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Revuelta étnica en China

La paz (turbulenta) de Li Yongcheng

La llegada masiva de hanes, la etnia mayoritaria, arrincona a los uigures en la región más occidental de China - Los enfrentamientos han causado 184 muertos

Li Yongcheng, de 33 años, sabe que el domingo pasado uigures y hanes (los primeros, miembros de una etnia minoritaria de China y los segundos, de la mayoritaria) se enfrentaron a cuchilladas, pedradas y garrotazos en el centro de Urumqi, capital de la región autónoma china de Xinjiang. Pero no sabe que los violentos choques y la intervención con disparos de la policía para disolverlos dejaron 184 muertos y más de 1.000 heridos, según cifras del Gobierno (entre 600 y 800, según las organizaciones de uigures en el exilio). Tampoco parece estar muy interesado en la peor revuelta étnica que ha sufrido China en décadas, salvo por el hecho de que su comercio se ha visto seriamente afectado. "No hay clientes", dice sentado en un taburete en el pequeño local, con uno de sus dos hijos en brazos. En las estanterías se acumulan monos de trabajo, cascos amarillos y equipamiento para la construcción.

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Li, que pertenece a la etnia han -igual que el 91% de los habitantes de China-, llegó a Urumqi hace tres años en busca de una vida mejor. "Esta tierra presenta muchas oportunidades, se está desarrollando muy rápido. Antes era obrero en Chongqing (una municipalidad en el centro del país) y ganaba unos 6.000 yuanes al año (630 euros). Ahora ingreso entre 10.000 y 20.000", asegura satisfecho. "La vida al principio fue difícil, pero ya me he acostumbrado".

Sin embargo, dice que no tiene contacto con uigures, los pobladores musulmanes de Xinjiang, que poseen su propio idioma de origen túrquico. "No puedo comunicarme con ellos. Cuando hablan chino, no los entiendo".

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Li es uno de los millones de hanes que en las últimas décadas han emigrado a Xinjiang desde otras partes de China, en el marco de la política del Gobierno central de incrementar la presencia de esta etnia en la región. El proceso ha diluido año tras año la antigua mayoría uigur en esta zona agrícola y ganadera de 20 millones de habitantes, de gran importancia geoestratégica, cuya superficie es 3,2 veces la de España y con importantes recursos minerales.

En 1949, cuando el Ejército Popular de Liberación chino ocupó Xinjiang y puso fin a la independencia de que gozaba parte de la provincia con la llamada Segunda República del Turkestán Oriental (1944-1949), los uigures representaban el 74% de los habitantes de Xinjiang, y los hanes, alrededor del 6%. Según el censo de 2000, los uigures son ya menos de la mitad -el 45%-, y los hanes, el 41%. El resto pertenece a otras minorías, como kazajos, hui o mongoles. En las décadas de 1950 y 1960, el Gobierno envió ingentes cantidades de hanes a esta zona del oeste de China para desarrollar proyectos hidrológicos y explotaciones minerales. La continua afluencia de hanes y la toma de control político y económico han generado un gran descontento entre los musulmanes, a pesar del desarrollo que ha traído a la región. En Urumqi, ciudad de 2,3 millones de almas, los hanes son el 75%, y los uigures, el 12%.

Muchos uigures consideran que Pekín reprime su cultura y libertad religiosa, y acusan de discriminadores e imperialistas a los hanes. Estos se quejan, en cambio, de que la política central de autonomías étnicas les discrimina a ellos, y afirman que los uigures viven ahora mucho mejor. El Gobierno teme lo que llama el "separatismo" y el "extremismo religioso" de algunos uigures.

La alteración del equilibrio étnico ha sido fuente continua de tensión y, ocasionalmente, de graves choques, como el éxodo de 60.000 uigures y kazajos a la Unión Soviética, en 1962; la revuelta independentista de Gulja, en 1997, en la que murieron al menos nueve personas, y los atentados mortales en Urumqi, en 1997, y en Kashgar, el año pasado. Este último fue llevado a cabo por independentistas islamistas y en él fallecieron 16 personas, según la agencia oficial Xinhua.

Los disturbios del domingo estallaron después de que varios miles de uigures se manifestaran, inicialmente de forma pacífica, para pedir que se investigara la muerte, según dicen, de 25 miembros de su etnia en una pelea en una fábrica de la provincia sureña de Guangdong. Los medios chinos afirman que sólo hubo dos muertos. Los manifestantes incendiaron coches y casas, y atacaron a hanes. De los 184 muertos, 137 son hanes; 46, uigures, y uno, hui, según el Gobierno. Un número sin determinar falleció por disparos de la policía.

Si Li Yongcheng llegó a Xinjiang hace tres años, Ma Xuhui, que trabaja en una imprenta, lo hizo hace 20 desde la provincia central de Sichuan. "Antes, la relación con los uigures era muy buena. No creo que esto afecte. Estamos unidos", dice, reproduciendo el discurso oficial, en la tienda de zapatos que regenta su mujer. "Muchos empleados donde yo trabajo son uigures. Ellos también odian a quienes hicieron esto. Los pocos violentos no son representativos de todos los uigures".

Un cliente bien vestido, de pantalón blanco, se une a la conversación. "Muchos hanes vienen a Xinjiang en busca de negocio porque goza de gran estabilidad", dice Zhao Bin, un han, empresario del sector textil, nacido hace 40 años en Urumqi.

Cuando se le pregunta sobre las quejas uigures, contesta: "Esta gente no tiene una visión de conjunto. No reconocen cuánto han mejorado sus vidas: cómo vivían antes y cómo viven ahora, qué comían antes y qué comen ahora, cómo cultivaban antes y cómo cultivan ahora. El Gobierno está desarrollando también una industria étnica, como la fabricación de cuchillos, seda y alfombras, y la promoción del turismo".

Cuando se le dice que el poder político están en manos hanes, contesta: "El gobernador de Xinjiang, Nur Bekri, es uigur". Cuando se le matiza que son hanes tanto el secretario del Partido Comunista Chino en Xinjiang, Wang Lequan, como en Urumqi, Li Zhi, que son quienes realmente tienen poder, responde: "Es un problema de tiempo. Debemos llevar la cuestión étnica en la dirección adecuada. Cuando comprendan la idea correcta, podrán dirigir la región. Es un proceso largo".

Torres de apartamentos, amplias avenidas y modernos comercios ocupan las calles de los distritos hanes, mientras en el barrio uigur cerca del mercado Erdaoqiao se suceden los viejos callejones, infraviviendas y locales con pequeños negocios de venta de fruta, especias o electrónica. Los uigures más emprendedores gestionan grandes restaurantes. Por las callejuelas corretean los niños, algunos cubiertos de roña.

En el último piso de un bloque de viviendas que hace décadas que no conocen pintura, Fatma, de 27 años, se queja de la falta de oportunidades y la discriminación. "Los que mandan son todos hanes. Los uigures no podemos hacer nada", dice sentada en una alfombra en una pequeña habitación en su casa. "Algunos chinos odian cómo visto, que lleve un pañuelo en la cabeza. Una vez vi a dos hanes sentados detrás de dos uigures en el autobús agitando la mano delante de la nariz como si oliera mal", dice esta mujer, que asegura que vio desde la ventana la pelea de algunos uigures y hanes el domingo. "La policía disparó a un joven. No sé si está muerto o no", afirma. "Xinjiang tiene petróleo, gas, oro, carbón. Ésta es nuestra tierra, pero los uigures no nos beneficiamos de ello", añade un vecino enojado.

Ahmed (nombre ficticio), de 23 años, dice que no le dejaron entrar en el Ejército, y que cuando finalizó sus estudios de inglés en la universidad, también le rechazaron en el Gobierno local. "Los hanes se llevan todos los trabajos", asegura.

La revuelta del domingo ha hecho añicos el frágil cristal del equilibrio étnico en Xinjiang.

Un grupo de chinos de la etnia han patrulla con palos por las calles de Urumqi.
Un grupo de chinos de la etnia han patrulla con palos por las calles de Urumqi.AFP

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