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Horror en la isla de Utoya: "Debéis morir, debéis morir todos"

Disfrazado de policía, el noruego detenido sembró el pánico en la pequeña isla cercana a Oslo al disparar de forma indiscriminada

"Debéis morir, debéis morir todos". Son las palabras que, según un testigo que sobrevivió a la matanza en la que fueron asesinadas al menos 84 personas, gritaba Anders Behring Breivik cuando, vestido con un traje de policía para saltarse las medidas de seguridad, comenzó a disparar a los cientos de jóvenes que participaban en el campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista de Noruega en la isla de Utoya, en el lago de Tyrifjorden . Un lugar que fue "un paraíso de juventud, ahora transformado en un infierno", según ha dicho emocionado el primer ministro noruego, Jens Stontelberg, al recordar todos los veranos que pasó allí de joven. "Lo que más me duele es que este lugar en el que he estado cada verano desde 1979, en el que he sentido alegría, compromiso y seguridad, ha sido golpeado por una brutal violencia".

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Según van pasando las horas, se van conociendo nuevos detalles sobre la matanza llevada a cabo en la isla. La policía ha asegurado que en el momento en que Behring empezó a disparar llevaba dos armas encima. Por los testimonios de la gente que se encontraba en la isla, es posible que más de una persona ayudara al asesino, aunque los agentes todavía no lo pueden confirmar. Según las autoridades, cuando la policía llegó a Utoya y pidió a Behring que tirara sus armas, este lo hizo sin mayor resistencia.

Utoya, a unos 40 kilómetros de Oslo, pertenece al Partido Laborista de Noruega desde los años 50. Es allí donde desde los 70 la sección de jóvenes del partido, la Liga de Jóvenes Trabajadores (AUF en las siglas en noruego) montan campamentos de verano. En esta ocasión había entre 500 y 600 personas, la mayoría jóvenes de entre 16 y 22 años. Uno de ellos, Adrian Pracon, de 21 años, habló con la cadena CNN desde la habitación del hospital donde le atendieron de sus heridas: "Yo y otros dos nos quedamos tumbados boca abajo y sobrevivimos por los cuerpos que pudimos ponernos encima y fingir que estábamos muertos". "Podía sentir su respiración; podía oír sus botas".

También sintió al asesino de cerca Thorbjorn Vereide. Estaba escondido con un grupo de unas 30 personas cuando llegó el asesino. Solo cinco sobrevivieron. "Parecía muy concentrado. La gente esta tirada en el suelo y él les disparaba por la espalda. Disparó a todos dos veces para asegurarse de que morían", ha contado el joven de 22 años al diario noruego DagBladet. Vereide logró refugiarse en una cavidad a la que se accedía desde el mar. "Nos decía a gritos que el peligro había pasado y que saliéramos para que un barco nos rescatara", relata.

Alrededor de las 17.30 del viernes, un par de horas después de la explosión en Oslo, Anders Behring Breivik, llegó a la isla disfrazado de policía para simular que formaba parte del equipo de seguridad. Los asistentes al campamento se encontraban reunidos en ese momento en una gran sala del edificio principal de la isla, donde los organizadores estaban informando sobre el atentado del centro de Oslo.

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Según el testimonio de Marie Melgaard, periodista del diario DagBladet, "el asesino, vestido de oficial de la policía, organizó un encuentro sobre el ataque en Oslo. Casi todos los presentes, excepto los que estaban en las duchas o en las tiendas de campaña, se congregaron a su alrededor para que les contara lo sucedido. 'Reuniros que os voy a contar lo que ha sucedido', dijo. Cuando se acercaron a él, empezó a disparar".

Y comenzó el caos. Durante una hora y media el tirador recorrió la isla a sus anchas, "andando lentamente, sin correr", según varios testigos, hasta que llegó la policía a la isla, en helicóptero y en lanchas, sobre las 19.00. A la reunión asistían 560 jóvenes y estaba previsto que les visitara el primer ministro. Muchos de ellos dormían en la isla con tiendas de campaña. Las imágenes ofrecidas por las televisiones del país mostraban a decenas de jóvenes presa del pánico intentando huir a nado de la isla. El agua es el lugar hacia el que todo el mundo intentó huir, pero según los testigos, el tirador les siguió hasta la orilla. Los nadadores intentaban salvar la distancia que separa la isla de la costa, aproximadamente un kilómetro. Muchos tuvieron que volver ya que el agua estaba demasiado fría y con sus vestimentas y calzado nadar resultaba demasiado difícil. Otros intentaron esconderse en los arbustos o subir a árboles, "pero también fue tras ellos" según ha contado a la CNN Bjorn Jarle Roberg-Larsen, un miembro del partido.

"De pronto, escuchamos disparos detrás de un montecito", narra en su blog Khamshajiny Gunaratnam, una de los asistentes al campamento en la isla, de 23 años. "Nos dijimos: ¿Qué está persiguiendo aquí? No puede ser otra cosa que un cazador...". "Corrimos y corrimos. Lo peor es cuando supimos que estaba vestido como un policía. ¿En quién íbamos a confiar? Si aviso a un policía, ¿es este el tipo que va a venir a nuestro rescate?" cuenta Gunaratnam.

"Acercaos, tengo información importante, acercaos, no hay nada que temer", dijo el atacante antes de abrir fuego, según ha contado Elise, una niña de 15, a la agencia NTB . Elise se escondió tras una roca y el asesino pasó cerca, según su relato: "La gente corría como loca por todas partes. Él disparaba y disparaba".

La descripción que los testigos han hecho de Anders Behring Breivik , un hombre rubio, de origen noruego, de 1,90 metros y unos 32 años, coincide con la facilitada por la policía. Es de lo poco que ha transcendido sobre el sospechoso. La policía ha confirmado que Behring Breivik tendría vínculos con partidos de la extrema derecha y que fue arrestado en la misma isla, aunque no ha dado más detalles.

Uno de los heridos en el campamento llega en helicóptero al hospital de Oslo
Uno de los heridos en el campamento llega en helicóptero al hospital de OsloAFP
VEGARD GROETT (AFP)
Un mujer herida en la explosión de Oslo es evacuada del lugar del atentado.
Un mujer herida en la explosión de Oslo es evacuada del lugar del atentado.CHRISTOPHER OLSSON (REUTERS)

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