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La oposición guineana denuncia intimidaciones y la preparación de un fraude en las elecciones

La ex colonia española elige hoy presidente sin la presencia de observadores extranjeros

Ramón Lobo

"Obiang ya tiene planeado el fraude", afirmó ayer por teléfono, desde Malabo, Celestino Bacale, candidato de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS) en las elecciones presidenciales que se celebran hoy en Guinea Ecuatorial, antigua colonia española. "El fraude comenzó con el adelanto en dos meses de los comicios y el rechazo de la presencia de observadores extranjeros".

Hay datos que le avalan: el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE) de Teodoro Obiang Nguema ha ordenado a sus militantes en la región continental (Bata) que acudan a votar a primera hora, porque en los colegios se les pasará lista antes de entregarles la papeleta. En Guinea, el carné del PDGE no equivale a simpatía política, es sólo un instrumento para lograr trabajo. El Gobierno pide a la población el voto patriótico: que el ciudadano muestre la papeleta a la mesa (compuesta por militantes del PDGE, policías y militares). El Ministerio del Interior ha ordenado el cierre del aeropuerto de Malabo durante este fin de semana, como si elegir presidente fuese una emergencia nacional, y ha prohibido que la gente permanezca en la calle después de votar.

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Según denuncia Bacale, el Gobierno ha cobrado un impuesto revolucionario a las compañías extranjeras para financiar su campaña. "Algunos empresarios nos lo han denunciado", dice el candidato de la socialdemócrata CPDS. "Obiang se ha gastado 8.000 millones de francos [unos 12 millones de euros] en una campaña que acabará en un fraude en un país donde sólo tienen derecho a voto 215.000 personas. Con ese dinero se podrían haber construido 10 hospitales o 100 escuelas como el Colegio Español de Malabo".

"A pesar de las intimidaciones de los piquetes dedicados a reventar nuestros mítines, estamos sorprendidos de la respuesta del pueblo, que ha acudido en masa. Había más personas que en la campaña municipal de 1995", cuando la oposición democrática unida bajo una sola sigla ganó en las urnas lo que Obiang les negó después en el recuento. "Estas elecciones, pase lo que pase, marcan un antes y un después del régimen", dice Bacale.

Fuentes conocedoras de la compleja política guineana aseguraron a El PAÍS que Obiang había permitido moverse a la oposición con bastante libertad en comparación con los últimos comicios y que tenía decidido el resultado, el 80% para el presidente. No se repetirá, pues, el error de 1996, cuando por unos minutos Obiang estuvo ganando con el 110% de los votos. "Obiang entregará la mayor parte del 20% restante a los otros candidatos, dejando lo menos posible a Bacale para humillarlo", dice un analista español.

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Para el PDGE y el Gobierno, la realidad es otra: todo transcurre en "un ambiente de paz, tranquilidad y orden", dijo ayer a la agencia Efe el ministro del Interior y presidente de la Junta Electoral Nacional, Clemente Engonga, quien advirtió de que las especulaciones sobre los resultados de las elecciones pueden traer consecuencias lamentables.

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