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Reportaje:

De oficinista a piloto suicida para entrenar a los F-16 en Nueva York

Una organización civil realiza incursiones nocturnas en avioneta por el espacio aéreo protegido de las ciudades de EE UU para mantener alerta al Ejército estadounidense

Una avioneta aprovecha la oscuridad de la noche en Washington para colarse en el espacio aéreo protegido de la capital norteamericana y sobrevolar la Casa Blanca, el Pentágono o el Congreso. En breve, helicópteros de los guardacostas, aviones de combate de las Fuerzas Aéreas e incluso misiles tierra-aire trataran de interceptarla antes de que pueda cometer un atentado. Sin embargo, el piloto no es un loco o un terrorista, sino un patriota. Pertenece a una organización civil que realiza estas incursiones por sorpresa para mantener alerta a los servicios de defensa, según informa el diario norteamericano The Washington Post.

La Patrulla Aérea Civil es una asociación con pedigrí. Durante la II Guerra Mundial, sus pilotos perseguían a los submarinos alemanes que se acercaban a las costas norteamericanas. Luego ayudarían a las Fuerzas Aéreas de su país en operaciones de entrenamiento y rescate, pero los tiempos han cambiado y ahora la primera prioridad de sus cerca de 56.000 miembros es la defensa de su país contra el terrorismo. En sus filas hay ex combatientes de la Guerra del Golfo con mono de acción, hijos de militares e incluso algún seguidor fanático de la serie de televisión Star Trek.

Cada pocas semanas, se ponen a los mandos de avionetas e intentan fotografiar desde el aire instalaciones nucleares o edificios del Gobierno para detectar los puntos flacos de los servicios de vigilancia. Pero las misiones más emocionantes son sin duda las catalogadas como Falcon Virgo. En esas ocasiones, los pilotos sobrevuelan ciudades como Nueva York o Washington bajo supervisión de las Fuerzas Aéreas. Su misión: ser conejillos de indias de todos los sistemas de defensa del Ejército.

Ponen a prueba la red de radares para detectar intrusos en el espacio aéreo. Ponen a prueba a las patrullas de F-16 que tienen que evitar que se repita un atentado terrorista como el del 11 de septiembre de 2001, que acabó con la vida de unas 3.000 personas. Ponen a prueba a los helicópteros de la Guardia Costera. Incluso ponen a prueba a los mandos del Pentágono que tienen que tomar la decisión de derribar un avión de pasajeros si creen que va a servir para cometer un ataque.

Gran parte de los militares que toman parte en estas maniobras no saben que la avioneta forma parte del grupo de los buenos hasta que ya la han interceptado, aunque desde luego se enteran bastante antes de que deban apretar el botón que dispara el misil para derribarla. Nunca se ha producido un incidente desafortunado.

Las Fuerzas Aéreas entregan 30 millones de dólares a la organización cada año para cubrir los gastos, pero sus miembros además pagan una cuota para formar parte de ella y se costean sus uniformes. Por el día, tienen su trabajo detrás de una mesa de oficina. Por la noche, se convierten por unas horas en ‘terroristas’.

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