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Los jóvenes serbios entierran la guerra

Las nuevas generaciones de un país con un 20% de paro dan la espalda a Mladic y miran hacia Europa

Andrea Rizzi

En1389, el Ejército serbio se enfrentó en territorio kosovar a las tropas turcas que intentaban conquistar la región. La batalla fue cruenta y ambos bandos resultaron diezmados. Más de seis siglos después, 1389 es el nombre de un grupo nacionalista extremista serbio y el símbolo de la dificultad de enterrar el pasado en los Balcanes. Jóvenes simpatizantes de este y de otros movimientos similares desataron disturbios en Belgrado el domingo por la noche para protestar contra la captura de Ratko Mladic. Pese a ser todavía lamentablemente llamativo, el radicalismo parece en retroceso.

Vista en perspectiva, la reacción a la captura del militar acusado del genocidio de Srebrenica ofrece motivos para pensar que en la sociedad serbia está lentamente cuajando un cambio de actitud, y que los odios del pasado van teniendo menos protagonismo en la vida del país. Unas 70.000 personas acudieron a una manifestación de protesta por cuestiones políticas y dificultades económicas convocada en Belgrado en febrero; el pasado domingo, solo 10.000 gritaron su rabia contra la detención de Mladic, pese a ser este un asunto con una carga simbólica extraordinaria.

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Los jóvenes son el motor principal de esta silenciosa transición. Son el colectivo más azotado en una sociedad con una tasa de paro que roza el 20%. En 2008, era un 14,7%. Muchos de ellos reclaman a la política que se centre en el futuro, y la mala coyuntura económica refuerza su exigencia. En Serbia, el PIB por habitante ha caído de 6.600 a 5.200 dólares entre 2008 y 2010, según el FMI.

"Los problemas del pasado son irresolubles. Deberíamos cortar ya con todo aquello y centrarnos en las dificultades del presente: en el paro de los jóvenes, en las pensiones de los mayores. Deberíamos mirar más hacia el futuro", dice Katarina Nedelkovic, de 25 años, en su diminuto cuarto compartido en un inmueble de la Nueva Belgrado, la zona oeste de la capital. Nedelkovic, peinada con unas trenzas típicas de su ciudad natal (Topola, en el centro del país), se licenció el año pasado en Economía Agraria con un 9,32 sobre 10. A pesar de su excelente currículo, está en el paro: "No se trata solo de que no tenga trabajo: ¡es que no me han llamado ni para una sola entrevista!".

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Las opiniones que expresa Nedelkovic son recurrentes en las conversaciones con los jóvenes de Belgrado. "Estoy harto de toda la herencia de las guerras", coincide Aljosha Martinovski, licenciado en Filología de 23 años, sentado en una terraza de un bar de la animada calle de Mihailova. Su discurso define bien un sentimiento que no es tanto de condena al pasado, sino de cansancio.

Esta actitud encuentra un reflejo en el escenario político. El nacionalismo radical y antioccidental ha quedado progresivamente aislado en los últimos años. El partido radical no llega al 5% en los sondeos. Una formación nacionalista de discurso algo más aseado y que apoya la adhesión a la Unión Europea -el partido progresista de Serbia- ha atraído consensos antaño dirigidos hacia grupos más duros y ronda el 20% en las encuestas.

La UE, en general, es vista como una herramienta para avanzar en cuestiones económicas, en la eficiencia de la Administración. Es difícil encontrar jóvenes que se digan contrarios a la adhesión, pese a que la retórica antioccidental sigue presente en Serbia. Pero el deseo de entrar en Europa suele ir acompañado de cierto escepticismo, y de malestar por las condiciones que Bruselas impone.

Muchos de ellos no ven con buenos ojos que el Gobierno serbio haya capturado a Mladic. "No puedo decir que sienta rabia. Pero tampoco me es indiferente. Me afecta", dice Martinovski. Significativamente, parece encenderse más cuando se le pregunta por la corrupción, los enchufados y el clientelismo que corroen la sociedad serbia. "No es que eso ocurra de vez en cuando. ¡Es la regla!", exclama. Ojalá su generación logre enterrar para siempre 1389 en los libros de historia.

Darko Mladic (derecha), hijo del exgeneral, y su familia acuden al tribunal en Belgrado.
Darko Mladic (derecha), hijo del exgeneral, y su familia acuden al tribunal en Belgrado.ANDREJ ISAKOVIC (AFP)
Un seguidor del exgeneral acusado de genocidio, Ratko Mladic, provocan a la policía antidisturbios durante una manifestación organizada por el ultranacionalista Partido Radical Serbio, frente al edificio del Parlamento, el 29 de mayo de 2011 en Belgrado.
Un seguidor del exgeneral acusado de genocidio, Ratko Mladic, provocan a la policía antidisturbios durante una manifestación organizada por el ultranacionalista Partido Radical Serbio, frente al edificio del Parlamento, el 29 de mayo de 2011 en Belgrado.SRDJAN STEVANOVIC (GETTY IMAGES)

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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