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Reportaje:Genocidio sin culpables

"¿A quién le importa Srebrenica?"

El jefe de los 'cascos azules' durante la masacre, que reside ahora en Alicante, cree que las víctimas son las grandes olvidadas

El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya considera que la matanza de 8.000 musulmanes en Srebrenica en julio de 1995 fue un acto de genocidio, pero absuelve a Serbia de tener una responsabilidad directa en los hechos. La decisión ha supuesto un duro golpe para los familiares de las víctimas. Y ha vuelto a abrir en Holanda una herida que nunca se cerró del todo. No en vano, la matanza se perpetró ante la pasividad de los cascos azules de esa nacionalidad que debían mantener Srebrenica como un enclave seguro. Desde su retiro en la Costa Blanca alicantina, el coronel que mandaba el contingente de la ONU, Ton Karremans, esboza una tibia defensa de "la gente de a pie" de Srebrenica: "Ellos son los olvidados".

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A la sombra de palmeras, pinos y buganvillas, en las colinas cuajadas de magníficos chalés que contemplan la Costa Blanca alicantina, Thomas (Ton) Karremans, el ex coronel que estuvo al mando de las tropas holandesas de la ONU durante la matanza de Srebrenica, asegura que quiere "dejar atrás" todo lo que tenga que ver con su mandato en Bosnia-Herzegovina. "Estoy harto de interrogatorios", dice Karremans, de 58 años, transpirando rencor por el papel que se vio obligado a jugar en la tragedia, y sosteniendo la cancela de entrada a su casa para impedir el paso a la periodista.

La cólera parece proceder del momento -enero de 1995- en que le enviaron, al frente de un batallón de soldados holandeses, a lo que consideraba una ratonera. Los años transcurridos no han logrado borrar el resentimiento, pese a la belleza del paisaje y la calma de la zona donde vive su jubilación. "Ya he dicho que tengo serias dudas sobre la ONU y el papel jugado por EE UU y Francia y serias dudas sobre los políticos".

"El pueblo es el que sufre, pero ¿a quién le importa? ¿A quién le importa Srebrenica?", se pregunta recordando el título de la edición inglesa del libro que escribió sobre aquellos días y los meses que les precedieron. En español el título es El rompecabezas de la realidad.

La frustración amasada mientras advertía de la tragedia que se avecinaba, sin que se le prestara atención, se trasluce en cada una de las frases que escupe a regañadientes. "Soporté que mataran a mis hombres", dice refiriéndose al soldado holandés muerto por la granada lanzada desde la columna de bosnios musulmanes que, en la noche del 9 de julio, emprendió la huida hacia la ciudad de Tuzla. Se niega, sin embargo, a hacer la más mínima mención sobre la actuación de sus tropas, que presenciaron sin mover un dedo violaciones y asesinatos a sangre fría.

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La única valoración de Karremans sobre la sentencia adoptada el lunes por el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU -que exculpa a Serbia de responsabilidad directa en el genocidio- es que "tiene que ver con la política". Y a estas alturas, el militar jubilado muestra su desprecio tanto contra la clase como contra las instituciones políticas para defender a la gente de Srebrenica. "Ellos son los grandes olvidados", repite.

Esta preocupación no se traduce en que Karremans defienda un mayor apoyo de la UE a la ex Yugoslavia. Más bien al contrario. "Para mí", dice, "Europa termina en Italia y Austria. Lo que hay más allá no me interesa. Se necesitan dos generaciones para que esos países puedan entenderse con nosotros". "Los europeos, y especialmente los holandeses, por el hecho de haber estado en Srebrenica, damos miles de millones de euros a la ex Yugoslavia. Es dinero que entra por un bolsillo y sale por otro, pero que nunca llega a la población, que es la que verdaderamente lo necesita y la auténtica víctima de la tragedia", afirma.

Vestido con pantalón y polo rojo, tostado por el sol y por la brisa marina, el coronel jubilado explica por qué vive en la Costa Blanca: "Me encuentro cómodo entre los españoles. Me gusta España y Madrid fue mi último destino".

La agregaduría militar de la Embajada de Holanda en Madrid, aludiendo a que tiene por norma no facilitar datos sobre el personal militar y los cargos, se niega a precisar el periodo en que el entonces coronel trabajó en Madrid. Pero fueron apenas unos meses de 1996, transcurridos entre los fantasmas de Srebrenica y su jubilación.

Karremans y sus hombres fueron acusados de "cobardes" en su propio país por no actuar contra las tropas de Ratko Mladic. El enorme debate que suscitó en Holanda la matanza de Srebrenica llevó a Amsterdam, en 1996, a solicitar una investigación del Instituto Holandés para la Documentación sobre la Guerra (NIOD), cuyo informe, en 2002, provocó la caída del primer ministro Wim Kok. El informe de NIOD consideraba al Gobierno holandés parcialmente responsable, ya que ordenó a Karremans que diese prioridad a la protección de sus tropas.

Basándose en este informe, un grupo de Madres de Srebrenica demandó al Gobierno holandés y pretende compensaciones millonarias por la pérdida de sus seres queridos. Este proceso sigue obligando a Karremans a viajar a Holanda para prestar declaración. En diciembre, sin embargo, fue invitado a viajar a la ciudad de Assen (norte del país) por un motivo muy distinto: el Gobierno holandés entregó una insignia a todos los militares destacados en Srebrenica.

Karremans, que asegura que "está harto de interrogatorios", parece relajarse al evocar que la entrega de la insignia le permitió reunirse con dos tercios de sus hombres. "Con ellos no me importa hablar de Srebrenica. Ellos comprenden porque lo han vivido".

Cadáveres de víctimas de la matanza de Srebrenica yacen en los sótanos de la morgue de Tuzla en marzo de 1997.
Cadáveres de víctimas de la matanza de Srebrenica yacen en los sótanos de la morgue de Tuzla en marzo de 1997.REUTERS

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