_
_
_
_
_

"Los huracanes se han llevado lo poco que había"

Los huracanes sucesivos han dejado a decenas de miles de cubanos sin nada

"Hemos perdido todo. Llevamos 13 días sin agua y sin luz. No tenemos comida, ni modo de cocinar. Nuestra situación es desesperada y hasta el momento no hemos recibido ayuda". Así hablaba el jueves Delbis García, de 46 años y madre de tres hijos, en el poblado de Paso Real de San Diego. De su casa sólo quedan algunas tablas. Pero sobra el pánico y la impotencia en su voz, y los nervios le juegan malas pasadas. El 31 de agosto, el potente huracán Gustav, de categoría cuatro en una escala de cinco, golpeó con tal fuerza esta pequeña localidad de Pinar del Río que rompió un anemómetro del Instituto de Meteorología tras registrar una racha de viento de 340 kilómetros por hora. "Fue como si el fin del mundo hubiese entrado a tu casa", intenta describir una vecina.

La devastación en el lugar es impresionante. En Paso Real y en el cercano pueblo de Los Palacios, la cabecera municipal, el Gustav destruyó total o parcialmente 13.000 hogares, el 79 % de los existentes. La red de distribución eléctrica fue aniquilada, al igual que el sistema telefónico, y todos los centros productivos, educacionales y de salud sufrieron daños severos. Cuando empezaban las labores de recuperación y el ejército traía las primeras ayudas y cubiertas para techos, llegó Ike.

Increíblemente, este ciclón de categoría uno repitió el 9 de septiembre la misma trayectoria de Gustav en Pinar del Río. El anemómetro de Paso Real, ya arreglado, registro ráfagas de 190 kilómetros por hora. "Casi nos volvemos locos. Esto ha sido lo más grande de la vida.", dice Odalis Álvarez en su domicilio situado en la calle central de Los Palacios, a 90 kilómetros al oeste de La Habana.

Pese a que ha perdido casi todas sus pertenencias, incluidas el refrigerador, los ventiladores y un viejo televisor soviético de blanco y negro, ha corrido con suerte: su casa se quedó sin techo pero resistió y su familia se ha salvado. El sistema de Defensa Civil cubano, que en este municipio evacuó a más de 18.000 personas -l 50 % de su población -, advirtió de la fuerza de Gustav. Pero Odalis no pensó que la catástrofe sería tanta y permaneció en su vivienda. "Nos salvamos de milagro: por unos segundos pudimos refugiarnos con mi mama y los niños en casa de unos vecinos".

Dos días después del azote de Gustav las autoridades les dieron tejas de fibra de cemento para reparar el destrozo, pero cuando las estaban colocando llegó la alarma ciclónica de Ike. "Nos dio tiempo a desmontarlas, pero miles de personas han perdido de nuevo sus techos". Sobre el futuro, es pesimista: "con lo que gano no se cómo voy a recuperar lo perdido, y en el país el desastre es tan grande que aunque quiera el Estado no puede". Ya grega. "hace falta ayuda de afuera, de su país, de Rusia, de donde sea".

En un hecho singular, ayer el diario Granma corroboraba lo que decía Odalis intuitivamente. "Imposible resolver la magnitud de la catástrofe con los recursos disponibles, pero nuestra gente es la primera prioridad", destacaba al periódico al entrevistar al general Carlos Lezcano, presidente del Instituto Nacional de Reservas Estatales. Lezcano aseguraba que todas las reservas existentes, incluidas las militares, se dedican a enfrentar el desastre. El objetivo inmediato es atender a los damnificados. Pero es que los damnificados son cinco, seis millones, nadie sabe.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Odalis recibió cubiertas para reparar el techo pero no su vecino, que por ironía del destino se llama Carlos Casanueva. "Con el primer huracán iban a darnos ayuda, pero ahora no se que pasará", dice, mientras remienda el techo de su casa con tablas y chapas viejas. Las necesidades en toda la isla son tremendas. Localidades de oriente como Gibara y Baracoa, a 1.000 kilómetros de Los Palacios, están prácticamente destruidas. En Holguín, 90.000 casas se han derrumbado total o parcialmente y se ha perdido el 90% de la cosecha de plátano. La Isla de la Juventud es un territorio bombardeado.

"Lo que viene es muy duro, aquí no ha quedado en pié una mata de aguate, vamos a pasar hambre", vaticina Luís García, un familiar de Casanueva que cree que ahora están "en veremos" los planes liberalizadores de Raúl Castro para reactivar la agricultura. "Aquí iban a repartir tierras a quienes quisieran cultivar arroz, pero me imagino que ahora eso se irá a pique".

En Paso Real empieza a llover y al sentir las primeras gotas la hija de Delbis, Adriuli, de 4 años, empieza a llorar. "Esta aterrorizada, cree que viene otro ciclón". Muchos damnificados se sienten impotentes y pierden los nervios, como Delbis. "No tenemos nada, vamos para dos semanas sin luz y aquí no ha venido nadie ni nos han dado nada". Su vecino, el barbero Misael Pérez, dice más: "necesitamos ayuda ya. Este pueblo siempre ha estado abandonado, y ahora los huracanes se han llevado lo poco que había", afirma su vecino.

Son palabras duras. A la salida de Los Palacios se ven camiones militares llevando y trayendo tablas y tejas, y brigadas eléctricas tratan de restablecer el suministro eléctrico. Todo esta volcado hacia la recuperación, pero el golpe ha sido demasiado fuerte. En la radio dan la noticia de dos nuevos muertos, ya van siete.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_