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Por qué prevalece la democracia

Durante 60 años, Estados Unidos buscó la estabilidad en detrimento de la democracia al ayudar a los regímenes autoritarios. Pero debimos haber sido más perspicaces

"¡Dios mío! ¡Es un atentado terrorista!". Acababa de enterarme de que un segundo avión se había lanzado contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. Treinta minutos más tarde recibía la noticia de que otro avión había chocado contra el Pentágono.

"¡Tiene que ir al búnker ya!', me gritó el agente del Servicio Secreto. "Hay aviones estrellándose contra los edificios por todo Washington. La Casa Blanca tiene que ser el siguiente".

Mientras me cogían casi en volandas y me empujaban hacia la seguridad del Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia, me paré para llamar al presidente Bush.

"No puede volver aquí", le dije.

"Voy a volver", contestó.

"Quédese donde está", le repliqué, alzando la voz al presidente de Estados Unidos como nunca la había alzado ni la volvería a alzar jamás. "Estamos, quiero decir, Estados Unidos está sufriendo un ataque".

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Para los que ejercíamos un cargo aquel día, fue como si se parara el tiempo. Para nosotros y para las familias de las víctimas, todos los días desde entonces han sido 12 de septiembre.

Nuestro sentido de lo que constituía la seguridad y de lo que conlleva proteger al país se había transformado irrevocablemente. Estados Unidos, el país más poderoso del mundo militar y económicamente, había sufrido un terrible atentado. Y lo había llevado a cabo una banda de extremistas apátridas, que operaban desde un territorio de lo que por aquel entonces era un Estado fallido, Afganistán. En los meses que siguieron al ataque, reflexionamos una y otra vez sobre sus causas más profundas. ¿Qué había podido provocar la clase de odio que indujo a esa gente a estrellar aviones contra edificios en aquel radiante día de septiembre?

Diez años más tarde, resulta evidente que el 11-S convirtió en una necesidad el fomento de la democracia y el apoyo a las instituciones políticas.

En 2002, un grupo de expertos árabes de Naciones Unidas publicó el Informe sobre Desarrollo Humano Árabe, el cual señalaba tres circunstancias - el respeto a la libertad humana, la atribución de poder a las mujeres y el acceso al conocimiento - que estaban impidiendo el progreso de millones de personas. Y esas circunstancias provocan todavía más daño: causan la desesperanza que a su vez crea un vacío en el que proliferan el extremismo y el odio.

Este es el vínculo entre lo que sucedió el 11-S y la urgencia de las reformas democráticas en todo Oriente Próximo. Durante 60 años, Estados Unidos buscó la estabilidad en detrimento de la democracia al ayudar a los regímenes autoritarios. Pero deberíamos haber sido más perspicaces.

Si la gente no tiene manera de obligar a sus Gobiernos a rendir cuentas por medio de un cambio pacífico, lo hará de forma violenta. Existe una razón por la cual hoy en día los extremistas son las fuerzas políticas más organizadas en Oriente Próximo. Los autoritarios no permitían la política en el foro público, por lo que la "política" entró en las mezquitas radicales y en las madrazas.

Ahora, las fuerzas políticas decentes, las que defenderán los derechos de las mujeres y la tolerancia étnica y religiosa, necesitarán tiempo para organizarse y llenar el vacío. El autoritarismo es sencillamente insostenible. Por muy difícil que pueda ser el tránsito hacia la democracia, es la única senda hacia la verdadera estabilidad.

El asesinato de Osama Bin Laden apenas unos meses antes del 10º aniversario del 11-S y el estallido de la Primavera árabe el mismo año, aúnan las lecciones de ese catastrófico día. El extremismo perderá fuerza a medida que la gente consiga medios legítimos para controlar su futuro. No creo que el extremismo venza cuando se permita el debate abierto de ideas en el foro público. Nacerán nuevas instituciones políticas, débiles al principio, pero en última instancia necesarias para definir la relación entre la autoridad del Estado y los derechos de las personas.

En Bagdad y en Kabul, los ciudadanos están tratando de usar sus nuevas instituciones democráticas para asegurarse una vida mejor como hombres y mujeres libres. El camino es largo, pero por lo menos han puesto en marcha unas constituciones que definen las relaciones entre los que gobiernan y los que consienten que los gobiernen.

La gente que vislumbra la libertad en Egipto, Libia, Siria, Túnez y en todo Oriente Próximo acaba de empezar a construir las instituciones que garantizarán sus libertades. Y en algunos lugares, los dictadores están plantando batalla para retrasar el día de su caída. La libertad puede retrasarse, pero no puede negarse.

Desde el 11-S, hemos terminado por entender que ningún país se puede refugiar en el aislamiento y que ayudar a los Estados fracasados a cicatrizar ya no es una simple cuestión de generosidad: ahora es una necesidad. En consecuencia, Estados Unidos ha llevado a cabo una política exterior tan práctica como compasiva y transformadora: fomentamos el desarrollo económico y social, promovemos la atribución de poder a los vulnerables así como su protección, y nos esforzamos por crear un mundo civilizado y, a la larga, más pacífico.

Estos ideales están por encima de los partidos políticos y constituyen los valores básicos fundamentales que contempla la democracia estadounidense y que nosotros, los ciudadanos estadounidenses, representamos.

En los próximos días, aquellos que perecieron en el 11-S recibirán el homenaje de familiares, amigos, compatriotas y gente solidaria de todo el mundo. Las vidas perdidas nunca pueden recuperarse y dejan padres, hijos, maridos, mujeres, hermanos y hermanas afligidos que jamás podrán resarcirse completamente del daño.

Pero quizás les reconforte -a ellos y a todos nosotros- saber que los horrores de ese día tenían un significado mucho más profundo. Gracias a la fortaleza de Estados Unidos, el 11-S no es un día que nos recuerde una derrota o la vulnerabilidad o el supuesto declive de una potencia mundial. Es un día que nos une, en la tragedia y en la victoria, para declarar que la libertad prevalecerá. Muchos de nosotros hemos sido bendecidos con el don divino de la libertad. Es nuestra responsabilidad y debemos trabajar sin descanso hasta que todos la disfruten.

© 2011 Condoleezza Rice Traducción de News Clips.

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