_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un liderazgo creíble

"Obama soy yo". Así es como la mayor parte de los responsables políticos han acogido en Francia la elección del cuadragésimo cuarto presidente estadounidense. Un poco como si cada uno de ellos quisiera apropiarse de una parte del extraordinario entusiasmo que ha despertado el senador de Illinois en Francia y el resto de Europa. Pero, evidentemente, es la izquierda la que más se da por aludida en toda Europa y, particularmente, en Francia, país en el que ésta no tiene empacho en considerarse única poseedora del certificado de buena conducta "de izquierdas" ni, en consecuencia, en dar lecciones a las demás, cuando más le valdría escuchar el consejo que recibe Leonardo DiCaprio de uno de los personajes de la película de Ridley Scott Red de mentiras: "¡Observa y aprende!".

Para ganar en la izquierda hay que unir a las clases medias, las capas populares y los intelectuales
Obama reniega del sectarismo y preconiza, en plena crisis financiera, un enfoque bipartidista

¿Qué retener, pues, que valga para todas las izquierdas; y para la francesa en particular? Primero, la participación, lo que Ségolène Royal llama "democracia participativa", que quedó de manifiesto a lo largo de toda la campaña de Barack Obama y ha tenido como resultado un porcentaje récord de financiación a base de pequeñas contribuciones y una extraordinaria entrega por parte la militancia: casi uno de cada tres electores del candidato demócrata fueron contactados telefónicamente antes de la votación.

Después, la coalición: la victoria de Obama reúne a los dominados y a los instruidos. Todas las minorías, las mujeres, los jóvenes, a excepción de los blancos y los mayores de 50 años, le han votado mayoritariamente. Lo mismo que los diplomados universitarios. Para ganar siendo de izquierdas hay que ser capaz de unir a las clases medias, a las capas populares y a los intelectuales.

En Francia, durante las últimas elecciones presidenciales, el voto popular fue a parar a Nicolas Sarkozy. Y en Francia la izquierda cree poder ganarse a las capas populares coreando las divisas más demagógicas y populistas. Barack Obama es un intelectual con divisas a menudo matizadas, que duda y no vacila en reconocerlo, y que valora las trayectorias meritocráticas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Su doctrina también debería inspirar a la izquierda, ya que toda ella está orientada hacia la restauración de una política favorable a las clases medias. En esto, Estados Unidos representa una excepción, pues en ninguna otra parte las políticas conservadoras han llevado tan lejos las concesiones a ese 1% más rico de la población, a costa de todo lo que constituyera el aporte del New Deal. En nuestros países, las estructuras del Estado del bienestar, aunque debilitadas, se mantienen en pie; en Estados Unidos, el nuevo Gobierno tiene por delante una enorme tarea de reconstrucción. Pero el eje de esta política será sin duda el retorno al primer plano de la lucha contra las desigualdades con unos mecanismos de redistribución desprestigiados durante los últimos veinte años. Un duro ejercicio para la izquierda, que había perdido la costumbre de creer en ello.

Finalmente, el método también debería hacer reflexionar a ciertas izquierdas: Obama reniega del sectarismo de su predecesor y preconiza, en plena crisis financiera y económica, un enfoque bipartidista. Evidentemente, el ejemplo alemán y el nacimiento de La Izquierda frente al SPD no van por ahí. Sin embargo, una izquierda que está en la oposición debería tener el valor de secundar unas medidas que, si fuera honesta, no podría desaprobar, como la intervención masiva del Estado para salvar al sistema financiero.

Pero, más allá de todos estos aspectos, lo que podría volver a situar a la izquierda europea en el centro del mapa político es evidentemente el vuelco intelectual e ideológico que representa, con ayuda de la crisis, la elección de Barack Obama y el retorno al primer plano de unos valores explícitamente combatidos por las derechas radicales inspiradas en el Partido Republicano: los derechos colectivos como equilibrio de la búsqueda del éxito individual, el Estado como "solución" y no como "problema", y el refuerzo de la solidaridad. A condición, claro está, de que este retorno de los valores de la izquierda se encarne en un liderazgo creíble...

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_