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Reportaje:La brecha transatlántica

La mordaza de Sayed

El hermano del periodista afgano condenado a muerte por blasfemia asegura que los 'mulás' le tendieron una trampa

Silvia Blanco

En la cárcel de Bakh, al norte de Afganistán, no se puede leer ni escribir. Algunos días, tampoco se desayuna ni se cena. Sayed Parwez Kambakhsh, un estudiante de periodismo de 23 años, lleva tres meses entre rejas. Comparte una pequeña celda con otros 30 presos que cumplen penas por robo, asesinato o violación. Él está allí por blasfemia. Y está condenado a muerte.

Su hermano, Yaqub Ibrahimi, es periodista. Va a verlo una vez a la semana. A Sayed Parwez se le acusa de insultar al profeta Mahoma por distribuir entre sus compañeros de clase un artículo, descargado de un blog en Internet, en el que se considera discriminatorio que el Corán permita al hombre tener cuatro esposas, y a la mujer sólo un marido. "En Afganistán cualquier cosa puede ser blasfemia, sobre todo lo que tiene que ver con los derechos humanos", cuenta por teléfono Yaqub. Ahora está en Kabul, la capital, haciendo todo tipo de gestiones para que el caso se transfiera al Tribunal Supremo y poder así apelar la sentencia.

Yaqub niega que su hermano escribiera ese artículo, incluso que lo descargara de Internet. "En clase, él solía debatir con sus compañeros sobre los derechos de las mujeres. Algunos alumnos fundamentalistas imprimieron el escrito y lo firmaron como si el autor fuera mi hermano. Así que todos creyeron que lo había difundido él. Sus propios compañeros lo denunciaron, y la Dirección Nacional de Seguridad [los servicios de espionaje afganos] detuvo a Sayed Parwez el 27 de octubre", relata exaltado Yaqub Ibrahimi. Pero, ¿por qué los estudiantes iban a hacer algo así? "Los que mandan aquí son los mulás. El Gobierno central no tiene poder en esta provincia. Creo que querían hacerme callar y usaron su influencia en la universidad para conseguirlo. Han condenado a Sayed Parwez por mis artículos contra los señores de la guerra y su poder, que crece cada día. Pueden matar gente, violar a mujeres o conseguir dinero ilegalmente. No hay ley que les frene, así que si escribes artículos sobre esto o sobre los derechos de las mujeres en el islam, harán que tengas problemas".

La teoría no es inverosímil. "Yaqub Ibrahimi ha escrito numerosos artículos de investigación sobre violaciones de derechos humanos en la provincia de Bakh. Se dice que el norte es tranquilo, que no hay talibanes, pero lo cierto es que tienen allí una gran influencia", explica desde París Vincent Brossel, responsable para Asia de Reporteros Sin Fronteras. "Antes de que condenaran a Sayed Parwez, sabíamos que Yaqub recibía amenazas de muerte, sobre todo porque escribe para una ONG internacional, el Institute for War and Peace Reporting". Y se pregunta Broseel: "Aunque no haya sido así, ¿qué importa que se descargara o no el artículo?, ¿qué importa que lo hubiera escrito?".

Jean McKenzie, la directora de la ONG (con base en Londres) para la que escribe Yaqub, explica que "el juicio a Sayed Parwez no fue legal. Le obligaron a firmar una declaración en la que reconocía todos los cargos".

Sayed Parwez se enfrentó solo a un juez, un fiscal y tres soldados. En un proceso a puerta cerrada. Sin abogado. Sin su familia. Fue el 22 de enero. Horas después de conocerse la sentencia de muerte, empezó a gestarse un poderoso movimiento mundial de protesta en la Red. Y al tumulto virtual se unieron la ONU y algunos políticos de países con tropas en Afganistán.

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El presidente afgano, Hamid Karzai, convertido en prudente equilibrista con el Consejo de Mulás, de un lado, y la opinión pública internacional de otro, Karzai mostró ayer su confianza en que la sentencia finalmente no se ejecute.

Mientras tanto, siete años después de la guerra, "no hay grandes cambios en la vida de la gente", cuenta con pena Yaqub.

Una manifestante contra la ejecución de Parwez sostiene su foto.
Una manifestante contra la ejecución de Parwez sostiene su foto.AP

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Sobre la firma

Silvia Blanco
Es la jefa de sección de Sociedad. Antes ha sido reportera en El País Semanal y en Internacional, donde ha escrito sobre migraciones, Europa del Este y América Latina.

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