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Ola de cambio en el mundo árabe

El régimen de Siria cede ante los kurdos y los integristas suníes

El Asad devuelve la nacionalidad a numerosos apátridas

Bachar el Asad hizo oídos sordos, en su discurso ante el Parlamento sirio del 30 de marzo, a lo que está siendo la mayor oleada de protestas desde que hace 11 años accedió a la presidencia de Siria.

Pero, en cambio, en las últimas 48 horas ha multiplicado las concesiones a la minoría kurda, a los más conservadores de la mayoría suní -que representa el 75% de los 22 millones de sirios- y a las familias de las víctimas de la represión.

"Mañana [por hoy] se verá la respuesta del pueblo a estas medidas", vaticina Haitham Mannaa, un exiliado sirio en París. "Han sido convocadas vía Facebook nuevas manifestaciones con un objetivo muy concreto, exigir la liberación de los presos de conciencia, y confío en que la participación sea aún mayor", añade.

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El Asad promulgó ayer un decreto que otorga la nacionalidad siria a los extranjeros de la provincia de Hassaka, en el noreste del país. En 1962 el 20% de los kurdos sirios perdieron su nacionalidad tras un censo controvetido. Aún hoy unos 320.000 kurdos siguen siendo extranjeros en su propio país.

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El decreto presidencial acaba con esta anomalía en Hassaka, donde residen la mayoría de los kurdos apátridas, pero hay otros muchos en la misma situación en las provincias de Kobany y Alepo. Por otra parte, 48 presos kurdos fueron liberados en Alepo.

La segunda medida anunciada por el régimen permite a unas 1.200 maestras y profesoras reincorporarse a sus puestos de trabajo, que se vieron obligadas a dejar el año pasado por llevar el niqab (atuendo que solo deja al descubierto los ojos). Muchas fueron, no obstante, reabsorbidas por la Administración estatal.

El único casino existente en Damasco fue además cerrado el miércoles, menos de cuatro meses después de su inaguración, so pretexto de que "no cumple la normativa vigente".

"El régimen intenta así complacer a los círculos conservadores" suníes, explica el exiliado Mannaa. Una franja acomodada de la mayoría suní apoya a la minoría alauí, a la que pertenece El Asad, que ostenta el grueso del poder político en Siria.

"Estas iniciativas están muy lejos de lo que la gente reivindica cuando sale a la calle -libertad, democracia, justicia, etcétera- y por lo que han caído a balazos decenas de manifestantes", asegura Mohamed Beiloune, exiliado sirio en Zaragoza.

El Asad también intentó apaciguar a los familiares de los manifestantes tiroteados. Ayer destituyó al gobernador de Homs como días atrás hizo con el de Deraa, epicentro de la revuelta y la ciudad en la que hubo más víctimas.

En los círculos sirios independientes de defensa de los derechos humanos se cree que el régmen ha ofrecido unos 15.000 euros a cada una de las familias que han perdido a uno de los suyos en Deraa, pero la mayoría no los han aceptado.

Una mujer con <i>niqab</i>, ante un cartel de El Asad en Damasco.
Una mujer con niqab, ante un cartel de El Asad en Damasco.REUTERS

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