_
_
_
_
_
Ola de cambio en el mundo árabe | La importancia de Egipto

La pieza clave del rompecabezas

La caída del régimen de Mubarak moverá el tablero de todo Oriente Próximo - A Egipto da a EE UU una oportunidad para rediseñar su política en la región

Antonio Caño

La descomposición del régimen egipcio, principal garante de la estabilidad en Oriente Próximo durante más de tres décadas, obliga a Estados Unidos y a sus aliados a diseñar una estrategia completamente diferente para la región, con el grave inconveniente de que es imposible adivinar qué fuerzas tendrán el poder al final de esta explosión y cuántos de los de los que ayer parecían sólidos caudillos consiguen sobrevivir.

Egipto es la pieza cuya caída supone el movimiento de todo el tablero en el mundo árabe. A diferencia de Túnez, un país geográfica y políticamente periférico, Egipto constituye el eje sobre el que gira toda la zona, por historia, por tamaño y por situación. Posee una cultura milenaria y recientes premios Nobel. Dispone del mayor Ejército y la mayor universidad entre los países árabes. Goza a la vez de la fuerza y la tradición institucional como para servir de modelo a todos sus vecinos.

Afortunadamente para Washington, la protesta ha cogido por sorpresa a Irán
Sostener al 'rais' puede resultar más peligroso que dejarlo caer
Más información
Egipto se pone en manos de los militares

Egipto fue el principal protagonista de las tres guerras que los árabes sostuvieron contra Israel y no ha vuelto a haber otra, de carácter global, desde que el Gobierno egipcio firmó en 1979 un tratado de paz con el Estado judío.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Aunque el mundo árabe es, probablemente, más diverso que Europa de Este —desde el punto de vista religioso, étnico y geográfico—, el triunfo de una revolución en Egipto puede extenderse a la misma velocidad con que la caída del muro de Berlín arrasó el comunismo. Siria, Jordania, Líbano, los territorios palestinos, entre otros, podrían ser las próximas fichas del dominó.

Eso puede ser al mismo tiempo una buena y una mala noticia para Estados Unidos. Depende mucho, por supuesto, del resultado final de este alzamiento. No es lo mismo una cadena de partidos islámicos asumiendo el control de Oriente Próximo, que una serie de Gobiernos laicos pretendiendo implantar sistemas democráticos. Pero algo depende también de lo que la Administración norteamericana haga desde este momento hasta que la situación se estabilice.

El movimiento surgido parece ser bastante virgen. Ninguna fuerza política —tampoco los Hermanos Musulmanes— ha reclamado el liderazgo del levantamiento en Egipto y ninguna parece estar en su origen. Afortunadamente para EE UU, estas manifestaciones han cogido tan por sorpresa a Irán y al extremismo islámico como al propio Washington. Por ahora, no se han quemado banderas con las barras y las estrellas ni hay síntomas de emociones antinorteamericanas entre los que protestan.

Eso concede a Estados Unidos una gran oportunidad de diseñar una nueva aproximación al mundo árabe e islámico, y Egipto, por todas las razones señaladas, es el lugar idóneo para comenzar a ponerla en práctica.

Las relaciones con Egipto se han basado hasta ahora en el principio de que ese régimen servía como contención de la ira contra Israel a cambio de que los norteamericanos hicieran oídos más o menos sordos al modelo dictatorial impuesto por Hosni Mubarak. El presidente egipcio defendía esencialmente los intereses estadounidenses y recibía a cambio 1.500 millones de dólares anuales, en su mayor parte ayuda militar. De esa manera, Estados Unidos se convertía, de cara a la población árabe, en cómplice de los abusos de Mubarak y en un blanco fácil de la campaña de propaganda del radicalismo religioso.

La caída de Mubarak eliminaría una de las razones del éxito de Al Qaeda y permitiría a Washington contribuir de forma positiva al progreso del país, no imponiendo la democracia con bombas, como pretendía George Bush, sino simplemente respaldando desde fuera las aspiraciones populares.

No va a ser fácil. La percepción de Estados Unidos como un valedor de tiranos es demasiado larga y está demasiado instalada en la conciencia colectiva árabe como para desaparecer de la noche a la mañana. Pero no es imposible. Una nueva generación, más preocupada por su bienestar que por la ideología, parece estar tomando la iniciativa esta vez.

Varios cientos de jóvenes egipcios que se manifestaban ayer frente a la Casa Blanca se lo decían claramente a Obama en sus pancartas: "Los egipcios, no Mubarak, son los aliados". Barack Obama y Hillary Clinton parecen haberlo entendido, a juzgar por unas primeras reacciones en las que se inclinan del lado de los manifestantes.

Egipto reúne todas las condiciones para que ese intento fructifique. Pese a que cuenta con un fuerte partido islámico, los Hermanos Musulmanes no tienen la beligerancia de otros grupos similares y actúan en una sociedad mejor formada que otras del mundo árabe y con una tradición de cosmopolitismo y apertura a Occidente que no se da en otros lugares.

Como recuerda el profesor Fouad Ajami, Egipto tuvo el siglo pasado una década de experiencia parlamentaria y ha sido capaz antes de crear buenos profesionales y jueces independientes. Existen pues en Egipto, más que en Irak, circunstancias que permiten construir un sistema que sirva de ejemplo en la región. Pero, para ello, Estados Unidos va a tener que tomar la difícil decisión de abandonar a Mubarak, con todos los riesgos que eso implique. Sostener a Mubarak, incluso si consigue prolongarse un tiempo más en el poder, puede resultar aún más peligroso.

Un gran aliado de Occidente

- Egipto es, después de Israel, el país que más ayuda militar recibe de Estados Unidos.

- Desde 1979, el Gobierno de El Cairo se beneficia de unos 1.470 millones de euros anuales en ayuda proveniente de Washington.

- En 2010, casi 1.000 millones de euros fueron a parar al Ejército, y apenas 184 millones se dedicaron a programas de desarrollo.

- La piedra angular de la asistencia militar estadounidense reside en los tanques M1A1 Abrams. Las Fuerzas Armadas egipcias planean adquirir 1.200 unidades próximamente.

- Egipto fue el primer país árabe en comprar aviones F-16, símbolo de las alianzas políticas de EE UU.

- El contratista estadounidense de defensa Lockheed Martin Corp está construyendo 20 aviones de combate F-16C/D para Egipto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_