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Reportaje:

En la montaña del poder kurdo

Turquía desafía a EE UU y amenaza con invadir el Kurdistán iraquí - Masud Barzani ha advertido a Ankara de que esta vez defenderá la soberanía

Francisco Peregil

La gente de Diyarbakir, capital del Kurdistán turco, espera sentada su turno en el patio de la oficina del alcalde de la ciudad, Abdullah Demirbas, líder del prokurdo Partido de la Sociedad y la Democracia (DTP). Ni Billy el rápido con dos revólveres sería más expeditivo que este político con sus dos teléfonos móviles. Entra una señora al despacho con su hijo de ocho años y le explica al alcalde que ha recurrido a todas las instancias municipales y provinciales. Que la casa se le cae encima, que no tiene dinero para reformarla y necesita una nueva o dinero para la reforma. Antes de que acabe la señora, Demirbas marca un número y le dice a alguien que la atiendan sin falta. La señora prosigue: su marido es paralítico, necesita una silla de ruedas y no tiene dinero. Otro telefonazo y asunto casi resuelto. ¿Qué más? Necesita operarse y no tiene dinero. "Y le he dicho al gobernador que si no encuentra solución para mis problemas me iré a la montaña", comenta.

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Ya salió la palabra. La montaña. Una vieja expresión de la zona dice que la única amiga de los kurdos es la montaña. El monte queda a más de cuatro horas en coche de Diyarbakir, pasada la frontera con Irak, en el Kurdistán iraquí. Allí, en esa zona que nunca estuvo bajo el control completo de ningún Estado, viven, se entrenan y preparan sus atentados los 3.500 miembros del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), organización tachada de terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea. Esta semana el Gobierno turco del islamista moderado Recep Tayyip Erdogan promovió una ley que permite al Ejército turco penetrar cuantas veces quieran a lo largo de un año en el norte de Irak para matar a los terroristas.

La montaña en su día era refugio de los famosos peshmergas (el que va a morir, en lengua kurda). Ni el más sanguinario Sadam Husein pudo con aquellos peshmergas. Pero ahora, ellos son los soldados del Gobierno autónomo del Kurdistán iraquí, representan a la autoridad competente, al Gobierno del kurdo Masud Barzani, en una extensión semejante a Andalucía.

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"El Ejército turco ha entrado unas 24 veces en Irak desde los años ochenta", recuerda un político kurdo próximo al Gobierno del Kurdistán iraquí. "Pero siempre lo hizo con el permiso de Barzani y sus peshmergas. A nosotros nos interesaba entonces porque estábamos en guerra con el PKK. Pero ése no es el caso en este momento".

Masud Barzani emitió el viernes un comunicado por el que hizo saber a Turquía que está dispuesto a defender la soberanía de su territorio. Los políticos kurdos como el alcalde Dermibas tratan de lograr más derechos para su gente, paso a paso, dentro de la ley y de las instituciones. Pero cada vez que las instituciones fallan, los kurdos miran hacia la montaña. "Que después no me llamen terrorista", le espeta la mujer al alcalde. "Porque me dicen que soy turca, pero no me dan los mismos derechos que a los turcos. Porque soy kurda", agrega.

Ella llora como esos hombres que no quieren que los vean llorar. Y el alcalde marca otro número de teléfono y consigue a un médico a la que ella visitará gratis. En el patio kurdo siguen esperando más kurdos al alcalde. Viéndolo manejarse con el pueblo uno se extraña de que aún no haya más gente aguardando para visitarlo.

Pero lo sorprendente es que aunque todos los presentes tratan a Abdullah Demirbas como alcalde, no es ya la primera autoridad municipal de Diyarbakir. Lo fue entre 2004 y julio de 2007. Dice que el Gobierno turco lo despidió como alcalde porque él quiso emprender una política de pluralidad lingüística en el Ayuntamiento. Pero su margen de maniobra, su poder político, reflejan hasta qué punto los kurdos manejan dinero en Turquía. Quizás con la inestimable ayuda del Gobierno del Kurdistán iraquí.

Los 26 millones de kurdos que hay en el mundo conforman el cuarto grupo étnico más grande de Oriente Próximo, después de los árabes, los turcos y los persas. En Turquía, con 14 millones de kurdos, representan el 20% de la población, en Irán, con seis millones, y en Siria, con un millón, son el 10%.

En el Kurdistán iraquí, los cinco millones de kurdos, son los auténticos amos y señores. El Gobierno autónomo de Masud Barzani se puede permitir ser un fiel aliado de Estados Unidos y, al mismo tiempo, tolerar la presencia de los 3.500 terroristas del PKK que hostigan a Turquía. Pero el Gobierno de Ankara, con su pretensión de invadir Irak a pesar de la oposición expresa del presidente de EE UU, George W. Bush, ha tensado la cuerda de su alianza militar y política con Washington.

Soldados turcos buscan minas en Sirnak, cerca de la frontera con Irak.
Soldados turcos buscan minas en Sirnak, cerca de la frontera con Irak.efe

Dos caminos sin vuelta atrás

Ondear la bandera kurda está prohibido en Turquía. Pero la joven Ezel, de 17 años, se pasea en Diyarbakir, capital del Kurdistán turco, con dos zapatillas Adidas que le regaló una cooperante italiana, roja, amarilla y verde. Como su bandera. Con esas zapatillas saldrá corriendo en menos de tres meses hacia Italia, donde pretende retomar los estudios que se interrumpieron cuando tenía 13 años, o hacia la montaña, es decir, hacia el Kurdistán iraquí, donde tomará las armas como guerrillera del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), organización considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea.

"Ahora mismo estoy en libertad provisional. Mi abogado ha recurrido una sentencia por la que se me condena a cinco años de cárcel. No pienso cumplirla", manifiesta la chica.

Sus problemas empezaron cuando tenía 13 años y acudió junto a unos amigos a un mitin por la paz. Llevaba un pañuelo rojo, amarillo y verde. "Y me arrestaron. Pero no lo hicieron por llevar el pañuelo, sino porque me acusaban de que portaba un arma, me dijeron que yo había estado en la montaña y querían que les pasase información sobre la montaña. El 13 de septiembre de 2002 me arrestaron. Me dijeron que si no les daba el arma me desnudarían. Me levanté yo misma la camisa y les dije que no tenía nada. Me insultaron, me golpearon en la boca y en el estómago, aunque no fue una tortura sistemática".

"Me tuvieron", prosigue el relato, "cuatro días sin comer. Me llevaron a juicio. Y el fiscal me dijo que yo estaba dividiendo a la nación turca. Me miré a mí misma y dije '¿Yo?'. Lo volví a preguntar: '¿Yo?'. Y les dije: 'si con 13 años yo puedo dividir a la nación, qué pena de Turquía'. Después pasé seis meses en una cárcel de adultos, de presos políticos. Me soltaron, pero me prohibieron seguir yendo al colegio. Me han robado mi derecho a la educación".

El 15 de marzo de 2007, Ezel asistió a otra manifestación. Y otra vez fue detenida. "He pasado cinco meses en la cárcel. Salí en agosto. El fiscal alegó que por ser yo reincidente debería pasar 25 años en prisión. Mi abogado consiguió rebajar la pena a 18 años y después a cinco. Ahora mismo estoy en libertad provisional".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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