear iraní. Estados Unidos pedía una dirección más enérgica e informes que denunciaran con palabras más contundentes y explícitas el oscuro juego del régimen de Teherán.
Queda por ver si el crédito adquirido por el diplomático egipcio en la arena árabe con los pulsos del pasado será suficiente para garantizarle capacidad de liderazgo en una eventual transición en Egipto. Muchos egipcios -incluso entre los opositores demócratas- han observado con decepción ciertos titubeos de El Baradei en lanzarse en la lucha política en su país natal. Algunos podrían percibir su aterrizaje de ayer como la maniobra oportunista de alguien que se sube a un carro tirado por otros.
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