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Reportaje:Matanza en el campus

Dos horas en blanco entre los tiroteos

El pistolero deambuló por el campus entre el primer y el segundo ataque sin ser detenido

Cho Seung-hui inició su recorrido homicida a las 7.15 del lunes en un colegio mayor del campus. En uno de los dormitorios del West Ambler Johnston disparó a una chica y a un chico y abandonó el edificio. Unas dos horas después reapareció a 750 metros, en la Escuela de Ingeniería, para culminar a tiros la mayor matanza de la historia de un centro educativo de Estados Unidos. Una de las grandes cuestiones del caso por resolver ayer era qué hizo Cho en esas dos horas entre tiroteos. Y, sobre todo, ¿por qué nadie le detuvo?

La reconstrucción de los hechos -elaborada con las informaciones policiales y versiones de los testigos- señala a Cho como sospechoso de los dos tiroteos y todo indica que actuó solo. La primera llamada de emergencia llegó a la comisaría de policía de la tranquila localidad de Blacksburg a las 7.15 (las 13.15 en la España peninsular). En un dormitorio del colegio mayor, donde residen 895 estudiantes, los agentes se encontraron muertos a un chico y una chica.

"Los disparos eran continuos; un constante pum, pum, pum", explica un testigo
"No había ni una sola víctima con menos de tres agujeros de bala", según un médico
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Tras acordonar la zona, los investigadores empezaron a interrogar a los compañeros de residencia. Barajaron la hipótesis de un "crimen aislado", pero jamás imaginaron lo que se avecinaba. La policía creyó en un primer momento que el sospechoso era uno de los dos muertos, que tras disparar a la chica se había suicidado. También pensó que podía tratarse de una tercera persona que había huido. En resumen, creyeron tener la situación bajo control.

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A las 8.25, la cúpula de la Universidad se reunió para analizar la situación y tomar medidas. Una hora después envió un correo electrónico a los estudiantes en el que informaba del tiroteo y pedía su colaboración en caso de observar a algún sospechoso.

El aviso oficial llegó tarde, cuando los estudiantes llevaban al menos media hora en clase y el pistolero hizo su reaparición en el edificio Norris Hall, que alberga la Escuela de Ingeniería. Todo sucedió en unos minutos entre las 9.15 y las 9.45. Los disparos eran tan lentos y acompasados que muchos estudiantes de otras aulas pensaron que se trataba de unas obras cercanas. "Eran continuos; era un constante pum, pum, pum", explicó Richard Mallalieu al diario The Washington Post. De tanto en tanto, se producían pausas de un minuto para cargar las armas.

El asesino entró en el aula 207, en el segundo piso del edificio, con dos armas (una pistola de nueve milímetros y otra de 22 milímetros, con cargadores de alta capacidad) y disparó durante la clase de alemán al profesor Christopher James Bishop. Sentado al final de la clase, el alumno Trey Perkins contó por teléfono a ese periódico capitalino que el joven sospechoso -vestido, según algunos testigos, al modo de los boy scouts- disparó a varios alumnos, en la cara, los brazos, la boca... "El joven armado parecía muy serio y muy calmado", dijo. El pistolero salió durante 30 segundos de la clase y volvió. Mató a otros cuantos. Algunos estudiantes lloraban, otros vomitaban y alguno se hizo el muerto para sobrevivir.

Alarmado por los disparos, el profesor Scott L. Hendricks miró por la ventana y vio a un grupo de estudiantes saltando desde la segunda planta, según explicó a The New York Times. Procedían del aula 204 y en ese momento el profesor Liviu Librescu estaba aguantando la puerta para impedir que el asaltante entrara. Él murió, pero casi todos sus alumnos escaparon.

Todo indica que, poco después, el asaltante se dirigió al pasillo, donde disparó cinco veces sin éxito al empleado de seguridad del centro Gene W. Cole, de 52 años: "Actuaba como si estuviera enfadado; no dijo nada, simplemente disparaba".

La policía fue alertada a las 9.45. Varias patrullas se dirigieron al lugar de la matanza y, tras romper las cadenas que bloqueaban algunas puertas, encontraron a Cho muerto en el segundo piso, como la mayoría de las 30 víctimas. La reconstrucción de lo que pasó exactamente esa mañana es aún confusa. Se sabe que el joven surcoreano dejó muertos repartidos en cuatro aulas y el pasillo del centro, poco antes de quitarse la vida de un tiro en la cara. Disparó cientos de balas. Tampoco estaba claro ayer qué hizo entre los dos tiroteos, quizás escribir la nota de suicidio.

Los 15 heridos fueron llevados a un hospital cercano, mientras la dirección de la universidad enviaba otros tres correos electrónicos: el primero a las 9.50, para advertir que había un hombre armado por el campus; el segundo a las 10.17, para informar de que las clases se cancelaban y pedir a todo el mundo que se quedase donde estaba, y un tercero, a las 10.53 para comunicar que el hombre armado había sido detenido.

"No había ni una sola víctima con menos de tres agujeros de bala", indicó a la CNN el doctor Joseph Cacioppo, del hospital Regional de Montgomery.

Fueron entre 10 y 20 minutos de terror, descritos por los supervivientes de la matanza como una escena caótica y de pánico, en una localidad tranquila, donde, hasta el lunes pasado, la máxima preocupación de sus estudiantes eran los exámenes finales.

GUSTAVO HERMOSO

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