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Los rebeldes aseguran que dos hijos de Gadafi luchan en la ciudad de Bani Walid

Los rebeldes han tomado la mayor parte de la ciudad, uno de los últimos bastiones del dictador, en apenas 24 horas y con la colaboración de los aviones de la OTAN

Han bastado 24 horas de combate y la imprescindible colaboración de los aviones de la OTAN para que los rebeldes hayan tomado la mayor parte de la ciudad de Bani Walid, uno de los últimos bastiones de Gadafi. Si ayer mantenían a la prensa a decenas de kilómetros, esta tarde el general Daw Jedik, al mando de las tropas rebeldes en el terreno, atendió a los periodistas a solo tres kilómetros de Bani Walid, subido en un pick up y sin pretender ocultar la alegría. Precisó que aún quedaban muchos francotiradores en la parte norte y por eso no podían permitir el acceso de la prensa. Y declaró que tenían constancia de que dentro de ese reducto gadafista le constaban la presencia de Saif al Islam y Saidi, dos hijos de Gadafi, además del jefe de la inteligencia militar, Musa Ibrahim.

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La ciudad de Bani Walid, de 60.000 habitantes y situada a unos 160 kilómetros de Trípoli, es vital para el control de la zona norte del país, donde vive el 95% de los seis millones de libios. Su conquista sería mucho más decisiva para el desarrollo de la guerra que el pueblo de Sirtre, municipio natal de Gadafi, donde también resisten los leales al régimen.

El general habló subido a un pick-up junto al jefe de los negociadores rebeldes, Abdala Kengil, el hombre que durante una semana ha intentado convencer a los gadafistas de que depongan las armas para que no corra la sangre. Ambos hicieron un llamamiento a los habitantes de la ciudad para que permanecieran encerrados en sus casas y aislasen a cualquiera que no sea de allí. "Hay unos 600 gadafistas y sólo unos 30 son de la ciudad. El resto han llegado de otras partes de Libia. Y son gente muy bien entrenada, que lanzan los cohetes con mucha precisión".

Lo importante a veces no era lo que decían el general y el jefe de los negociadores sino cómo lo decían. A cada minuto eran interrumpidos por una salva de tiros de soldados, que hacía imposible oírles. Eran soldados rebeldes que celebraban por anticipado la victoria. A cada ráfaga, el general miraba a su gente sonriéndoles y decía "Dios es grande, Dios es grande".

Mohamed Elzarrug, era uno de esos soldados que disparaban. Nació en Bani Walid y allí se encontró cuando comenzó la revuelta contra Gadafi. "Salimos con unos carteles a la calle apoyando la revolución. A unos los mataron y a otros nos metieron en la cárcel. Yo tuve suerte porque me dejaron preso y al cabo de tres meses pude escapar. Me fui de allí con mis hijos y mi esposa. Pero mi padre y mi hermano siguen ahí. Hablé hace una semana con mi padre y me dijo que estaba bien, no podía hablar más porque podía ser escuchado. Desde entonces cortaron las comunicaciones".

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Abdala Kengil, el jefe de los negociadores rebeldes, quiso aprovechar la presencia de la prensa internacional para dirigirse a los habitantes de Bani Walid: "Somos vuestros hijos, vuestros hermanos y primos y estamos con vosotros".

Cuando se apagaron las cámaras el jefe de los negociadores dijo: "Mi opinión personal es que ahí dentro está el propio Gadafi. Pero solo es mi opinión. Dentro de poco terminarán huyendo como huyeron de Trípoli".

Un insurgente antigadafi grita "Dios es grande" en una posición al norte de la ciudad sitiada de Bani Walid.
Un insurgente antigadafi grita "Dios es grande" en una posición al norte de la ciudad sitiada de Bani Walid.ZOHRA BENSEMRA (REUTERS)

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