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Reportaje:Crisis política en Turquía

Los pañuelos son el paisaje de Konya

El partido gobernante en Turquía tiene su feudo en esta ciudad de Anatolia, capital del islamismo conservador

Juan Carlos Sanz

Las mezquitas de Konya están abarrotadas durante el rezo del mediodía del viernes. Los fieles desbordan la capacidad del templo y se reparten por el césped y los bancos de los parques. Mientras, la vida urbana parece adormecida al paso de las bicicletas y el traqueteo del tranvía en esta ciudad de provincias de cerca de un millón de habitantes. A apenas 260 kilómetros al sur de Ankara, el pañuelo es la prenda dominante entre las mujeres de Konya. Un comercio exhibe en su fachada maniquíes cubiertos por el velo con la última moda ligera para el tórrido verano de la meseta del interior de Anatolia. Muy cerca está el mausoleo de Mevlana Jelaleddin Rumi, el filósofo sufí que hizo célebre a Konya por su tolerancia en el siglo XIII. También el patriarca del islamismo turco, el ex primer ministro turco Necmettin Erbakan, le dio notoriedad al convertirla en su feudo político, hasta que los militares intervinieron hace 10 años para expulsarle del poder.

Un comercio exhibe maniquíes cubiertos por el velo con la moda para el verano
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El Ayuntamiento de Konya está controlado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la misma formación islamista moderada que gobierna Turquía desde 2002. La mayor parte de sus líderes actuales salieron del Partido de la Felicidad de Erbakan. Ahmet Koyuncu, de 30 años, es gestor del Centro Cultural Mevlana, que comparte un imponente edificio de mármol blanco con la sede de la alcaldía. "Laicismo o no laicismo, ésa no es la cuestión, lo importante para la gente de Turquía es el progreso económico". Educado en una iman hatip o escuela coránica, este sociólogo argumenta con datos: "Con un 10% de la población por debajo del umbral de pobreza y un salario mínimo de unos 60 euros mensuales, lo principal es la solidaridad. Tenemos un proverbio que dice: 'En la casa que se cocina tiene que haber comida'. Hay que redistribuir la renta en un país que crece".

Mientras prepara los actos del Año de Mevlana, que Konya celebra en 2007 bajo el patrocinio de la Unesco, Koyuncu asegura que el AKP sólo admite la vía democrática para la Turquía actual. "Con cuatro millones de militantes, podría movilizar a otras tantas personas en la calle, pero no quiere agravar el conflicto", asegura, frente a las masivas manifestaciones pro laicas en varias ciudades. "Pero acusar de integristas que están contra el Estado laico a las mujeres que llevan el pañuelo, como mi madre, es una vuelta a la Inquisición", insiste. "Hay muchas personas que viven en una permanente teoría de la conspiración. En este Ayuntamiento se gobierna para todos, cuando se organiza una actuación cultural se llama a artistas de todas las tendencias y se invita a todo el mundo".

El tranvía que une el centro histórico de la ciudad, donde se elevan algunas de las más bellas mezquitas, caravasares de Turquía, lleva hasta el campus de las afueras a través de un paisaje arbolado de bloques de pisos. Une dos mundos. En la última parada, un guarda de seguridad que impide el paso a una estudiante con la cabeza cubierta por un pañuelo y redacta un boletín de multa con el carné de identidad de la joven en la mano. Mientras, otro grupo de muchachas se cambia a la carrera tras un cartel que anuncia una fiesta universitaria. Los pañuelos desaparecen en los bolsos y carteras y son rápidamente ocultados o sustituidos por pelucas y gorros

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Es la única forma de poder acabar la carrera en Turquía. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ha enviado a sus dos hijas a estudiar a Estados Unidos, donde nadie se preocupa por la indumentaria de las alumnas. Pero la esposa de su número dos -el ministro de Exteriores y candidato a presidente de la República, Abdulá Gül- no ha podido iniciar sus estudios en Ankara, a pesar de que superó el exigente examen de acceso a las universidades públicas.

El ambiente es tenso en la Universidad de Selçuk, fundada en 1975 para contrarrestar el auge del islamismo en Konya. El estudiante Arda Varal, de 22 años, originario de Mugla, en la costa del Egeo, muestra dos mesas vacías bajo el retrato de Atatürk en la cafetería de la Facultad de Ciencias Sociales. "Nadie puede sentarse allí. Son sólo para los lobos grises, los nacionalistas más radicales. Ahí arriba [señala con el dedo hacia el techo] acaban de poner una cámara de televisión. Es para evitar peleas", explica Varal, responsable de la rama juvenil de un partido laico en la Universidad de Selçuk.

Varias alumnas que han superado los controles de seguridad con peluca y faldas hasta los tobillos se muerden las uñas mientras esperan el resultado de un examen de urbanismo. Los lobos grises pasean altaneros a su lado, uniformados con vaqueros y camisas de colores. "A pesar de las tensiones, la Universidad está muy integrada con la ciudad de Konya. Pero el turban sigue prohibido porque se ve como el símbolo de una bandera política", explica el catedrático Abdulá Tekin en su despacho del departamento de Estadística. "Quienes están en contra del Estado laico en Turquía no han logrado introducir ningún cambio en la universidad. Aquí también hay profesores próximos al AKP y no ha ocurrido así", asegura. "Pero muchos tenemos miedo a que el dominio por un solo grupo conservador de todas las instituciones pueda acabar intimidando nuestras libertades".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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