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Intervención aliada en Libia
Columna
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El mejor ZP

Todo presidente lleva dentro un pequeño Churchill, alguien a quien no le importa nada perder unas elecciones, siempre que sea por una buena causa, claro está. Pero todo político también lleva dentro una pequeña Merkel, alguien que solo decide después de haber mirado el calendario electoral. Así que, justo cuando Merkel andaba regañando a los derrochadores, señalando a los incumplidores y exigiendo sacrificios a diestro y siniestro, aparece la crisis libia y, frente a una resolución de la ONU tan clara y rotunda como la 1973, la hija del pastor protestante que creció en la RDA viendo el miedo a la Stasi sobrevolar los silencios de sus familiares, amigos y colegas, balbucea unas torpes excusas y, doblegada por unas elecciones regionales, se abstiene de apoyar la intervención en Libia. Merkel ha partido a la OTAN y a la UE en dos, más allá y con consecuencias más devastadoras que la división europea en torno a la guerra de Irak. Al abstenerse junto con China, Rusia, Brasil e India, Alemania se suma al coro de las potencias emergentes que solo creen en el derecho a exportar y que renuncian a asumir responsabilidades.

Si lo que interesara en Libia fuera el petróleo, bastaba esperar 72 horas y ver la caída de Bengasi
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Con unas elecciones autonómicas y municipales a la vista, la sucesión encima de la mesa, Portugal, Grecia e Irlanda en la cuerda floja y un crucial pacto por el Euro a la vuelta de la esquina, el repertorio ofrecido por Gaspar Llamazares en el Congreso de los Diputados ofrecía a Zapatero un menú con decenas de excusas para mantenerse al margen y no ensuciarse ni las manos ni la conciencia apoyando la resolución sobre Libia. A la hora de decidirse a no intervenir, todos los precedentes, dobles raseros e incoherencias de la comunidad internacional, que son cientos, ciertos y muy sangrantes, le hubieran facilitado el quedarse al margen. Y una vez iniciada la intervención, todos los peros, incógnitas e incertidumbres con los que vivimos desde entonces se aliarán para darles la razón a los que siempre quisieron quedarse al margen y luego poder decir "ya os lo advertí".

Todas esas incertidumbres son el origen de la monumental bronca que está recibiendo Obama por meter a EE UU en una tercera guerra, con un coste ya de 100 millones de dólares diarios. Después de siete años de guerra en Irak y 10 en Afganistán con un coste de un billón y medio de dólares (sí, 1,5 trillions), pensar que Estados Unidos tiene alguna agenda oculta en Libia prueba la necesidad de una terapia por manía persecutoria. Más bien al contrario, si lo que interesara en Libia fuera el petróleo, no habría más que haberse hecho el remolón otras 72 horas para asistir a la caída de Bengasi y reanudar las relaciones con Gadafi.

La verdad es que no sabemos prácticamente nada de cómo acabará la operación militar: Gadafi podría caer en días o sobrevivir meses en medio del caos que ha generado; los rebeldes podrían ganar, pero ser incapaces de montar nada que se pareciera ni de lejos a una democracia estable o incluso acabar matándose entre ellos en una nueva guerra civil. E incluso la coalición podría disolverse víctima de sus divisiones, la incertidumbre respecto a los objetivos y la falta de éxito de sus operaciones. Todas esas consecuencias, y sus costes, habrán de gestionarlas los que iniciaron la intervención porque no tendrán más remedio que hacerlo, pero no serán responsables de ellas. De todo ello, el único responsable será Gadafi. De lo único que será responsable ZP es de haber impedido que Gadafi asaltara Bengasi y masacrara a la población, como el mismo Gadafi prometió y reiteró en numerosas ocasiones. Es fácil ver que Zapatero entendió perfectamente que no siendo responsable de la guerra de Irak, ni del doble rasero de Estados Unidos respecto a Israel, ni de la inoperancia de Naciones Unidas en decenas de conflictos, sí que sería responsable de no haber hecho nada para impedir la caída de Bengasi en manos de Gadafi. Porque aunque todo el mundo prefiriera las sanciones y el bloqueo a la intervención, era imposible ignorar que esas sanciones, establecidas en la resolución 1970, ya habían fracasado a la hora de detener a Gadafi. Lo único que cuenta entonces es, parafraseando a Cercas, la anatomía de ese instante en el que el debate concluye y tienes que decidir en qué quieres emplear la autoridad que se te ha conferido, es decir, de qué exactamente te quieres responsabilizar y de qué te quieres desentender. Lo dicho, el mejor ZP. jitorreblanca@ecfr.eu

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