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Catástrofe en el Pacífico

La radiactividad amenaza el regreso

La contaminación en las cercanías de Fukushima puede obligar a despoblar la zona, donde vivían 100.000 habitantes - El viento salva a Tokio por ahora

Desalojados por la alarma nuclear de Fukushima, ¿desterrados por la radiactividad que emite la planta? Al incierto desenlace de la crisis nuclear japonesa se yuxtapone la contaminación que acumula la zona, ya detectada en el agua y algunos alimentos; y los posibles efectos de las bajas dosis de radiación sobre la salud, con posibles efectos cancerígenos. Los expertos asumen que las cerca de 100.000 personas evacuadas del radio de 20 kilómetros de la nuclear tardarán en volver a sus hogares. La duda se centra en por cuánto tiempo: meses, años o incluso décadas, en función de la radiactividad que la nube tóxica deje en la zona. El viento ayuda por ahora y empuja al océano el grueso de gases radiactivos; pero parte de la contaminación se ha depositado en el noreste de la isla.

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La radiactividad ataca al organismo en función de la dosis y el tiempo de exposición. Unos 30 kilómetros tierra adentro de la central se acumulaban el viernes hasta 170 microsieverts por hora. El dato debe proyectarse en el tiempo para prever el riesgo que implica en la salud. "Una dosis equivalente a 1.400 milisieverts al año, casi 700 veces más de lo normal. Si fuera permanente, incrementa casi por 10 el riesgo de padecer cáncer", calcula Francesc Barquinero, biólogo colaborador del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Lejos de niveles letales -estos se aprecian a partir de 5.000 milisieverts-, la radiación influye de un modo comparable al del tabaco. "¿Cuántos cigarrillos hacen falta para provocar cáncer? No se sabe, pero sí la probabilidad de qué dosis puede causar un tumor", ilustra Barquinero. La radiación, además, es permanente: como si uno pasara todo el día aspirando cigarrillos.

En puntos hasta de 60 kilómetros alrededor de Fukushima se detectan más de 100 milisieverts por hora, umbral que incrementa hasta el 5% la probabilidad de padecer cáncer con una sola hora de exposición. Para niños y fetos ese límite es menor, entre 10 y 50 milisieverts. Y los expertos añaden una zona oscura: dosis menores como las que pueden alcanzar Tokio también son cancerígenas, aunque a una escala menor que con los años -a más tiempo, mayor exposición-, pueden incidir en millones de japoneses.

"No será letal y quizá tampoco grave pero afectará negativamente", subraya Elisabeth Cardis, investigadora del Centro Epidemiológico de Barcelona, que demostró los riesgos de bajas dosis de radiactividad tras analizar a 400.000 personas que trabajaron más de 10 años en una nuclear. "A decenas de kilómetros persistirán niveles desaconsejables durante años", subraya Thomas Jung, investigador de la Oficina Federal para la Protección de la Radiación del Gobierno alemán. Jung da por hecho que Japón deberá fijar un área de exclusión en la zona de modo que quede deshabitada, medida todavía vigente a 30 kilómetros de la nuclear de Chernóbil. "No se repetirá esa tragedia", detalla Hans Vanmarcke, del Centro de Investigación Nuclear de Bélgica. "Pero la zona acumulará riesgo cancerígeno durante décadas". Los gases adheridos a la nube radiactiva tienen una vida media de hasta 30 años: pierden la mitad de carga radiactiva tras este tiempo e irradiarán, de forma significativa pero descendente, durante tres siglos. Ello si ninguna explosión libera uranio o plutonio, más tóxicos y con vidas medias que superan los cientos de miles de años.

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Sería un desastre para Tokio, megaurbe de 35 millones de habitantes a 240 kilómetros de la nuclear. Vanmarcke estima que la capital requerirá ser evacuada si se prevé que reciba 50 milisieverts en una semana. "Son 0,4 milisieverts por hora, cifra 10 veces mayor a la actual", señala Jung. Los tokiotas, confía, evitarán el desalojo si se mantiene un factor clave: "Que el viento les ayude".

Alteración del ADN para los héroes

Han permanecido en Fukushima para evitar un desastre nuclear y la planta no ha cesado de bombardearles con altos niveles de radiactividad. Es el último retén de operarios para evitar el desastre. ¿Están arriesgando su vida los llamados héroes de la central? Los equipos de protección deberían frenar el efecto letal. No bastan, sin embargo, para evitar alteraciones genéticas que pueden causar cáncer en un proceso que suele tardar entre 5 y 10 años en concretarse.

A las puertas de la central se han registrado hasta 647 milisieverts por hora. Un día bastaría para una dosis mortal, pero los empleados no absorben toda esa radiactividad. "Solo las radiaciones gamma, similares a los rayos X, habrán cruzado su cuerpo liberando energía en su organismo", precisa Francesc Barquinero, experto en radiobiología.

Esa energía interacciona con las células, altera su ADN: si produce daños severos, las células se autodestruyen; si el deterioro es aparentemente menor, tratan de reparar el daño genético por sí mismas. Es el mayor riesgo: las células que reparan tejido genético tras recibir radiactividad tienden al error propiciando el proceso cancerígeno. "Es lo más probable, pero no significa que todos los héroes lo desarrollen".

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