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La nueva vida de Cristina Fernández

Una mujer vestida de luto, sola y valiente, enfrentando la adversidad de un país caníbal. De las cenizas del duelo nacional emerge esa imagen heroica: Cristina Fernández de Kirchner da los primeros pasos de una nueva vida. La muerte dignifica, la tragedia joven y súbita de un líder exalta sus virtudes y perdona o simula sus defectos. Y ese halo dolorosamente benéfico desciende sobre el proyecto que encarnaba Néstor Kirchner y sobre la viuda que lo representa y continúa.

Aún en medio de la congoja, ayer los kirchneristas más lúcidos no podían dejar de observar en privado que Cristina crecerá en las encuestas, será beneficiada por una importante tregua política, cosechará admiradores apolíticos donde no los tenía y saldrá adelante. Este escenario no parece ilógico y rompe con una tendencia que hasta la semana pasada parecía irreductible: los Kirchner iban directo a una derrota electoral. ¿Esta infortunada muerte salva o hunde al kirchnerismo?, le pregunté anoche a un cristinista. "Tal vez lo salve, pero no todo puede medirse por la frialdad del juego -me respondió-. También pesa en estas horas, y mucho, el factor humano".

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Por factor humano deben entenderse varias cuestiones. En principio, cómo procesará personalmente la Presidenta esta brusca viudez, este sufrimiento abismal y desgarrador. Y también cómo reemplazará a un compañero irremplazable. Néstor era, a la vez, el jefe del Partido Justicialista, el verdadero ministro de Economía, el articulador de las alianzas, el verdugo de los adversarios, y el disciplinador de legisladores, jueces, alcaldes, gobernadores y periodistas. Conducía un gobierno de mesa chica (Cristina, él y poco más) donde todo se decidía en soledad y donde los ministros estaban pintados: no había siquiera reuniones de gabinete. ¿A un caudillo lo reemplaza un cuerpo colegiado? ¿A un dios que estaba en todos lados se lo suplanta con un pelotón de muchas cabezas? ¿Sabrá Cristina razonar sin su gran socio operativo?

La presidenta de los argentinos es una mujer extraordinariamente preparada, de vasta experiencia parlamentaria, pero sin tanto rodaje en la gestión ejecutiva. Esa parte la seguía haciendo su esposo, que era obsesivo con los detalles.

Hay en estos momentos dramáticos encuestadores y calculistas del oficialismo que no han detenido sus maquinaciones. "Es que la muerte de Néstor ocurre en un momento decisivo -se excusan-. El calendario no perdona, y el peronismo acecha". Una parte importante del peronismo se mantuvo leal a Kirchner porque éste manejaba los caudales públicos con mano de hierro y nadie quería quedar en la intemperie. El peronismo es un movimiento polifacético y policlasista, que tiene un gran sentido de la oportunidad. Ese oportunismo le permite encontrar siempre al macho alfa de la manada para seguirlo en la dirección en la que corre la historia. Un traje a medida para cada ocasión: fue nacionalista en los '40, desarrollista en los '50, conservador y a la vez guevarista en los '70, socialcristiano en los 80' y neoliberal en los '90. Durante el kirchnerato, adoptó algo así como un neonacionalismo de izquierdas, sostenido con orgullo por militantes pequeños burgueses y tolerado con indiferencia por el gran corpus peronista. Pero este corpus, siguiendo a Kirchner, tuvo una amarga derrota en las últimas elecciones parlamentarias y no quiere repetir el error. Que para ese corpus es fatal. Por lo tanto, el peronismo llora a Kirchner y espera a marzo. Espera ver qué peronista está al tope de los sondeos para ponerse bajo su batuta y avanzar hacia las urnas. Los kirchneristas apuestan a que esa persona será Cristina Kirchner, pero todo parece todavía demasiado prematuro. Lo cierto es que, mientras tanto, todos cerrarán filas alrededor de la Presidenta porque a nadie le conviene debilitarla. Ni siquiera a los poderosos dirigentes sindicales de la derecha peronista que crecieron de manera increíble durante estos siete años. Cualquiera sabe en la Argentina que esos dirigentes pueden hacer ingobernable el país si no se pacta con ellos. El mismísimo Néstor Kirchner tenía problemas para colocarles diques, luego de haberlos inflado.

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De todo esto se habla, aunque en voz baja, en los corrillos de la política oficial, mientras un silencio conmovedor, un llanto perpetuo, una perplejidad doliente cubre las calles y acompaña el calvario de Cristina.

Jorge Fernández Díaz es periodista y escritor. Su último libro publicado en España es Logia de Cádiz

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