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Hacia Pekín 2008

La rebelión en el mundo tiene nuevas caras

Monjes en Tíbet y Myanmar, abogados en Pakistán o 'bloggers' de Irán son actores inesperados de las protestas

Silvia Blanco

Un grupo de manifestantes furiosos lanza piedras contra los escudos de la policía antidisturbios. Arde la bandera china y sale humo de las tiendas de recuerdos para turistas. En las escasas imágenes que llegan de Lhasa, la capital de Tíbet, se distingue el azafrán de las túnicas de los monjes budistas. El mismo color que ensangrentó en septiembre las calles de Rangún, en Myanmar.

Como los birmanos, los monjes tibetanos iniciaron la semana pasada manifestaciones pacíficas para reclamar libertad. La represión militar hizo el resto y miles de personas, de Katmandú, Nueva Delhi o Nueva York se enfrentaron a la policía para apoyarlos.

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Ellos han abandonado sus pacíficos monasterios para salir a la calle, pero no son los únicos. Los internautas en Irán y los estudiantes en Venezuela, los abogados en Pakistán o una anónima funcionaria belga han protagonizado las últimas protestas que han convulsionado estos países. Las razones que las impulsan son muy distintas y complejas. Los contextos, dispares. Pero estos ejemplos desvelan que las caras que hay tras las pancartas han cambiado. "Se está dando un nuevo tipo de protesta que ya no es liderada por grupos [clásicos] bien identificados, sean ideológicos, étnicos, religiosos o de clase, sino por otros más amorfos que se mueven por valores y escapan de los estereotipos", dice Ivan Briscoe, especialista en Estados en crisis del think tank Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride).

Esta tendencia explicaría por qué un grupo profesional con cierto poder como los jueces y abogados de Pakistán entró en acción y dejó sus despachos para terminar a palos en las calles, o en la cárcel. "Los abogados han hecho más por Pakistán que todos los partidos de oposición juntos en años", explica por teléfono Ali Dayan Hassan, el delegado de Human Rights Watch en Islamabad.

Una de las claves para entender cómo los abogados lograron plantar cara al régimen y concitar la repulsa del resto de grupos sociales fue su homogeneidad, aunque no política. Están bien organizados en colegios profesionales. Conocen en profundidad las normas -y las trampas- legales. Cuando el general Musharraf decretó en noviembre el estado de excepción y descabezó limpiamente el Tribunal Supremo para sustituirlo con jueces afines y legitimar su reelección, los abogados salieron a escena.

Tampoco fue la ruidosa oposición al presidente Hugo Chávez, enfangada en divisiones internas, la que consiguió pararle los pies en casa al artífice de la revolución bolivariana. "Yo tenía 14 años cuando Chávez llegó al poder", cuenta desde Caracas Yon Goicoechea. Estudiante de derecho de 23 años, es uno de los líderes universitarios que encabezó el no a la reforma de la Constitución venezolana que, entre otros aspectos, convertía en ilimitada la reelección presidencial. "[Chávez] no puede decir que representamos a la oligarquía ni vincularnos a la corrupción del pasado. Somos nuevos. Crecimos con él", declara.

El éxito -ajustado- de los estudiantes consistió en que optaron por salir de la trinchera dialéctica entre Aló presidente y la oposición para enarbolar otro discurso: "El referéndum parecía una cuestión personal, queríamos desmarcarnos del 'soy chavista' o 'soy antichavista'. Apostamos por el 'soy ciudadano", resume Goicoechea.

"Ni guerra, ni fascismo", "Vive libre o muere", "Las mujeres deben decidir su sino, no el Estado". Consignas más duras. Otro escenario. Esto es Teherán. El 9 de diciembre cientos de estudiantes se manifestaron en la universidad. No ocurre con frecuencia. Mientras el régimen se reafirma en unas elecciones legislativas que la mayoría ha vivido con apatía, la libertad se va gestando en otra parte. El farsi ya es el cuarto idioma de los blogs en Internet. Hay más de medio millón de blogs de iraníes, un tumulto virtual de voces que compone una nueva forma de protesta política escapada de la censura de los ayatolás. "Es mucho más difícil controlar los blogs que los periódicos. Hay 100 diarios iraníes prohibidos. Además, los blogs fortalecen el vínculo con el exilio", puntualiza Briscoe.

"El modo en que protestan los jóvenes de hoy es muy distinto al de la generación anterior. Los primeros lo hacían del modo clásico: con manifestaciones, procurando un cambio de régimen, la revolución. Ahora la intención es luchar por más libertad social y política, más que por una completa revisión del sistema", cuenta por correo electrónico Azadeh Moaveni, periodista de la revista Time y autora de Lipstick Jihad (2005), una novela sobre la búsqueda de la identidad de una joven que, tras vivir exiliada en California, regresa a un Teherán decadente.

Uno de los foros más vivos es Global Voices. Lo visitan unas 50.000 personas al día. "Internet ha proporcionado una simple y barata manera de hablar sobre la injusticia a activistas y ciudadanos de todo el mundo", cuenta Georgia Popplewell, una de las editoras. Que se lo digan a Marie-Claire Houard, la funcionaria belga de 45 años que en noviembre lanzó un mensaje de cordura desde su ordenador personal a los políticos, incapaces de lograr un acuerdo, tras nueve meses sin gobierno. Recibió el apoyo de 35.000 compatriotas, flamencos y francófonos, que salieron a la calle para mostrar su indignación.

Pero Internet no es el edén del nuevo manifestante. "Algunos gobiernos, en países donde hay represión, instauran severas restricciones en el acceso a la Red, como en China o Cuba", aclara Popplewell. El caso de Myanmar es paradigmático. La Junta militar de la antigua Birmania cerró en septiembre, a cal y canto, fronteras físicas y virtuales. Sólo cuando los monjes, un grupo de gran legitimidad social, decidieron dar un golpe en la mesa, un puñado de imágenes impactantes dio la vuelta al mundo. Después los ciudadanos consiguieron filtrar la información: grababan con sus móviles, sacaban fotos, recogían pruebas para enseñar lo que estaba ocurriendo.

La protesta de los monjes birmanos tuvo un componente "simbólico, se elevaron como la voz popular y llamaron mucho la atención en parte por el gran impacto visual por esas túnicas azafrán", comenta Viçens Fisas, director de la Escuela Cultura de Paz. Los internautas y los monjes saben que llamar la atención también es protestar: no parece casual que el desafío de los tibetanos al Gobierno chino, que ha provocado los disturbios más graves en 19 años, se haya producido cuando el mundo entero examina a China como anfitriona de los Juegos Olímpicos.

Un monje tibetano sostiene un cartel ("ONU, ¿estás ahí?") cuando es arrestado ayer en Katmandú.
Un monje tibetano sostiene un cartel ("ONU, ¿estás ahí?") cuando es arrestado ayer en Katmandú.REUTERS

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Sobre la firma

Silvia Blanco
Es la jefa de sección de Sociedad. Antes ha sido reportera en El País Semanal y en Internacional, donde ha escrito sobre migraciones, Europa del Este y América Latina.

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