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Las primarias de Kadima abren un periodo de incertidumbre política en Israel

La ministra de Exteriores, Tzipi Livni, encabeza los sondeos para liderar el partido

Los tiempos de los líderes israelíes carismáticos, aquellos que se la jugaban ante su parroquia con propuestas de calado, son el pasado. Ariel Sharon fundó Kadima en noviembre de 2005 y seis semanas después sufrió un derrame cerebral masivo. Le sucedió Ehud Olmert, quien, abatido por los escándalos de corrupción, ha prometido dimitir de su cargo de primer ministro nada más conocerse el vencedor de las primarias que celebra mañana el partido. En total, 72.000 afiliados eligen al nuevo presidente de Kadima entre cuatro aspirantes. Sólo dos tienen opciones para reemplazar a Olmert, dos figuras que han optado por el perfil bajo: la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, y el titular de Transportes, Saul Mofaz.

Los candidatos han evitado pronunciarse sobre las cuestiones trascendentales
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Gane quien gane, resulta indudable que se abre en Israel un periodo plagado de incógnitas. ¿Podrá formar Gobierno el vencedor para eludir la convocatoria de unas elecciones anticipadas en las que el derechista Likud se augura triunfador? ¿Qué decidirán los ultraortodoxos del Shas, uno de los pilares del Ejecutivo con sus 12 diputados? ¿Qué sucederá con las negociaciones entre israelíes y palestinos? ¿Qué será de los contactos con Siria? ¿Cómo abordará el plan nuclear iraní?

Las encuestas otorgan clara ventaja a Livni (más de 15 puntos), pero los precedentes en las primarias celebradas en otros partidos aconsejan la máxima prudencia. Han saltado sorpresas mayúsculas. Quien andaba rezagado (el laborista Amir Peretz, en 2005) resultó victorioso ante el claro favorito (Simon Peres). Ningún experto está dispuesto a jugársela, porque el ex jefe del Estado Mayor Mofaz ejerce mayor dominio en el aparato del partido.

Los candidatos han eludido pronunciarse sobre los temas trascendentales, más allá de vaguedades y lugares comunes. Tienen pánico a verse atrapados en el futuro por declaraciones altisonantes o promesas que no puedan cumplir. Son dirigentes -también los ministros Meir Shitrit y Avi Dichter- que apenas suscitan entusiasmo. Uzi Benziman, analista de Haaretz, los ha definido: "Un racimo de conservadores que proclaman su apertura y pensamientos avanzados pero que están afianzados en una visión del mundo obsoleta que temen abandonar".

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Al final, lo decisivo será más la forma que el fondo. Y pesarán, además de los entresijos en las entrañas del partido, rasgos de los aspirantes siempre relevantes para el electorado israelí. Mofaz es mizrahi, judío procedente de un país musulmán (Irán); Livni es asquenazí, de familia originaria de Europa y miembro de una prominente familia del conservador Likud. Mofaz representa la mano dura, y cuenta con haber ostentado los mayores galones en el Ejército; la jefa de la diplomacia es mucho más apreciada por el electorado israelí y contaría con más posibilidades de triunfo en unos comicios generales.

En un aspecto coinciden ambos. No se les conoce implicación en corruptela alguna. Aspecto crucial en una sociedad harta de ver a sus líderes ante los tribunales o interrogados por la policía. Lo demás son incógnitas que se resolverán a partir del jueves, si uno de los dos políticos logra más del 40% de los votos para evitar la segunda vuelta.

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