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Cita decisiva en Bruselas

La política de la silla vacía de Cameron divide a los británicos

Aluvión de parabienes, pero también de críticas, al veto del primer ministro al acuerdo de la Unión Europea

Una vez más, la cuestión europea divide a Gran Bretaña. No al Partido Conservador, que arropa como una piña a su líder y primer ministro, David Cameron, sino el conjunto del país. En una nación con especial tendencia al patriotismo y a envolverse en la bandera, la decisión de Cameron de quedarse solo contra todos, o de dejar "la silla vacía", como significativamente apunta el moderado Financial Times, está lejos de haber suscitado unanimidad.

Cameron es hoy un héroe para la derecha euroescéptica. El único que titubea es Nigel Farage, líder del ultranacionalista UKIP: un partido que aboga por abandonar la UE y al que la decisión más antieuropea adoptada por un Gobierno británico desde su ingreso en el proceso de construcción europea en 1973 amenaza con convertir en una irrelevancia en términos electorales. "Todavía no se ha conseguido nada", ha advertido.

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Pero Cameron sí ha conseguido algo. Ha conseguido que quienes hasta ahora criticaban a la UE pero admitían la necesidad de estar dentro empiecen a hablar de las ventajas de estar fuera. O a insinuarlo. Como el The Daily Telegraph, el gran diario de los conservadores pero no necesariamente el gran diario de Cameron, al que hasta ahora ha visto como demasiado centrista en general y demasiado pactista en términos de política europea.

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El Telegraph sostiene que el veto de Cameron es consecuencia de que Gran Bretaña ha sido arrinconada. Y concluye: "Ya no podemos seguir comprometidos en un proceso de dar y tomar (o más bien de dar y dar) con la esperanza de redimensionar Europa de forma que nos parezca más aceptable. No es solo que Bruselas ignora las líneas que marcamos en la arena y nuestras peticiones de repatriación de poderes. Es que el corazón de Europa se ha embarcado en una ruta que nosotros no podemos razonablemente seguir".

Como no podía ser de otra manera, el Daily Mail destila euforia: "El día en que puso Gran Bretaña por delante", titula, ensalzando a un primer ministro al que más bien ha tendido a despreciar por su tibieza. Y habla de "euro-matones", denuncia las ansias de venganza de Francia, ataca a la BBC por "el tono apocalíptico" con el que informó de la cumbre, vaticina un motín contra Nick Clegg en el Partido Liberal-demócrata y en su editorial sostiene que Gran Bretaña tiene ahora "la oportunidad de soltarse gradualmente de la estatalista, sobrerregulada, antidemocrática y corrupta UE".

Menos agresiva pero más interesante es la posición del The Times: su crónica de primera página es llamativamente cauta, sobre todo al abordar las consecuencias que el veto puede tener para el país en general y la City en particular. Pero en su editorial no hay espacio para las dudas: "El camino adecuado", titula, y sostiene que "al primer ministro no le han dejado más opción que ejercer el veto británico en Bruselas" y le anima a que "ahora defina su visión sobre el lugar de Gran Bretaña en el mundo".

Al Financial Times le preocupa menos la geoestrategia post-imperial y mucho más el pan nuestro de cada día. Su posición tiene especial interés porque, aunque ha sido históricamente un medio favorable a la construcción europea, lo es con un sentimiento cada vez más crítico y sus lealtades parecen mucho más próximas al libre mercado y a la City que al europeísmo político. A diferencia del resto de cabeceras nacionales, no apoya a ningún partido, y tiene gran influencia en la creación de opinión en ultramar.

El FT opina que la posición de Cameron sobre Europa "es una política desastrosa", y enfatiza: "Ningún otro Estado miembro ha apoyado a Gran Bretaña. La impresión es que Cameron ha entorpecido el rescate del euro". Y, aunque acepta que hay razones para que los británicos estén alerta sobre las amenazas que desde la UE se ciernen sobre la City, concluye que "forzar a la zona euro a poner en marcha su propia unión paralela no va a proteger a la City".

Ese es uno de los principales argumentos utilizados por otras voces críticas con Cameron. Algunas casi irrelevantes por esperadas, como la del prolaborista y -cada vez menos- europeísta The Guardian. Otras con más interés, como la de Charles Grant, director del Centre for European Reform, un centro de estudios europeísta, pero europeísta a la británica, no a la belga. Grant opina que el resultado de la cumbre "es un desastre para Reino Unido y además amenaza la integridad del mercado único". También él apoya las intenciones de Cameron de defender los intereses de la City, pero subraya que jamás Gran Bretaña ha perdido una votación en un asunto realmente vital para su industria financiera y que, con el veto, "el Gobierno no ha conseguido ningún tipo de protección para la City".

Políticamente, tan solo en las bases liberales se han levantado voces contra el veto de Cameron, pero tanto la cúpula liberal como el Partido Conservador y el Gobierno han apoyado al primer ministro. También el europeísta y en tiempos peso pesado tory, Michael Heseltine, quien ha opinado que Cameron no tenía otra opción que vetar, pero ha advertido a su partido contra la tentación de darle la espalda a Europa para "flotar en el Atlántico".

SCIAMMARELLA

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