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Reportaje:Elecciones en Kosovo

Un líder moldeado por EE UU

Washington ha ayudado a Thaçi a desprenderse de la imagen de guerrillero

Ramón Lobo

Lejos quedan los tiempos de La Serpiente, el sobrenombre de Hashim Thaçi cuando era líder del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK), la guerrilla albanokosovar que luchó contra las fuerzas de seguridad de Slobodan Milosevic en 1998 y 1999. Nueve años después ocupa el centro del escenario político en el momento más importante, cuando está a punto de levantarse el telón. Con el discurso moderado y las maneras calmas de un futuro primer ministro, esculpidas en horas de entrenamiento por sus dos asesores norteamericanos, Thaçi se dispone a entrar en los libros de historia de Kosovo como el hombre que declaró la independencia.

Nacido hace 39 años en la región de Drenica, bastión del UÇK de donde partió la lucha armada, ha recorrido un largo camino, siempre de la mano de sus mentores estadounidenses. La Administración del presidente Bill Clinton lo escogió como el rostro bien parecido de una guerrilla que Belgrado calificaba de terroristas y Washington, tras algunas dudas iniciales, de luchadores de la libertad.

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EE UU lo presentó en sociedad en las negociaciones de Rambouillet (Francia) en 1999, previas al bombardeo de Serbia por la OTAN, donde mantuvo un célebre pulso con la entonces secretaria de Estado, Madelaine Albright, que no ocultaba su admiración por el guerrillero que se negaba a renunciar al derecho de autodeterminación.

Esa bandera, la de la autodeterminación, se la ha dejado a otro rebelde, el líder universitario Albin Kurti, de 32 años, que dirige el movimiento Vetëvendosje! desde su arresto domiciliario. "Thaçi es parte de este teatro de mediocridades que ha vendido Kosovo. Desde hace años sueña con ser primer ministro y no se ha detenido hasta conseguirlo. Es el hombre escogido por EE UU, y no se saldrá un milímetro del guión que le marquen", sostiene Kurti, la única voz discordante.

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A La Serpiente, célebre por su destreza en escabullirse del aparato de seguridad de Milosevic -que en 1997 le condenó en ausencia a 10 años de cárcel-, le ha costado llegar. En su juventud se apartó de la resistencia pacífica trazada por Ibrahim Rugova acercándose a los que defendían el uso de las armas y la unión de los albaneses en un Estado. Eran los noventa, cuando la agitación nacionalista panalbanesa no conocía lindes. Hace tiempo que ese discurso se diluyó en otro embutido en las fronteras de Kosovo.

Tras años en el duro banquillo de la oposición, Thaçi se ha presentado como un hombre nuevo. "Hemos cambiado", ha sido uno de sus lemas. Llevado por un nuevo entusiasmo, esta vez modernizador, y su afán por ser primer ministro, el viejo guerrillero ha prometido teatros y museos en depauperadas zonas campesinas que le recibían con la sorpresa de quienes creen que ha traspapelado el discurso.

En esta travesía, Thaçi ha sabido eliminar del Partido Democrático de Kosovo la imagen de ser la formación de los guerrilleros. Ha abierto la formación y ha actualizado el menú de sus propuestas para llevar a la campaña los asuntos que preocupan a la sociedad, el paro y la escasez de electricidad. "Thaçi puede", dicen sus seguidores. "Veremos", replican los escépticos.

Hashim Thaçi, líder del Partido Democrático de Kosovo, hace el gesto de la victoria en Pristina.
Hashim Thaçi, líder del Partido Democrático de Kosovo, hace el gesto de la victoria en Pristina.REUTERS

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