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La pretensión de Sarkozy de dirigir a los países del euro despierta recelos

Bruselas cuestiona el plan del presidente francés de crear fondos soberanos

Andreu Missé

Al arrollador Nicolas Sarkozy le da pánico llegar al 31 de diciembre y tener que abandonar la presidencia de la UE. Seis meses de mandato saben a poco y más aún después de haber ceñido los laureles de la gestión internacional de la crisis de Georgia y de afrontar el batacazo financiero. En un tiempo récord, el presidente francés ha logrado llenar el escenario de la política europea. A más crisis, más iniciativas, más cumbres, más viajes y más frenesí. Sarkozy ha demostrado estar bien capacitado para ocupar este primer plano. Afronta los problemas, habla claro, rompe los formalismos y arriesga. Otra cosa son los resultados y las consecuencias.

Para prolongar su estado de éxtasis multiplica sus propuestas sin freno. Pero su desparpajo genera ya desgarros. Dos de sus últimas iniciativas han abierto la caja de los truenos: el Gobierno económico europeo y la creación de fondos soberanos nacionales.

El activista Sarkozy insiste, día si, día no, en crear un Gobierno económico de los 15 países del euro. La coordinación económica se realiza actualmente en el Eurogrupo, presidido por el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, y en el que participan los ministros de Economía, el comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia y el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet. Para Sarkozy es insuficiente. Propone un gobierno a un "nivel político más elevado, el de los jefes de Estado y de Gobierno", que "toman sus responsabilidades frente a la crisis económica, como hicieron el 12 de octubre en París". Es decir, hace falta repetir la experiencia, y quien mejor que él para presidir el gobierno económico. Un portavoz de la canciller alemana, Angela Merkel, ha saltado y advertido que el presidente natural del Eurogrupo es Juncker.

Esta iniciativa relegaría a la República Checa y Suecia, que presidirán sucesivamente la UE en 2009. Los dirigentes checos no permitirán un ninguneo y el viceprimer ministro, Alexandr Vondra, asegura que se trata de "una decisión poco sabia, susceptible más de dividir a Europa que de unirla". Fuentes comunitarias aseguran que si "el Eurogrupo no se ha coordinado más ha sido por la resistencia de algunos Estados y no por el nivel de representación".

La segunda idea -crear fondos soberanos nacionales para proteger a las grandes empresas europeas de los depredadores extranjeros- es la que suscita mayores inquietudes. La Comisión se muestra cautelosa y su portavoz alega que está pendiente de más detalles. El problema no es si estos fondos son compatibles con el derecho comunitario, que no da ninguna preferencia a la propiedad pública o la privada, sino su creación en sí misma. Y en Bruselas se formulan preguntas que Francia no sabe responder. ¿Qué empresas serán las afortunadas? ¿Qué pasará con las no elegidas por la protección estatal? ¿Cómo reaccionarán los inversores viendo la protección de unas y el abandono de otras? ¿Con qué dinero y hasta que cuantía se comprarán?

Esta semana Sarkozy alardeó en el Parlamento Europeo de las ganancias en la gestión de Alstom cuando era ministro de Hacienda. "El Estado", dijo, "compró el 20% por 800 millones de euros y dos años más tarde lo vendió por 2.500 millones". Es el nuevo capitalismo especulativo de Estado.

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Fuentes comunitarias piensan que toda esta gesticulación grandilocuente de "refundar el capitalismo", la muerte de la dictadura del mercado o reinventar el mundo, no es más que un "bla, bla, bla". El primer ministro francés, François Fillon, lo confirmó ayer al indicar que el fondo soberano francés "es sólo un instrumento de disuasión".

Así, a golpe de mensajes rupturistas, cabalga la presidencia europea de Sarkozy. Quedan las ideas inquietantes: tanto en economía como en inmigración, el peligro está en el extranjero.

Los mandatarios de los países invitados a la VII cumbre Asia-Europa entran en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín.
Los mandatarios de los países invitados a la VII cumbre Asia-Europa entran en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín.EFE

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