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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Es posible la democracia en África?

El cambio de presidente en Suráfrica pone a prueba al Estado más avanzado

Hay dos formas de entender la renuncia forzada del presidente surafricano, Thabo Mbeki, este fin de semana: como síntoma de la incapacidad de África de asimilar la democracia, ya que el país más rico y políticamente más sofisticado del continente pareciera incapaz de ello; o como expresión de la fortaleza del sistema que Nelson Mandela estableció cuando su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés), llegó al poder en 1994, poniendo fin a tres siglos y medio de hegemonía racial blanca.

A primera vista, la situación es caótica. Mbeki ha caído en un golpe de palacio impulsado por Jacob Zuma, el líder zulú que, tras una guerra sucia interna, le sustituyó a fines del año pasado como presidente del ANC. Zuma, menos culto que Mbeki pero con un toque populista más certero, ha sido acusado de fraude y corrupción por la fiscalía. Pero él mantiene que los cargos en su contra fueron inventados por los allegados de Mbeki, que nunca ha disimulado su deseo de evitar que Zuma le reemplazara en la presidencia nacional.

El destino del país con Jacob Zuma es incierto, y muchos lo temen

La decisión del ANC, tomada el sábado, de obligar a Mbeki a renunciar (si no se iba lo echarían, le dijeron, y perdería todos los privilegios que le corresponden a un ex presidente) ha puesto fin a una larga y agria batalla política. Mbeki ha perdido, aunque su discurso de despedida, pronunciado ayer, fue un ejercicio de elocuencia y dignidad como incluso reconocieron algunos de sus rivales.

El jueves de esta semana Mbeki abandonará formalmente la jefatura del Estado y el Parlamento nombrará a un presidente interino; en abril o mayo del año que viene, tras la celebración de elecciones generales que el ANC con total seguridad ganará, Zuma asumirá la presidencia por cinco años.

Hoy, una buena parte de los analistas políticos surafricanos opina que Zuma no es el único ganador; que la salida de Mbeki representa una victoria para un principio democrático incluso más importante que la regularidad electoral: el ejercicio imparcial de la justicia. Y para un principio político fundamental para que la democracia funcione: que el jefe del Gobierno no abuse de su poder.

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El desenlace final lo precipitó un juez hace 10 días cuando determinó que el Ejecutivo de Mbeki había intervenido en el intento de procesar a Zuma, demostrando ahí de manera contundente que el presidente no está por encima de la ley.

El comité ejecutivo nacional del ANC utilizó el dictamen judicial para forzar la salida de Mbeki, guiado por la convicción de que durante sus nueve años en el poder el presidente había gobernado con desdén hacia las bases del partido, e incluso hacia el Parlamento. Lo demostró de la manera más desastrosa a través de su insistencia en negar una conexión entre la actividad sexual y el sida, lo que provocó, en la opinión mayoritaria de los expertos médicos surafricanos, la muerte innecesaria de cientos de miles de personas.

Carl Niehaus, un ex preso político y veterano del ANC, resumió en un artículo publicado el fin de semana en el Johannesburg Star el malestar de su partido con Mbeki. "El hombre sencillamente se ha vuelto demasiado aislado, demasiado arrogante, demasiado absorto en sí mismo y demasiado adicto al poder. Durante la larga historia del ANC se ha demostrado una y otra vez que ningún individuo está por encima de la organización".

El destino de la Suráfrica de Jacob Zuma es incierto, y muchos lo temen, pero hoy por hoy se sigue demostrando que la democracia en aquel país, donde los medios de comunicación ejercen su poder de manera robusta y sin restricciones, es la más sólida y la más ejemplar de África, y que todavía hay motivos para no perder la fe.

Thabo Mbeki, (derecha) junto a su rival, Jacob Zuma, en 2002.
Thabo Mbeki, (derecha) junto a su rival, Jacob Zuma, en 2002.REUTERS

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