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Reportaje:La 'revolución azafrán'

Una insurgencia siempre latente

La revuelta de Myanmar amenaza con reavivar la lucha armada de las minorías étnicas

Los británicos no cumplieron su promesa. En 1948 hicieron las maletas y abandonaron una Birmania que celebraba su independencia. Sin embargo, la minoría étnica de los karen, al este del país, que suma unos siete millones de habitantes en un país de 50 millones, se sumía en la indignación. Después de haber derramado su sangre junto al Ejército británico para expulsar a los japoneses durante la II Guerra Mundial, comprobaban que la recompensa ofrecida de un Estado propio se desvanecía.

Nao An Ler no había nacido aún, pero recuerda cómo su padre, mutilado de guerra, maldijo el día en que la Union Jack fue arriada. "Tuvieron la oportunidad de hacer justicia y crear unos territorios en los que las diferentes etnias vivieran en paz. Pero nos condenaron a la tiranía que vivimos", espeta, en la provincia tailandesa de Mae Hong Son. Él y su familia no gozan siquiera de la condición de refugiados que ampara a 150.000 compatriotas distribuidos en nueve campos. Son inmigrantes ilegales en una tierra que nada quiere saber de ellos. Los cinco miembros de la familia malviven en una chabola de maderos y bambú desde que hace tres años abandonaron su pueblo ante el acoso del Ejército de la rebautizada Myanmar.

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Nao An Ler había formado parte del Ejército Karen de Liberación Nacional (EKLN) durante la década de los ochenta, y ahora veía amenazada su vida a pesar de haber abandonado la lucha armada. "Prefiero malvivir aquí antes que los soldados birmanos violen a mi mujer y mis dos hijas y me maten delante de ellas". Las continuas violaciones de los derechos humanos a manos de las tropas birmanas son un hecho constatado, y factor clave en el éxodo de los karen a Tailandia.

Las recientes revueltas se siguen con mucha atención por parte de la treintena de movimientos insurgentes del país, generalmente ligados a minorías étnicas que aspiran a un Estado propio desligado completamente de la mayoría bamar.

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Los guerrilleros actúan en la jungla del este del país, y mantienen intermitentes hostilidades con las Fuerzas Armadas que han provocado un éxodo silencioso. Ayer, uno de esos grupos armados, la Unión Nacional Karen (UNK), emitió un comunicado en el que pedía al resto de guerrilleros que unieran sus fuerzas contra el régimen. Países vecinos como Tailandia temen un resurgimiento de su lucha, que podría desestabilizar sus provincias norteñas, habitadas también por esas etnias, y por refugiados que ven la esperanza brillar en el horizonte. "La desintegración es lo mejor que le podría pasar a la Unión de Myanmar, que nunca ha estado unida", asegura Somporn Manee, refugiado procedente del Estado Shan, territorio de la Armada Unida Shan (AUS). "Una revolución pro democracia no tendrá éxito si no garantiza el derecho de autodeterminación de las minorías que ahora se ven forzadas a formar parte del país".

El campo de refugiados de Mae La se encuentra a una hora de la ciudad tailandesa de Mae Sot. Sin embargo, es difícil escuchar la musicalidad del tailandés. Aquí viven 45.000 desplazados birmanos, mayoritariamente karen. Es una ciudad en toda regla, muy alejada del estereotipo de campo de refugiados, con cuidadas casas de bambú y madera, y servicios básicos asegurados por organizaciones como ACNUR y Unicef. "Aquí hay gente que lleva viviendo 20 años. Para ellos, aunque sus movimientos estén restringidos, éste se ha convertido en su país. Pero no dudo que decidirán regresar a su tierra de origen si hay un cambio político y se garantiza su seguridad", explica Krissada Saitai, quien hace una década escapó de las torturas y las ejecuciones sumarias.

"Aquí, en ocasiones, también nos atacan con armas pesadas, pero nada se puede comparar al infierno de Myanmar", añade. La situación que describe este hombre de 37 años fue denunciada por Human Rights Watch en abril, pero el hostigamiento del Ejército birmano continúa de forma intermitente y crea graves tensiones con Tailandia. Según la organización pro derechos humanos, el número de muertos en estos ataques desde 1994 supera el millar.

"Myanmar es un polvorín y es lógico que explote", comenta Saitai. "Un Estado ficticio cohesionado por el miedo no puede durar mucho tiempo, y aquí son ya seis décadas de enfrentamientos". El complejo mosaico social de Myanmar ha sido siempre foco de tensiones. La mayoría bamar no ha tenido en cuenta a la treintena de minorías étnicas que ahora pueden desempeñar un papel protagonista en la revolución azafrán. Ayer, algunos grupos insurgentes anunciaron una próxima reunión para buscar la fórmula más adecuada para apoyar el movimiento actual. A pesar de que algunos de ellos han firmado el alto el fuego con el Gobierno, no se puede descartar una vuelta a las armas, aprovechando la aparente debilidad del régimen y el aumento de la concienciación internacional.

Hace cinco años que Sripet Loondee abandonó los frondosos bosques del este del país y dejó de disparar. Rehizo su vida en la provincia tailandesa de Chiang Rai, donde ahora se gana la vida recogiendo naranjas. Había formado parte de un batallón del AUS, y participado en emboscadas contra el Ejército. El asesinato de uno de sus hijos lo llevó a cruzar la frontera "para poner a salvo a la familia". Critica que las diferentes facciones no se pongan de acuerdo: "Nunca lo han hecho, porque luchan por intereses que, muchas veces, no tienen nada que ver con los del pueblo. Por eso hemos sido siempre débiles y no hemos conseguido nada".

Sin embargo, el nuevo clima político ha encendido en él la esperanza. "Si unimos las fuerzas, los dictadores tendrán un grave problema". Puede ser la segunda fase de esta revolución. Un elemento que precipite reformas democráticas que, en última instancia, pueden acabar con la descomposición actual del Estado.

El fotógrafo japonés Kenji Nagai trata de tomar imágenes desde el suelo, poco antes de morir por el disparo de un soldado.
El fotógrafo japonés Kenji Nagai trata de tomar imágenes desde el suelo, poco antes de morir por el disparo de un soldado.REUTERS

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